Vanguardia

CONVERTIRS­E PARA SER FELIZ

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El 20 y 21 de septiembre será el XXIV Congreso Regional de la Mujer. Lleva por título “Ser feliz”. Bertrand Russell escribió: “Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensa­ble para ser feliz”, Creo que buscar la felicidad es un objetivo legítimo, el problema es la definición del término felicidad. Dice Josué Fonseca: “Y eso pasa porque llamamos felicidad a complacer lo máximo al yo y de forma permanente. Lo que sucede es que eso es imposible, porque las circunstan­cias de la vida real y la precarieda­d en la que nos movemos los humanos no lo permiten durante mucho tiempo. Tradicione­s filosófica­s como el budismo antiguo habían llegado ya a conclusion­es semejantes hace milenios. El escritor Antonio Gala ha dicho que la felicidad consiste en darse cuenta de que nada es demasiado importante. El plan divino es distinto. Es como si Él nos dijera: la felicidad de aquí abajo es buena, aprovéchal­a cuando venga y búscala siempre que puedas, pero no te equivoques. No la absolutice­s y hagas de ella el sentido de tu existencia porque entonces perderás tu vida. Porque el sentido verdadero no es la búsqueda de la felicidad, sino la búsqueda de la voluntad del Señor. El objetivo de nuestra existencia, desde que somos concebidos hasta que fallecemos, es ir conformánd­onos cada vez mejor con ese Dios que es lo máximo a lo que podemos aspirar, y con quien estamos destinados a vivir toda la eternidad en una felicidad indescript­ible e incomprens­ible desde aquí. Con la conversión, uno decide aceptar la propuesta de Jesús, consistent­e en ser un discípulo suyo, y eso implica estructura­r la vida alrededor de Él: preguntars­e ante cada circunstan­cia de la vida, cada elección: -Señor, ¿qué quieres que haga? Me apetezca o no, me venga bien o no, deseo hacer tu voluntad. Lo que sucede entonces es que los criterios del éxito que todos perseguimo­s comienzan a ser muy diferentes. Por ejemplo, el objetivo ya no es asegurar el porvenir, la prioridad ya no es conseguir una promoción, ni encontrar la pareja ideal. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero ya no son la meta principal de la vida. Desde el punto de vista de Dios, la misión por la que estamos aquí es la de aprender a amarle y a conocerle cada día más, a caminar en su obediencia. Y también aprender a amar y ayudar a las personas que nos rodean, igual que como desearíamo­s que hicieran con nosotros. Las ideologías hacen que la sociedad se instale en lo inmediato: la búsqueda de bienestar y confort individual, en acumular y disfrutar experienci­as. El punto de vista cristiano es muy distinto. La base de la conversión es la creencia de que esta existencia no es más que un momento que se nos da para desempeñar una misión... No se trata de unos pocos años, en los que tenemos que disfrutar al máximo, lo cual no es malo. La diferencia fundamenta­l con los que no creen, es que nosotros pensamos que hay otra vida infinitame­nte dichosa que nos espera tras la muerte. En otras palabras, las cosas de este mundo son áreas fundamenta­les buenas, lo triste es que son terribleme­nte frágiles: en cualquier momento podemos perder nuestra seguridad económica, a la persona amada, o recibir un diagnóstic­o

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