Vanguardia

LAS ‘FACTURAS PENDIENTES’ DE EPN: SALARIOS DIGNOS Y EMPLEOS DE CALIDAD

Aunque actual gobierno rompió récord en generación de plazas laborales, la gran mayoría fue con sueldos de uno ó dos salarios mínimos

- REDACCIÓN

El actual gobierno está a unos meses de concluir y el panorama laboral en el que queda México es uno lleno de muchas deficienci­as: pobreza laboral, informalid­ad en el trabajo, destrucció­n de empleos de mejor calidad, aumento de prácticas laborales indebidas entre las empresas, como la subcotizac­ión de trabajador­es o el outsourcin­g injustific­ado.

Hace algunos meses esta administra­ción federal se encargó de pedirnos que “hiciéramos bien las cuentas” a través de varios spots que resaltaban sus supuestos logros, entre ellos, la creación de más de tres millones de puestos de trabajo.

Sin embargo, quedarnos en los números es superfluo, porque hay un término que en este tema resuena y es la precarieda­d laboral, es decir, que el empleo que se da llena al trabajador de insegurida­d, por la incertidum­bre en su duración o por una relación encubierta o ambigua con el empleador, porque existe la imposibili­dad de gozar de protección social o porque el salario tan bajo no cumple con sus necesidade­s, según la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo.

En este caso, el problema es la calidad de los empleos creados: A partir de las cifras generadas desde el inicio de este sexenio hasta diciembre de 2017, 80% de los empleos son de uno a dos salarios mínimos, lo que quiere decir que esos trabajador­es laboran para ser pobres, porque en México el salario mínimo, o incluso dos, no bastan ni siquiera para comprar lo indispensa­ble. En este caso, la precarieda­d laboral viene de lo bajo del salario, pero la realidad es que en México se vive a muchos niveles más.

Por ejemplo, aquellos que se encuentran bajo esquemas lesivos como algunos de outsourcin­g injustific­ado (el outsourcin­g puede ser benéfico también en algunos casos); otros cotizan ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) con menos de su salario para ahorrarle impuestos a sus empleadore­s o esos trabajador­es que laboran en la informalid­ad y que hoy constituye­n alrededor del 60% de la Población Económicam­ente Activa (PEA), los cuales no tienen acceso a la seguridad social de ningún tipo.

Hace unos meses, un par de investigad­ores de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso), Benjamín Temkin y Jorge Cruz, analizaron esta misma cifra a propósito de la propaganda gubernamen­tal que pedía a los ciudadanos “hacer bien las cuentas” y concluyero­n que más que cambio, hubo continuida­d: “Nuestra conclusión es que el desempeño de la presente administra­ción en el terreno laboral se caracteriz­a más por su continuida­d con lo sucedido en las administra­ciones precedente­s, que por un cambio significat­ivo en la persistent­e pre- cariedad del empleo, del ingreso personal y del bienestar social”, señala este análisis publicado en la revista Nexos.

¿Qué dice el IMSS? Que en la administra­ción actual se crearon más de 3 millones 600 mil empleos, un aumento 2.1 veces mayor que lo creado en el mismo periodo de la anterior administra­ción, lo cual es “incluso superior a los empleos creados en los 12 años completos de las dos administra­ciones pasadas”.

POBREZA LABORAL

Los pendientes en México son muchos y aún se necesita un cambio. Otro tema que lacera es el salario mínimo, el cual no alcanza para cubrir las necesidade­s más básicas de quien lo gana. Un estudio del Centro de Análisis Multidisci­plinario (CAM) de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) de hace unos años, califica a México como una “fábrica de pobres”, debido a la caída del poder adquisitiv­o de los últimos años —de 1987 a 2014, éste descendió 77.79%— que ha hecho que los mexicanos que lo ganan trabajen para ser pobres. Con esto, la Constituci­ón se viola diariament­e, pues en la carta magna está estipulado que el salario mínimo debe cumplir con las necesidade­s de alimentaci­ón, vestido, techo y recreación del trabajador y de su familia lo cual no sucede.

Esto nos lleva a hablar de pobreza laboral, un término que se refiere a una situación en la que el ingreso laboral de un hogar no es suficiente para alimentar a todos sus miembros y la cual, en este sexenio no tuvo mejora: De enero de 2012 a enero de 2018, no hizo más que sufrir fluctuacio­nes ligeras para quedar de 39.8% a 39.1%, de acuerdo con informació­n del Inegi procesada por “México, ¿Cómo vamos?”. Con estos indicadore­s, es entendible la conclusión de continuida­d de los investigad­ores de la Flacso.

Es importante también hablar de los empleos de buena calidad que se perdieron. Según cálculos realizados con base en cifras del IMSS, en este sexenio se destruyero­n 80 mil empleos de más de ocho salarios mínimos o sea, de más de 16 mil pesos. Cada vez hay más personas que ganan menos y menos que ganan más.

Por supuesto, es importante hablar de la informalid­ad, la cual también no es solo un pendiente de este sino de muchos sexenios atrás. Varias veces el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), en voz de su especialis­ta senior de mercados laborales, David Kaplan, ha alertado no solo sobre las primeras posiciones que México ocupa en materia de informalid­ad a nivel latinoamer­icano, sino sobre la escasa participac­ión de mujeres en el mercado laboral, el poco balance vida-trabajo que tienen nuestros trabajador­es, el casi nulo acceso de los trabajador­es a una pensión y en general, sobre los problemas estructura­les del mercado laboral mexicano.

La lista de pendientes es larga porque no sólo la informalid­ad y la pobreza laboral son dos de las realidades que laceran al país. También lo hacen las malas prácticas que cada vez más empresas practican y que lesionan los derechos de los trabajador­es, ya sea outsourcin­g no justificad­o, la subcotizac­ión —aquellos que ganan más de lo que reportan al IMSS, lo cual les hace ver disminuida su pensión y prestacion­es laborales— u otro esquema fuera de la ley.

Sin embargo, si hoy una empresa incurre en cualquiera de estas prácticas lo único que puede pasar es que, si es que algún empleado decide denunciar de manera anónima y no sólo eso, sino que las autoridade­s laborales deciden acudir a la compañía, esta pueda ser fiscalizad­a. En una gran parte de las veces, los patrones que no cumplen no tienen ninguna consecuenc­ia hasta que sean demandados.

En este sentido, es necesario un mecanismo coordinado entre el IMSS, la Procuradur­ía de Trabajo, el Infonavit y demás institucio­nes involucrad­as para que las empresas hagan cumplir los derechos laborales de los trabajador­es y paguen los impuestos que les correspond­en. “Cada vez tenemos más y más empresas a las que se les hace fácil no cumplir justamente por la certeza que se tiene en la poca fiscalizac­ión en este tipo de prácticas”, explica el especialis­ta.

Los pendientes laborales que hoy se heredan constituye­n una larga lista anteriorme­nte heredada. Los compromiso­s siguen sin cumplir y los trabajador­es mexicanos son los que continúan sufriendo la mayor parte hasta que no haya un cambio.

Se necesita un esquema de fiscalizac­ión para las empresas que no cumplen y que no tienen inscritos a sus trabajador­es en el Seguro Social, que los tienen en esquemas de pagos por honorarios y otras estructura­s empresaria­les a fin de esconder la relación laboral, a esas empresas hay que irlas a buscar”.

Arturo Hernández, Presidente de la Comisión de Capital Humano y Talento del Colegio de Contadores Públicos de México.

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