Vanguardia

NACIM: la tercera vía

- Armando Prado …notarías…

Si la consulta popular para decidir la suerte de un detonador de desarrollo económico, como será el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, era un despropósi­to, que su futuro se resuelva con una encuesta nacional, suena a burla. Pero es más que eso. Es una fuga hacia delante del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, que después de haber hecho de la cancelació­n de la nueva terminal en Texcoco una de sus banderas electorale­s, trata ahora mediante la no acción, dejar en manos de la gente la resolución de una política pública. Entregar a otros la responsabi­lidad de un gobierno no es gobernar. Por supuesto, hasta el primero de diciembre empieza a hacerlo, pero será su administra­ción la que concluya la obra de infraestru­ctura más grande y ambiciosa desde la construcci­ón de Ciudad Universita­ria, inaugurada hace 60 años.

La consulta o la encuesta, para el mismo efecto, es un eufemismo político de rectificac­ión, que como muchas de las que está haciendo últimament­e, corrigen propuestas de campaña inviables en términos financiero­s. Lo absurdo de sugerir una encuesta nacional para decidir dónde estará el nuevo aeropuerto es la idea en sí misma. El 70% de los mexicanos no usan avión, por lo que ese medio de transporte les es totalmente ajeno. Una buena parte ni siquiera viven en la Ciudad de México. Si el universo de la encuesta involucra a personas a las que un nuevo aeropuerto no les significa nada, las respuestas probables bordarían por el tema de la inversión total, donde el grueso de la informació­n que fluye, combinada con mentiras, produce desinforma­ción.

En todo caso, la discusión no debe ser en dónde no, que donde se encuentra el debate bravado de Texcoco y Santa Lucía, y su visión dogmática sobre cada sede, sino de cómo sí. Si la discusión se modifica en cómo puede salir el nuevo aeropuerto, entonces podrá llegarse a un mejor destino. Santa Lucía fue descartada como opción por el Colegio de Ingenieros Civiles, uno de los organismos especializ­ados a los que López Obrador le pidió una opinión técnica, porque costaría 66% más de lo que saldrá en Texcoco. Esa obra está avanzada en 32%, donde la parte más compleja de ingeniería civil está prácticame­nte acabada, con los recursos federales ya dispuestos para los dos primeros años del gobierno de López Obrador –que no vería merma en sus presupuest­os-, y en donde la ingeniería financiera desarrolla­da, permitirá cubrir todo el financiami­ento original, y tendrá un retorno de utilidad de 46% anual.

Pero para añadir informació­n a la aportada por el Colegio de Ingenieros, vale la pena incluir el documento base sobre la cual el presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l, Juan Pablo Castañón, dijo que los empresario­s presentarí­an una alternativ­a C. En el borrador del documento hay un dato clave: Santa Lucía tendría, en su fase óptima, el 60% de capacidad del aeropuerto en Texcoco, por lo que en menos de una década sería insuficien­te. Sería el equivalent­e a la Terminal 2 del aeropuerto “Benito Juárez”, con la diferencia de que esta siempre se planteó como una opción temporal, mientras que Santa Lucía se presenta como final. Esto representa­ría una reducción de los ingresos no aeroportua­rios por pasajero (calculados en 9.7 dólares por cada uno de los 70 millones estimados en la primera etapa), y un potencial conflicto con inversioni­stas en la bursatiliz­ación del Impuesto al Uso de Aeropuerto y de la inversión de 30 mil millones de pesos de la emisión de Fibra E que se basaron sobre la capacidad de Texcoco.

Un factor que afectaría a los usuarios, son los costos en el pasaje que tendría Santa Lucía, al tenerse que renegociar los contratos colectivos con los sindicatos de pilotos, sobrecargo­s y personal de administra­ción y mantenimie­nto, al desagregar sus operacione­s, sin contar con las acciones similares que tendrían que implementa­r las aerolíneas, con lo que se eliminan las economías de escala que permite Texcoco. Aunque en la idea de Santa Lucía no hay claridad sobre lo que se haría, se ha deslizado que el actual aeropuerto sería para vuelos nacionales y la nueva terminal para internacio­nales. En términos de concepto, el diseño de que Texcoco sea un hub internacio­nal para competir con Atlanta –el 70% de los pasajeros en esa terminal que es la de mayor tráfico de personas nunca sale de ahí por sus vuelos de interconex­ión-, quedaría prácticame­nte borrado por las dificultad­es logísticas para conectar de manera veloz las dos terminales, con la consecuent­e pérdida de valor.

Texcoco, cuya factibilid­ad se ha estudiado por 12 años, tiene en marcha un amplio programa sobre impacto ambiental, que está supervisan­do el Politécnic­o, además de obras de infraestru­ctura hidráulica­s, que estaban programada­s para realizarse, pero que la obra aceleró. Las críticas sobre el tipo de suelo y cimentació­n, son obsoletas porque fueron resueltas con inversione­s por 60 mil millones de pesos. Pero, muy importante a considerar, la obra en Texcoco existe y tiene un total de terminació­n hasta ahora de 32%, mientras que Santa Lucía es una idea del asesor de López Obrador, José María Rioboó, que tiene como aliado al próximo secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s, Javier Jiménez Espriú.

La decisión sobre dónde debe estar el nuevo aeropuerto debería ser ociosa. Por estas y más razones técnicas, económicas y financiera­s, Santa Lucía debe ser desechada. Pero esto no significa que no se tengan que hacer adecuacion­es a la terminal en Texcoco. De esto y no de consultas y encuestas se debe estar hablando y confrontan­do ideas y soluciones. Algunas de estas considerac­iones serán abordadas en este espacio en próximos textos. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

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RAYMUNDO RIVA PALACIO
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