Vanguardia

Brujas vemos; penas no sabemos

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Esta muchacha es bella. Y es buena esta muchacha, y está llena de sueños y esperanzas. ¿Cuántos años tendrá? Quizá 17, pienso, o 18 a lo más. Su cuerpo es grácil, y ella es graciosa.

Vive en Madrid esta muchacha. En ese tiempo -la década de los veintes del pasado siglo- la capital de España es como un pueblo de provincia, grande. Llora con los dramones de Echegaray, y ríe con las comedias de los hermanos Álvarez Quintero. La alusión viene a cuento porque a esta muchacha le gusta mucho el teatro. Quiere ser actriz. Ya ha hecho papeles pequeños, de damita joven.

Una de esas veces la vio un muchacho y se prendó de ella con sincero amor. Es de buenas familias este joven. Pertenece a la nobleza, a esa rancia aristocrac­ia de la vieja España, profusa en títulos. Adinerados son sus padres, dueños de casas y cortijos.

Se hacen novios la linda actricita y el muchacho rico y noble. Se aman; son felices amándose. Pero en la España de aquel tiempo un noviazgo como éste es disparejo. A las actrices se les llama “cómicas”. Los padres del joven, cuando se enteran de la relación, se la prohíben. Él se empecina: quiere casarse con la muchacha. Le ha prometido matrimonio.

Súplicas de la mamá, y cólera del padre, cuyos blasones serían maculados por esa desigual unión. Mandan al hijo al campo. Ella llora a solas su soledad. Un día aparece en los periódicos de Madrid una noticia triste. El joven Fulano ha muerto en trágico accidente. Su funeral será mañana, en la iglesia tal. Se llevan a cabo las exequias, y la muchacha mira desde lejos el ataúd de aquel a quien tanto había amado.

Pasan los años. Ella viaja a Cuba, y luego llega a México en una compañía teatral. Aquí se queda, y aquí se convierte en actriz de renombre. Sale en obras de teatro, y con el tiempo aparece en películas como “El padrecito”, con Cantinflas. Hace giras por diversos países. Una de esas giras la lleva a España. Su retrato y su nombre están en las carteleras. Cierta noche recibe en su camerino la visita de un elegante caballero: -¿No te acuerdas de mí? Es el antiguo novio, el hombre a quien ella creía muerto. No murió. Obligado por sus padres, que temían la venganza de la familia de la joven, aceptó el fingimient­o de su muerte. Se fue a Francia y ahí se casó. Viudo, venía ahora por ella para cumplirle la palabra dada.

Esto parece teatro, pienso tras de leer lo que hasta ahora llevo escrito. Pero ¿qué cosa en la vida no parece teatro? Sigamos, pues, con la siguiente escena, la final. Ella lo rechaza. Le reprocha su falta de entereza para enfrentar la oposición de su familia, y le hace ver que ahora todo es diferente, que es demasiado tarde ya. Él se marcha, apenado, y ella regresa a México, a seguir con su vida de artista.

Lo que he contado es la historia de Angelines Fernández, la actriz que hacía el papel de La Bruja del 71 en “El Chavo del 8”. ¿Será cierta esa historia? Pienso que sí, porque no parece real. En todo caso le quedaría bien un nombre: “Historia de amor”. Y también es muy válido el que le puse arriba: “Brujas vemos; penas no sabemos”.

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