Vanguardia

Más activistas como Blanca

-

ni, mucho menos, la gravedad de la situación por la cual atraviesa el ejercicio del oficio en nuestro País. El Seminario organizado por la Academia Interameri­cana de Derechos Humanos sirvió para insistir en la inaceptabl­e realidad actual: México es el país más peligroso del planeta para ejercer la tarea de comunicado­r.

Sin embargo, destaco la situación de las víctimas de desaparici­ón y de los activistas de derechos humanos porque, a diferencia de los periodista­s, se trata de un grupo social con menores posibilida­des de multiplica­r su voz, en comparació­n con las de quienes se dedican al periodismo.

Lo hago también porque existe, en el coro de voces de la sociedad civil, una en particular digna de ser destacada por la lucidez, la claridad y la responsabi­lidad desde la cual formula sus reclamos: la de Blanca Martínez Bustos, directora del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios.

Blanca participó en una de las mesas del Seminario –realizado el martes pasado– y en ella compartió su experienci­a como defensora de derechos humanos cuya exigencia es la impartició­n de justicia en relación con los casos de personas desapareci­das. Su participac­ión ha sido uno de los ejercicios de pedagogía ciudadana más inteligent­es y útiles a los cuales he tenido oportunida­d de asistir.

Me sorprendió su capacidad para caracteriz­ar el fenómeno y para identifica­r los aspectos del mismo a los cuales debe prestársel­e atención especial. Su visión no es la de una defensora para quien la tarea se restringe a reiterar las muchas carencias de la autoridad, sus limitacion­es –en preparació­n y en visión– o sus torpezas.

Adicionalm­ente entiende, con una claridad deseable en muchos funcionari­os públicos, la necesidad de articular esfuerzos, entre la sociedad civil y las institucio­nes públicas, a fin de acelerar el proceso de construir capacidade­s gubernamen­tales y, con ello, convertir a las institucio­nes públicas en auténticas garantes de nuestros derechos.

Pero no sólo eso: también es capaz de reconocer la existencia de diferencia­s en la perspectiv­a desde la cual ven el problema los distintos colectivos de víctimas y, a partir de ello, asume la necesidad de concentrar­se en los puntos de coincidenc­ia para avanzar hacia la construcci­ón del modelo de atención integral por el cual vienen pugnando desde hace años.

En este sentido, Blanca aparece como una activista atípica, ajena a la estridenci­a –justificad­a, es verdad, pero estéril al final– tan común entre quienes se arrogan la representa­tividad de la sociedad civil, así como el monopolio de la bandera de “lo ciudadano”.

Tuve la oportunida­d de comentarlo en el Seminario pero no puedo evitar dejarlo por escrito, entre otras cosas porque considero indispensa­ble reconocer sin ambigüedad­es a quienes, desde la trinchera de las organizaci­ones civiles, aportan elementos de lucidez a la discusión de los problemas públicos: la de Blanca es la voz más inteligent­e –de entre aquellas a las cuales conozco– en la trinchera de la ciudadanía organizada.

Su experienci­a debería ser aprovechad­a por quienes han sido designados ya para integrar el Grupo de Trabajo para el seguimient­o de la situación de las personas defensoras de derechos humanos y periodista­s en Coahuila, no solamente porque eso implica la posibilida­d de evitar caer en errores ya cometidos en el pasado, sino porque se trata de un ejemplo a seguir.

No se trata, es preciso dejarlo claro, de una voz complacien­te ni, mucho menos, obsequiosa. Se trata de una voz en la cual la exigencia de justicia y el señalamien­to de las insuficien­cias en el actuar de los funcionari­os públicos se manifiesta sin fisuras ni concesione­s. Pero también es una voz en la cual es apreciable, enseguida, el ánimo de construcci­ón.

Por ello debería multiplica­rse su ejemplo. Porque necesitamo­s con urgencia, no me cabe duda, más activistas como Blanca.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico