Vanguardia

Diario de un nihilista

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Mujer narciso Fabio ama a Cloralba, y ésta a Fabio; Amarilis, conforme con Salicio, sólo se ama a sí misma; hay un resquicio de sí misma que se abre como un labio.

En su pueril candor, Amor es sabio, aletea y vigila, subreptici­o; pone a los cuatro sobre el precipicio del tiempo, que es discordia y es agravio.

Quien se ama a sí mismo, al otro ama como una imagen propia y en la estatua del momento, uno y otro son reflejos.

Amor une a Cloralba en una llama con Salicio; Amarilis toma, fatua, a Fabio y lo incinera en sus espejos.

A una rosa Rosa nopal –su pétalo es tan duro como un dátil–, a un lado de la alberca: se defiende del tiempo que la cerca transformá­ndose en un fruto maduro.

Una cerca de espinas es el muro al que el pájaro rara vez se acerca: salvas, rosa guerrera, rosa terca con tu pureza ascética el apuro. Pues al final el tiempo es laberinto y la muerte sólo un cambio de estado, en el fruto te encuentras a ti misma.

Las espinas son peones de un sucinto ejército; eterna eres a tal grado que el cielo absorto sobre ti se abisma.

Almendra Caduca la escritura, antes que impresa salga a los campos, donde la ignorancia la abate a flor de aire: su elegancia decae, se hace rutina la sorpresa.

El silencio es la muerte civil: cesa, cronológic­amente no, su errancia; la indiferenc­ia mide una distancia incalculab­le, lo que no es no pesa.

Perpetuo otoño: las generacion­es de las páginas, cual las de los hombres -el silencio las pudre y las engendraso­n

meras circunstan­cias y ocasiones. Cascote, cáscara, cascajo: nombres son del ruido; el silencio es una almendra.

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