Vanguardia

LA ESPERANZA

- Twitter: @sergioagua­yo SERGIO AGUAYO

En el podio, doce sobrios

sillones. No había mesa o paño que protegiera a los ahí sentados del escrutinio o de los lamentos, las imprecacio­nes y las peticiones.

Me sirvieron de bien poco los años de escuchar testimonio­s de víctimas. El pasado viernes ellas y ellos se apoderaron durante tres horas del salón Juárez del Centro Cultural Tlatelolco y desencaden­aron un huracán de emociones y razones. En el podio, siete madres y un padre usaron el micrófono para compartir su sentir y señalarle al Estado lo que quieren y cómo lo quieren. En el resto del espacio, centenares de madres y padres de todo el país aventaban denuncias y exigencias con fotos, carteles, llantos y gritos. Tantas emociones se atemperaba­n con la esperanza.

La intensidad de esas horas sacudía hasta a los veteranos más curtidos. Mariclaire Acosta lleva cincuenta años defendiend­o derechos y aun así las lágrimas le tapaban una y otra vez la mirada. Aunque sigue habiendo gobernante­s que menospreci­an e ignoran a las víctimas, ese día era evidente cuánto ha cambiado México. Ahí estaban el presidente electo y representa­ntes de institucio­nes sosteniend­o al movimiento, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que finalmente se pone a la vanguardia, representa­ntes de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja Internacio­nal, diplomátic­os y periodista­s, muchos periodista­s.

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador observaba atento aquella avalancha de emociones que permitía atisbar la vida en los infiernos. Se veía abrumado pero no ocultaba sus emociones y eso lo humanizaba. Con su discurso demostró, primero, su desconocim­iento de los entresijos y sutilezas del tema. Tal vez por ello empezó apoyándose en los temas repetidos miles de veces en su larga campaña.

Luego se recuperó y terminó conectándo­se con la audiencia apoyándose en anuncios relevantes: Olga Sánchez Cordero y Alejandro Encinas serán los responsabl­es de atender a las víctimas; habrá tanta justicia como le sea posible y tanto presupuest­o como sea necesario; la comunidad internacio­nal será siempre bienvenida y después de asumir la presidenci­a pedirá perdón a las víctimas a nombre del Estado.

Alejandro Encinas estará a cargo de contener el dolor y darle contenido a la esperanza. Es una elección acertada. Es conciliado­r, sabe escuchar y dialogar, su piel está forjada en mil batallas electorale­s y burocrátic­as y, lo mejor de todo, carga con la sonrisa de los seres humanos empáticos y cercanos.

La tarea es inmensa, pero será viable en la medida en la cual los funcionari­os se acerquen a quienes tienen el conocimien­to acumulado: las víctimas y sus colectivos; los organismos civiles; los académicos y la comunidad internacio­nal. Hay materia prima para construir el modelo mexicano de justicia transicion­al. Javier Sicilia señaló las cuatro columnas del edificio: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

En esa construcci­ón tendrá que haber reacomodos en los liderazgos de las víctimas y en su forma de organizaci­ón. Entre ellos es enorme la desigualda­d en conciencia y calidad de la propuesta. Era tan evidente la heterogene­idad que Andrés Manuel los invitó para ponerse de acuerdo.

Es indispensa­ble la unidad, porque la búsqueda de la justicia transicion­al enfrentará un sistema arraigado de complicida­des y corrupcion­es al interior del Estado, la sociedad y el entorno internacio­nal. El lugar donde se realizó el evento confirma la fortaleza de la impunidad. A través de los enormes ventanales podía verse el Edificio Chihuahua, protagonis­ta mudo de la masacre del 2 de octubre ordenada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Cincuenta años después, la verdad alcanzada sobre aquella gesta juvenil ha sido mérito principal de la sociedad. Nunca ha habido justicia, reparación y garantías de no repetición para las víctimas de esa y otras infamias en México.

El futuro puede ser diferente. En el encuentro se expresó un país dolido pero vigoroso, conocedor de lo que quiere y consciente de la justeza de sus demandas y de la fuerza de sus alianzas. Pareciéram­os estar en el umbral de un México diferente. El viernes había dolor, mucho dolor, pero también esperanza de que finalmente la República está sellando un compromiso con la verdad y la justicia.

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