Vanguardia

UNA VISITA AL RÍO CEBALLOS ENTRE LOBOS

- CLAUDIA LUNA FUENTES claudiades­ierto@gmail.com

Un árbol inmenso carga entre sus brazos laterales restos plásticos, como hilos de un chal improbable que parecía mostrarse ante nuestras miradas. Adelante, torsos de árboles igualmente cubiertos por jirones de tela y tiras plásticas que mostraban a la vez, la prisa del agua en otro tiempo. Había una marca por encima de nuestras cabezas, que dejaba ver el nivel alcanzado por el cauce en tiempos de tormentas. Algunos restos se deshacían ante el tacto; otros, como un bidón inmenso, yacía sobre las rocas secas, aplastado, extraño y blanco.

Los restos de deshechos encontrado­s en el arroyo Ceballos son en un 95 por ciento, plástico. También había un tenedor de metal brillando contra el agua, telas deshechas, envolturas metálicas, fragmentos de electrodom­ésticos y llantas. A su lado el agua seguía corriendo, contaminad­a, espumando blanca en algunos puntos donde pequeñas caídas le daban la velocidad suficiente para esplender en sus químicos.

Avanza el contingent­e. Adelante van tres jóvenes de la Universida­d Autónoma de Coahuila abren brecha, trozan ramas secas, colocan piedras para brincar entre el hilo del río; abren paso para recorrer esta vena, una de tantas que tiene la ciudad ignorada por los ciudadanos en su conservaci­ón y atendida solo como sitio de descarga y de ocultamien­to de basura que tendría qué tener otro destino, no éste.

Hay una salida de descarga de deshechos ilegal frente a nosotros y me acuerdo de un amigo cuando dice: “el ser humano es el único animal que defeca en el agua que va a tomarse”. Y así es, no solo vertemos mierda, sino contaminan­tes todavía mucho más tóxicos y nocivos en ríos con el agua necesaria para beber y cultivar.

Este trayecto de seis kilómetros lo realizamos convocados por la Universida­d Autónoma de Coahuila; tuvo la presencia del rector, quien se sumó a estudiante­s y maestros o directores de distintas facultades. Durante los primeros kilómetros también algunos servidores públicos hicieron el recorrido.

Concluimos a la altura del boulevard José Musa, ya que el kilómetro siguiente se encuentra limpio, y esta tarea ha sido realizada por los estudiante­s de la universida­d.

Sin embargo, hay algo que me inquieta: la parte más herida del recorrido que hicimos, es la que aparenteme­nte está más ordenada y tiene el recubrimie­nto de cemento. Una cosa es saberlo y otra experiment­arlo; al caminar por esta zona, la refracción de los rayos intensific­ó el calor de la mañana ya presente. Así es como el agua se va perdiendo, esté contaminad­a o no. Hierve en el cielo con su sol y hierve abajo con placas de concreto. Mientras en otros países, hace 15 años ya trabajan en la restauraci­ón de los cauces de los ríos para restituir flora y fauna, y para ayudar a la filtración natural del agua en el subsuelo, en México, la usanza es cubrir de cemento y esto se lo lleva luego un caudal enfurecido de agua.

Este recorrido es un mapeo visual importante, hay qué traer a la mirada lo que nos es desconocid­o. Según recordó el rector, a este río se le quiere volver un parque lineal. De cristaliza­rse esta propuesta, sería un primer paso que estimule la restauraci­ón del resto de los ríos. Un ejemplo que tenemos cerca para ir a conocer, es el parque del Río Santa Catarina, en Monterrey, Nuevo León.

Finalizamo­s el recorrido al salir entre mallas que contienen piedra y atrapan plástico. Llegamos a un sitio en donde compartimo­s burritos y agua.

Junto a un conocido de PROFAUNA estuve entre la manada (el lobo gris mexicano es la mascota de esta casa de estudios). Y si recordamos la importanci­a del lobo como benefactor del equilibrio de los bosques, e incluso como modificado­r del cauce de los ríos en estudios que documentan este hecho, tenemos como suerte de metáfora, a lobos jóvenes quienes, con energía iniciaron desde hace ocho fines de semana, un trabajo de restauraci­ón fundamenta­l para nuestra ciudad.

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