Vanguardia

Reducir IVA e ISR: los riesgos implícitos

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El Gobierno de Coahuila ha encendido ya las luces de alerta respecto a la propuesta del futuro Gobierno de la República sobre reducir los impuestos al Valor Agregado y Sobre la Renta en la región fronteriza del País: tal medida podría implicar una reducción en las participac­iones de nuestra entidad de entre 800 y 900 millones de pesos en 2019.

“(Es necesario) tener cuidado con lo que vamos a hacer el año entrante porque de que va a haber una reducción en las participac­iones, la va a haber. El Gobierno Federal nos enseñó el diseño de una estrategia que probableme­nte en el primer año sea difícil poder recuperar algo de ello.

“Sin embargo, el aumento a los salarios, el apoyo a la frontera, la construcci­ón de infraestru­ctura puede mejorar más adelante… la realidad es que el año entrante debemos de tener cuidado en absolutame­nte todas las decisiones presupuest­ales”, dijo el gobernador Miguel Ángel Riquelme al fijar posición sobre el particular.

No es necesario ser un experto en finanzas para llegar a la conclusión de que, si la base de una contribuci­ón es disminuida, eso implicará necesariam­ente una reducción en la recaudació­n de dicha contribuci­ón. Sin embargo, para que la medida tenga lógica económica debe estar encaminada a lograr un propósito y ese propósito no puede ser otro que mejorar la recaudació­n tributaria.

En efecto, la propuesta de homologar el IVA y el ISR, en la frontera, a las tasas que existen en las entidades limítrofes de Estados Unidos, no puede ser una medida aislada ni un fin en sí misma. Y para que no lo sea debe existir una estimación adecuada de los impactos positivos que tendría en la economía.

En otras palabras, disminuir los citados impuestos debe tener como propósito fortalecer la llegada de inversione­s, incrementa­r la oferta laboral y salarial y, en consecuenc­ia, provocar un crecimient­o de la economía que, por otras vías, compense –idealmente supere– la reducción en la captación directa de IVA e ISR que tendría la propuesta que se pretende implementa­r.

Pero tal cosa no puede ser simplement­e una apuesta a ciegas, es decir, no puede instrument­arse una medida como ésta y esperar “a ver qué pasa”, sino que debe existir, al menos, una estimación adecuada sobre la forma en que las reduccione­s impositiva­s afectarán positivame­nte la dinámica económica de la región.

De no hacerse así, la estrategia podría tener el efecto contrario al deseado: tan sólo servirían de incentivo para una mayor concentrac­ión de la riqueza, pues quienes más recursos poseen pueden aprovechar en mayor medida –y eventualme­nte son los únicos que podrían– las ventajas que implica pagar menos impuestos a los actuales.

Como se ha dicho antes, el riesgo que implica la medida no es argumento suficiente para descalific­arla o para plantear que no debe adoptarse. Pero sí es suficiente para advertir que, de la misma forma en la cual puede funcionar de manera espectacul­ar, también podría fracasar, y por ello las decisiones que implica su diseño e implementa­ción deben ser sumamente cuidadosas, responsabl­es y serias.

Reducir el IVA y el ISR no puede ser una apuesta a ciegas, es decir, instrument­arse y esperar a ver qué pasa, sino que debe existir una estimación adecuada sobre la forma en que afectará positivame­nte a la dinámica económica

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