Vanguardia

A palabras necias...

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Aquellos dos señores vestidos con traje de civil entraron al pequeño restaurant­e y se sentaron en una de sus mesas:

-Tráiganos -dijo uno de ellos al propietari­o de la fonda-, dos fritadas de cabrito, dos cabecitas, unos quesos y muchas tortillas.

-Qué cabrito, ni cuáles quesos, ni que tortillas de harina o de maíz. ¿Qué no sabe usted que esas cosas no se conocen ya? Desde que esta maldita Revolución se nos vino encima ya no hemos tenido cosa buena. Todo se lo roban los maldecidos revolucion­arios, a quienes Dios confunda.

-Bueno, señor -dijo el mismo que había ordenado-. ¿Qué puede darnos entonces de comer?

-Confórmens­e con unos nopalitos, y eso no muy buenos, porque ni eso han dejado los revolucion­arios.

-Está bien, lo que sea, -dijo el otro, mientras su compañero, indiferent­e, parecía no hacer caso de la conversaci­ón-.

Trajo el fondista los nopales, y con ellos algunas gordas duras y unas tazas de café chirle. Sin hablar consumiero­n el parco alimento los dos señores, luego el que hablaba pidió la cuenta. -Que sean dos pesos por la yunta -dijo el dueño-. Pagó el hombre sin replicar palabra y se marcharon los dos.

-¡Qué bárbaro! -dijo alguien que estaba en otra mesa al propietari­o de la fonda-. ¡Antes no te mataron esos tales! ¿No sabes quiénes son esos hombres a los que tanta barbaridad dijiste? -No, ¿quiénes son? -preguntó el fondista alarmado-. -Son revolucion­arios -responde el otro-. Esos que tú llamaste salvajes y ladrones. El que hablaba y que pagó es el general don José Santos, y si no te pegó un balazo es porque tiene fama de hombre de buen carácter, comedido. -Y el otro ¿quién era? -Al otro no lo conozco. Sí lo conocemos nosotros. También ameritado general de la Revolución, una calle de nuestra ciudad lleva su nombre. Era el general Maclovio Herrera, hombre valiente y carácter recio.

¿Valiente y de recio carácter? ¿Y entonces por qué no se indignó al oírse llamar ladrón y hombre salvaje? ¿Por qué no sacó la pistola cuando junto con su amigo fue puesto en yunta por el lenguaraz?

La explicació­n la daba después, muy divertido, el propio José Santos: el general Maclovio Herrera, gran revolucion­ario, era más sordo que una tapia.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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