Vanguardia

UN ASNO CARGADO DE ORO SUBE LIGERO POR UNA MONTAÑA

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El Quijote II, 35

En la fábula, como se sabe, la fórmula para desencanta­r a Dulcinea del hechizo que la tiene convertida en una tosca y fea labradora “carirredon­da y chata”, consiste en que Sancho Panza se dé por su propia mano tres mil y tresciento­s azotes. Naturalmen­te él se resiste.

En su defensa, el buen escudero dice: “¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a mí en algo que se desencante o no?” Manifiesta que no entiende la razón de ser él, sin más, el sacrificad­o “sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña”.

Con la cita de ese refrán, reformulad­o por Cervantes, porque en su tiempo decía: “No hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no le suba”, y otro: “Asno con oro, alcánzalo todo”, lo que Sancho quiere decir es que si le pagan bien por propinarse esos azotes, él estaría dispuesto a dárselos.

Variante mexicana de ese refrán es: “Con dinero baila el perro”. Actitud humana que Eurípides describió así: “no hay cosa que más quieran los hombres que el dinero”.

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