Comparte la nostalgia por una cultura de época
Organillero recorre el país difundiendo esta tradición europea
ACUÑA, COAH.- Néstor Martínez Romero, organillero, oriundo de la Ciudad de México, cargando con un aparato origen alemán y su compañero durante 19, decidió probar suerte en provincia.
En su cuarto día en Acuña no sabe cómo le irá, puesto que el organillo no es muy conocido en estas tierras, en donde los que menos importa es detenerse a observar y a deleitarse de los sonidos que emite este aparato musical.
La cultura del norte es recia y prevalece la música de banda y grupera en donde el acordeón, el saxofón y las trompetas resaltan entre las letras de desamor, desprecio; corridos de narcos y de personajes de la política y muchas canciones que no dicen más que dos o tres frases en tres o cuatro minutos.
Pero Néstor, es insistente y asegura que aguantará unos días en esta frontera para promover la tradición y con ello ganarse unos cuantos pesos.
UN OFICIO QUE PASA
Dice que los organilleros que hay aprendieron de herencia de los abuelos u otros familiares y el número ya es compacto.
“Ya recorrí varias partes del sur y ahora vengo al norte a probar suerte a ver qué tal me va; en el centro de la Ciudad de México somos como 20 organilleros y yo decidí salir a provincia”, comparte.
Dijo que aun no puede predecir cómo le ira económicamente, pero asegura que será insistente ante una cultura muy recia.
SE DICE AGRADECIDO
Finalmente asegura que en este oficio recibe muchas bendiciones: “es muy bonito y hay mucha gente que sí sabe apreciar, que te agradece porque sigues conservando el instrumento y eso se debe a su cooperación.
“Porque lo que aportan no solo es para el sustento de mi familia sino también hay que meterle, hay que invertirle al aparato, se le cambian piezas para que se vea bonito. Todo eso hace que te den ganas de seguir en este trabajo”, señaló este esforzado promotor de la cultura del organillero.
Estos hombres que llevan la música a la gente de a pie, fueron muy conocidos en los inicios del siglo pasado en la Ciudad de México, pero ahora, con las nuevas tecnologías se han visto relegados y son apenas un detalle pintoresco.