UN ASNO CARGADO DE ORO SUBE LIGERO POR UNA MONTAÑA
El Quijote II, 35
En la fábula, como se sabe, la fórmula para desencantar a Dulcinea del hechizo que la tiene convertida en una tosca y fea labradora “carirredonda y chata”, consiste en que Sancho Panza se dé por su propia mano tres mil y trescientos azotes. Naturalmente él se resiste.
En su defensa, el buen escudero dice: “¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a mí en algo que se desencante o no?” Manifiesta que no entiende la razón de ser él, sin más, el sacrificado “sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña”.
Con la cita de ese refrán, reformulado por Cervantes, porque en su tiempo decía: “No hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no le suba”, y otro: “Asno con oro, alcánzalo todo”, lo que Sancho quiere decir es que si le pagan bien por propinarse esos azotes, él estaría dispuesto a dárselos.
Variante mexicana de ese refrán es: “Con dinero baila el perro”. Actitud humana que Eurípides describió así: “no hay cosa que más quieran los hombres que el dinero”.