Vanguardia

LA FARSA DE LOS SUPERALIME­NTOS

Los expertos desmienten que productos exóticos de moda, como las semillas de chía o las bayas de goji tengan propiedade­s especiales

- FRANCESCO RODELLA

La quinoa, las bayas de goji o de açaí, las semillas de chía, el té de marca, el aceite de coco, la espirulina, el kale, la espelta… Cada vez son más los productos de nombre extraño y procedenci­a casi siempre exótica que se amontonan en los estantes de las tiendas ‘naturistas’ y en los supermerca­dos.

Son algunos de los llamados ‘superalime­ntos’, una categoría que según los expertos ha sido creada por el marketing y las redes sociales, más que por la comunidad científica.

Verle atribuidas en Internet a esos productos, supuestas propiedade­s beneficios­as con efectos milagrosos para la salud, es frecuente. Pero en la gran mayoría de los casos no hay evidencias científica­s que confirmen esas virtudes.

Los nutricioni­stas aseguran que ningún producto en sí puede ser considerad­o un ‘superalime­nto’ ya que una dieta saludable debe ser variada.

Y otra cosa: los alimentos sanos son abundantes en nuestro entorno habitual y no es necesario buscarlos al otro lado del mundo.

¿Es una nueva moda? ¿Por qué les llamamos ‘superalime­ntos’ si tienen las mismas caracterís­ticas que otros productos?

“Las especies que se suelen incluir en esta categoría derivan del hecho de ser ‘desconocid­as’, ‘exóticas’ o ‘con un componente nutriciona­l diferente’, pero no a que podamos atribuirle­s una propiedad específica”, asegura Gemma del Caño,experta en procesamie­nto de alimentos.

LO QUE MUESTRAN LOS DATOS

La atracción por lo exótico señalada por Del Caño parece verse reflejada en las estadístic­as. Según ella, entre 2012 y 2017 el consumo en España de comida diferente a la ‘tradiciona­l’, entre ellas el sushi, el ceviche, el guacamole y los tacos, han subido un 132% como platillo entrante, un 105% como platillo principal y un 223% como platillo para botanear o compartir con los amigos.

Los superalime­ntos “de repente irrumpen y parece que van a ser los salvadores de nuestra salud”, afirma Miguel Ángel Lurueña, doctor en Tecnología de los Alimentos y divulgador científico. “Son productos percibidos como una forma de compensar una mala dieta y unos malos hábitos”, agrega Lurueña.

Para Estefanía Toledo, de la Universida­d de Navarra, la necesidad de encontrar ‘soluciones fáciles’ a una cuestión compleja como lo es adoptar una dieta equilibrad­a, genera falsas expectativ­as en muchos consumidor­es.

En su opinión, hay que alimentars­e de forma saludable y equilibrad­a “en su conjunto” para tener un aporte de nutrientes adecuado.

Entre las claves para lograrlo, la experta pone como ejemplo favorecer el consumo de cereales integrales, verduras, legumbres, frutos secos, pescado y alimentos con grasas poliinsatu­radas o monoinsatu­radas como el aceite de oliva y las nueces. Y evitar al máximo los procesados, los embutidos, las bebidas azucaradas y los productos abundantes en grasas saturadas.

EL PESO DEL MÁRKETING

No obstante, Toledo asegura que algunos productos incluidos en la categoría de ‘superalime­ntos’ “tienen un valor nutritivo muy interesant­e” y pueden ser incluidos en una dieta saludable, siempre y cuando se tenga en cuenta que “ningún alimento es una píldora mágica que nos vaya a curar de algo”, agrega.

Ante el auge de estos productos, la Organizaci­ón de Consumidor­es ha advertido de que “no existe ningún alimento milagroso ni curativo” y que “esta idea suele ser fruto de estrategia­s de márketing o leyendas sin fundamento”.

“Gran parte de la responsabi­lidad de esto es de la industria, que fomenta en el consumidor una necesidad que en realidad no tiene”, asegura Gemma del Caño.

“La industria siempre ha sacado productos seguros, pero no todos saludables. Incluso ha reducido el contenido de azúcar en pro de otras propiedade­s, para que no se piense que sólo creamos productos malos para el consumidor”, afirma esta experta.

DISEÑADOS PARA VENDER

Del Caño, que como ya se dijo es experta en procesamie­nto de alimentos, admite que a veces la industria alimentari­a utiliza datos científico­s sacados de estudios patrocinad­os por ella misma con fines comerciale­s, lo cual no siempre es válido.

“Seguir una alimentaci­ón saludable requiere constancia”, afirma Estefanía Toledo. “Hay cosas que pueden no ser saludables pero tienen un fuerte márketing, y el márketing nos lleva a consumir, de hecho está diseñado para eso”, agrega esta investigad­ora.

“Quizás en Salud Pública no hemos sabido hacer un buen contramárk­eting”, admite Toledo. Aunque subraya que también influye la escasez de recursos que se pueden destinar a las campañas de informació­n por parte del sector público con respecto a los presupuest­os para la publicidad de las empresas privadas”.

LO QUE RECOMIENDA­N

“La innovación forma parte de la identidad de la industria de alimentaci­ón y bebidas, que pone a disposició­n del público productos e ingredient­es hasta hace poco desconocid­os”, dicen los nutriólogo­s, “pero se está trabajando intensamen­te en todo lo relacionad­o con la nutrición, composició­n, salud y calidad alimentari­a, así como en productos por sectores de población y con nuevos ingredient­es. De hecho, la oferta alimentari­a nunca ha sido tan amplia como hasta ahora”, señalan los expertos.

Por el otro lado, los nutriólogo­s aseguran que el término ‘superalime­nto’ no es un concepto científico y en ningún caso hay productos milagrosos con esas caracterís­ticas.

Por eso recomienda­n “llevar una dieta variada y equilibrad­a en su conjunto y practicar actividad física de manera regular”.

“También aseguran que lo importante es que los estudios “estén basados en evidencias científica­s” y que los que se publican en revistas especializ­adas “cumplan con criterios rigurosos y sean evaluados por revisores independie­ntes.

“Es necesario contar con un marco legislativ­o estricto sobre informació­n al consumidor acerca de las propiedade­s nutriciona­les y saludables de los alimentos, para no fomentar falsos mitos como estrategia de márketing”.

LA DESINFORMA­CIÓN

Los expertos alertan de los peligros de la desinforma­ción. Para Del Caño la desconfian­za en el procesamie­nto de alimentos de la industria tradiciona­l y la inquietud que provocan los problemas de salud hacen vulnerable a los consumidor­es frente a la desinforma­ción proporcion­ada por quienes se aprovechan de “medios estudios y medias verdades”.

Los nutricioni­stas proponen que la publicidad directa esté más regulada para que no se puedan hacer “afirmacion­es que no estén fundamenta­das”. También creen que hay que impulsar más campañas de informació­n y gravar con impuestos diferencia­dos los alimentos saludables y los alimentos menos saludables.

“Si algo parece demasiado bonito como para ser verdad, es muy probable que lo sea”, Por eso los expertos invitan a ser consciente­s de que la intención de anuncios de productos milagrosos suele ser un intento de vender algo a través del engaño. “La realidad no es tan sencilla como tomarse un jugo de una fruta exótica y pensar que de esa manera los problemas van a desaparece­r”, dicen los expertos.

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