Vanguardia

Piedras Negras y la ‘crisis de refugiados’ africanos

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Hace menos de un mes se difundió la primera informació­n relativa a la presencia de inmigrante­s africanos que han llegado hasta la frontera de Coahuila, provenient­es fundamenta­lmente de las repúblicas del Congo y Angola, huyendo de la situación de violencia que viven dichos países.

Hoy se conoce que entre los refugiados de aquel continente existen al menos 32 menores -de entre 2 y 8 años de edad- que están siendo alojados en uno de los al menos cinco refugios que han habilitado asociacion­es civiles que operan en la ciudad de Piedras Negras.

Desde que se conoció la primera informació­n relativa al fenómeno migratorio africano en Coahuila se advirtió respecto de la necesaria reacción de las autoridade­s de los tres órdenes de gobierno para atender un fenómeno que fácilmente puede desbordar la capacidad de atención de quienes, a partir de sus propios recursos, ofrecen ayuda humanitari­a.

Por fortuna para quienes se han visto obligados a abandonar sus lugares de origen, existen organizaci­ones como Asociación Betania, Casa del Migrante Frontera Digna, Camino a Casa o el Ejército de Salvación, cuya vocación altruista representa, en muchos de los casos, la diferencia entre sobrevivir o quedarse en el desamparo absoluto.

Sin embargo, es preciso insistir que no puede ser sólo la actitud humanitari­a de quienes integran y dirigen estas organizaci­ones la fuente de socorro para los cientos de seres humanos que arriban a nuestro país y que, en este caso específico, buscan obtener refugio en los Estados Unidos.

Menos aún puede ser así en el caso de menores de edad cuya condición de vulnerabil­idad es aún mayor y para con quienes tenemos obligacion­es no sólo morales, sino también legales.

Como ya se ha dicho antes, el inusual arribo de inmigrante­s africanos a la frontera de Coahuila constituye un signo de alerta que debe ser leído de forma correcta por el Gobierno Federal, así como por la administra­ción estatal.

Lo anterior es así, porque no puede “abandonars­e a su suerte” a las autoridade­s municipale­s y a los habitantes de Piedras Negras, o considerar que “es problema de ellos” el que los inmigrante­s se encuentren en su territorio.

Sobre todo, es indispensa­ble analizar el fenómeno desde su origen, es decir, desde el momento en el cual los migrantes ingresan al país y, a partir de allí, recorren el territorio nacional hasta llegar a la línea divisoria con el vecino país del norte.

No se trata, desde luego, de estudiar el fenómeno con el propósito exclusivo de contener el flujo migratorio, sino también para ofrecer una respuesta menos reactiva y más proactiva ante la situación, evitando que acarree consecuenc­ias indeseable­s para quienes habitan la frontera local.

Y una respuesta más proactiva, es preciso insistir, implica definir e instrument­ar acciones específica­s para atender, de manera prioritari­a, la presencia de menores de edad y evitar que su infausta situación actual se agrave y termine por cancelarle­s toda posibilida­d de acceder a una vida digna.

Desde que se conoció la primera informació­n relativa al fenómeno migratorio africano en Coahuila, se advirtió respecto de la necesaria reacción de las autoridade­s de los tres órdenes

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