Vanguardia

Ayotzinapa: el Ejército, el enemigo

- este país. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador acudió a la Secretaría de la Defensa para hacer las paces con el general Salvador Cienfuegos. Le ofreció una disculpa por las declaracio­nes que hubieran lastimado a las Fuerzas Armadas y acordaron tener una relación fluida. El general secretario Cienfuegos le expresó la institucio­nalidad castrense con el Jefe del Ejecutivo, pero trascendió que las suspicacia­s sobre los propósitos de López Obrador no desapareci­eron. Tiene razón. El equipo del presidente electo está convencido que la desaparici­ón de los normalista­s de Ayotzinapa en Iguala hace casi cuatro años, fue un crimen de Estado realizado por militares.

La persona que será la encargada por parte del gobierno de llevar la batuta en la investigac­ión del Ejército es Alejandro Encinas, quien sustituyó a López Obrador en la jefatura del gobierno de la Ciudad de México cuando participó en su primera campaña presidenci­al, y es el subsecreta­rio de Gobernació­n designado para Derechos Humanos. Encinas elaboró una ruta de trabajo de 100 días, que inició el 15 de agosto, para construir el andamiaje que permita al próximo gobierno iniciar con fuerza y rapidez una ambiciosa política que enfoque en Guerrero la política de defensa de los derechos humanos.

El plan incluye el envío de una iniciativa de Ley tan pronto como inicie el nuevo gobierno, para la creación de una Comisión de la Verdad en Guerrero, que revise la historia de las violacione­s a los derechos humanos en los últimos 60 años. El objetivo es que se escarbe en la historia la guerra sucia en los años 60’s, donde murieron los dos líderes guerriller­os icónicos, Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas, quien estudió en la normal de Ayotzinapa, y en los 70’s, donde de acuerdo con la Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad Histórica de la Fiscalía Especial para Movimiento­s Sociales y Políticos del Pasado en un informe divulgado en 2006, la Secretaría de la Defensa Nacional desplegó operacione­s de contrainsu­rgencia en Guerrero, asemejada a las guerras de baja intensidad, para eliminar a la guerrilla o a “los sospechoso­s de ser subversivo­s”.

De acuerdo con el plan del futuro gobierno, la Comisión de la Verdad investigar­á las matanzas en Aguas Blancasen 1995, El Charco en 1998, y Ayotzinapa en 2014, además de los asesinatos de 12 dirigentes sociales en esta década, que incluye a varios donde estuvo involucrad­o, de acuerdo con testimonio­s en la PGR, José Luis Abarca, quien era alcalde de Iguala la noche del 26 de septiembre cuando la policía municipal privó de su libertad a 43 normalista­s de Ayotzinapa y se los entregó a Guerreros Unidos. Aunque la Comisión de la Verdad que será creada abarcará tantos casos que difícilmen­te podrán agotarlos durante todo el sexenio, es lo que sucedió en Iguala en donde hay un interés particular. Varios padres de los normalista­s, sus abogados, así como organizaci­ones de derechos humanos en Guerrero y expertos internacio­nales, están convencido­s de que la desaparici­ón de los normalista­s fue un crimen de Estado, operado por los jefes militares en la entidad a través del Batallón 27 de Infantería que se encuentra en Iguala, bajo el mando de la 35 Zona Militar, que la noche del 26 de septiembre observaron la agresión a los normalista­s y no intervinie­ron. Miembros de ese Batallón fueron señalados en los meses previos a ese crimen en las reuniones del Grupo de Coordinaci­ón de Guerrero, presidido por el Cisen, por tener presuntos nexos con Guerreros Unidos, la organizaci­ón de narcotrafi­cantes que tiene control mayoritari­o en Tierra Caliente, pero nunca se procedió a investigar­los. Incluso, las minutas de esas reuniones oficialmen­te no existen.

Aunque el énfasis será en los soldados, también se revisará el papel de la Policía Federal, que tenía una participac­ión limitada en Iguala, y la Marina, que aunque no tiene presencia en esos municipios, opera en el corredor del cercano municipio de Arcelia hacia el estado de México, donde eliminó a las bandas de secuestrad­ores en Valle de Bravo. La Marina tiene en Acapulco una de las tres sedes de sus comandos de élite, entrenados por los SEALS estadounid­enses, y responsabl­es de los operativos quirúrgico­s contra criminales.

Encinas está trabajando en la organizaci­ón de una reunión de los padres de los normalista­s con el presidente electo, pero el armado de las organizaci­ones a las que quiere involucrar en este nuevo proceso incluye a institucio­nes internacio­nales abocadas a la defensa de los derechos humanos y, de manera significat­iva, al gobierno de Estados Unidos, quizás porque a lo largo de su investigac­ión sobre Guerreros Unidos y sus operacione­s de narcotráfi­co en Chicago, se enteraron de su involucram­iento en la desaparici­ón de los normalista­s.

El nuevo gobierno quiere documentar la participac­ión de las fuerzas de seguridad federal en el crimen contra los normalista­s, con lo cual podrían armar un caso de desaparici­ón forzada desde la cima del Estado Mexicano, que podría colocar en el centro de una acusación ante tribunales internacio­nales al presidente Enrique Peña Nieto. Esa ruta será difícil de construir jurídicame­nte, y quizás nunca alcance el objetivo deseado. Sin embargo, una Comisión de la Verdad para Guerrero que revise seis décadas de violencia política y violacione­s a los derechos humanos, puede tener un valor mucho más grande del que Encinas prevé.

Guerrero es galvanizad­or de la conflictiv­idad social en el país, por donde se cruzan todas las variables del autoritari­smo mexicano y la ingobernab­ilidad, cuya revisión sistemátic­a nos puede ayudar a conocer mucho más no sólo de lo que sucedió en esa entidad, sino de lo que el sistema político mexicano produjo en

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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