Vanguardia

LAS PAREDES TIENEN OÍDOS

El Quijote II, 48

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Doña Rodríguez, la dueña (dama del servicio doméstico) de la Duquesa, quien a sí misma se considera ser la dueña de honor de ésta, conversa largamente con don Quijote. Le platica de manera pormenoriz­ada todos los avatares de su agitada vida.

Le dice que es madre de una bellísima muchacha de “diez y seis años, cinco meses y tres días”, quien se enamoró del hijo de un labrador riquísimo de una aldea cercana. El mozo se burló de ella bajo palabra de ser su esposo y no la quiere cumplir. Le explica que el Duque lo sabe, pues ante él se ha quejado “no una, sino muchas veces” para que mande al labrador se case con su hija; pero “hace oídos de mercader y apenas quiere oírme”, dice doña Rodríguez, porque el padre del burlador, siendo tan rico, “le presta dineros”.

Le pide entonces a don Quijote tome a su “cargo el deshacer este agravio, o ya por ruegos o ya por las armas, pues según todo el mundo dice, vuesa merced nació en él para deshacerlo­s y para enderezar los tuertos y amparar los miserables”.

Le explica que su hermosa y burlada hija, huérfana de padre, es “más desenvuelt­a y gallarda” si se compara con la tal Altisidora. A continuaci­ón algo especial le pretende revelar a don Quijote, pero finalmente no se atreve. Dice: “Y aun mi señora la duquesa… Quiero callar, que se suele decir que las paredes tienen oídos”.

En su versión más antigua, este refrán español, adoptado de otro de origen francés, decía: “En consejas, las paredes tienen orejas”. En tiempos de Cervantes se llamaba conseja al “cuentecill­o y narración doméstica de algún caso no público”. A los chismes, pues.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico