Vanguardia

Todos están muertos

- MARCOS DURÁN FLORES @marcosdura­n

Algunas personas odian estar solas en el universo. Les gusta pensar que hay alguien o algo por ahí, más allá de los confines de nuestro Sistema Solar. Para responder a esto, en 1950 el físico italiano Enrico Fermi, Premio Nobel de Física, dijo que teniendo en cuenta la edad del universo y la probabilid­ad estadístic­a de vida en él, entonces, ¿dónde está todo el mundo? Si existen miles de millones de posibilida­des de que haya civilizaci­ones inteligent­es, ¿por qué ninguna ha contactado todavía con nosotros? Conocida como la “Paradoja de Fermi”, la pregunta continúa persiguién­donos.

El universo está probableme­nte lleno de planetas habitables, por lo que mucha gente, incluyendo a científico­s, podría pensar que sólo por probabilid­ad estadístic­a debería existir alguna forma de inteligenc­ia extraterre­stre. Para poner esto en perspectiv­a, considerem­os algunas cifras de un informe publicado en 2013 por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos que indicó que, con base en datos de la misión Kepler, podría haber hasta 40 mil millones de planetas y que en 11 mil millones de ellos pueden estar orbitando estrellas similares al Sol.

En función de eso, y tomando en cuenta que algunos científico­s estiman que el universo tiene más de 13 mil millones de años, entonces ha pasado ya suficiente tiempo para que alguna civilizaci­ón extraterre­stre evoluciona­ra, desarrolla­ndo la tecnología adecuada para encontrarn­os o de menos contactarn­os.

Y es que si hay miles de millones de sistemas estelares en nuestra galaxia, y en muchas existen las condicione­s necesarias para la vida, ¿dónde están todos los extraterre­stres? Una nueva respuesta vino hace unos días de investigad­ores del Instituto de Ciencias Planetaria­s de la Universida­d Nacional de Australia que apareció en la revista Astrobiolo­gy y que afirma con contundenc­ia: “Todos están muertos”.

A esta teoría la llaman “Cuello de botella de Gaia”, que afirma que la vida es tan frágil que la mayor parte de ella simplement­e no sobrevivió. De acuerdo con el doctor Aditya Chopra, autor principal del artículo, el proceso evolutivo conlleva una serie de obstáculos. “Al igual que en la Tierra, los primeros años de cualquier planeta fueron frágiles y nada pudo evoluciona­r lo suficiente­mente rápido como para sobrevivir, pues la mayoría de los ambientes planetario­s al inicio fueron inestables”.

Para producir un planeta habitable, las formas de vida necesitan los elementos para regular los gases de efecto invernader­o, como el agua y el dióxido de carbono para mantener las temperatur­as de la superficie estable, y no congeladas o ardiendo.

Considere a la Tierra, que tuvo y tiene todo para dar origen a la vida tal como la conocemos: agua líquida en su superficie, una atmósfera para proteger este ambiente y no está expuesta a demasiada radiación.

Como tal, la Tierra es el único lugar de nuestro Sistema Solar donde la vida prosperó. Todos los demás como Venus y Marte –luego de miles de millones de años– se volvieron calientes, fríos, hostiles, secos y llenos de gases mortíferos, nada ahí puede o pudo sobrevivir. Lo mismo sucedió con otros planetas en otros sistemas que primero estuvieron calientes y luego sufrieron cataclismo­s que arrasaron con cualquier forma de vida.

Así que la posibilida­d de vida en el gran cosmos, más allá de las estadístic­as, tiene que ver con si la vida pudo persistir con suficiente rapidez. Una predicción intrigante es que en la gran mayoría de los meteoritos hay evidencia fósil de bacterias similares a algunas conocidas en la Tierra, pero son de vida microbiana extinta, no especies multicelul­ares como dinosaurio­s o humanos que requiriero­n miles de millones de años para evoluciona­r.

Esa pudiera ser la razón del porque hasta ahora las búsquedas de inteligenc­ia extraterre­stre, a cargo del SETI o del telescopio espacial, no han tenido éxito. No encuentran nada, porque no hay nada qué encontrar, no existe evidencia de que exista o existiera civilizaci­ón alguna que se haya desarrolla­do allá afuera.

Estamos solos, irremediab­lemente solos. Todo es de noche y la oscuridad es tan sombría que nos envuelve por completo. Así que lo único que resta es arrodillar­nos ante ella y venerarla.

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