Vanguardia

Oriana Fallaci, esa mujer

- J. ALFREDO REYES RAMOS

Ayer se cumplieron 12 años de la muerte de la periodista Oriana Fallaci, por lo cual, esta columna va dedicada a Gabriela de León Farías, consejera presidente del IEC, con el fin de que conozca una de lecciones de la florentina a los periodista­s pero que, asimismo, aplica a los árbitros electorale­s tan cuestionad­os a nivel nacional: “Siempre hay que colocarse frente al poder, jamás a su lado”, dijo la Fallaci.

Y vaya que la mujer era desafiante, una genio de la provocació­n y la primera correspons­al de guerra del periodismo mundial. Basta verla en la línea de fuego de Vietnam o en una cama de hospital con dos impactos de bala que recibió en la represión estudianti­l del 68 en México.

Y en ese aspecto Oriana fue una mujer temeraria, pues a los 14 años ya era partisana contra los nazis de la Italia ocupada. Tiempo después fue correspons­al de guerra, desde Pakistán al Líbano, de Budapest a Bagdad, de Saigón a Teherán y de los campamento­s fedayines a la Plaza de Tlatelolco.

Y conste que ninguno de los líderes del 68 fue baleado el 2 de octubre, pero más que las heridas, lo que más le indignó a Oriana fue la complicida­d de la prensa con Díaz Ordaz: “Me asombran las noticias en la prensa mexicana. ¡Qué complicida­d de sus periódicos, qué timoratos, qué poca capacidad de indignació­n!”.

Hay que decir que Oriana entrevistó a las grandes personalid­ades de su tiempo y las cuestionó de una manera brutal: “Sacar la verdad es como una cirugía y las cirugías duelen”. Así entrevistó a Henry Kissinger, Golda Meir, Yasser Arafat, Indira Gandhi, Muamar Gadafi, al Sha de Irán, al ayatola Jomeini, a Mohamed Alí y a

Haile Selassie, entre otros. “Este hombre al que llaman Supermán, que fomenta las guerras, hombre absurdo que tiene al mundo en vilo”, apuntó Oriana al entrevista­r a

Henry Kissinger. Y el Nobel poderosísi­mo, al verse expuesto, siempre lamentó la entrevista: “Fue la experienci­a más desastrosa que he tenido en la vida con la presa”. Lección número uno para Gabriela: no volverse a inclinar ante espíritus tan pequeños como el de Rubén Moreira, que nunca fue, ni jamás será, un estadista.

Asimismo, en el palacio imperial de Addis Abeba, la Fallaci enfrentó al “Rey de Reyes de Etiopía”, a Haile Selassie, descendien­te directo del Rey Salomón y la Reina de Saba. Y asombra ver cómo esta pasionaria del periodismo saca de quicio al “León de Judá” al espetarle el apotegma romano: “memento mori” o sea, “recuerda que eres mortal”. Segunda lección para Gaby de León: no volverse a someter, de manera tan indigna, ante

David Aguillón, el minino de Rubén. Oriana también cuestionó al ayatola Jomeini respecto a la mujer en el Islam y luego lo desafió al despojarse del velo que le obligaron a usar ante el imán. A Gadafi lo ridiculizó al describirl­o “de cómico tirano”. Al boxeador Mohamed Alí lo culpó de la muerte de Malcom X, éste amenazó con romperle la nariz y ella le lanzó la grabadora por la cabeza. Tercera lección para Gabriela: no volver a sentir respeto por testaferro­s tan grotescos como Víctor Zamora, imán lambiscón de los Moreira.

Y lo mismo va para el suscrito, que mucho tiene que aprender de la Fallaci.

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