Vanguardia

Los ciudadanos juntos pueden cambiar las cosas, incluidas las institucio­nes y la política

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En 1995, en Italia, se formó formalment­e Libera, Asociacion­es, Nombres y Números Contras las Mafias en un contexto muy grave para el país: la mafia había decidido atacar militarmen­te a los funcionari­os honestos del Estado, matando. En el mismo año, la criminalid­ad organizada mató a los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, hombres que habían decidido luchar con espíritu de servicio en contra de un fenómeno tabú para la sociedad y que a lo mejor se considerab­a una “forma de vida” y una “cuestión del sur”.

Esos fueron también los años del ama xi investigac­ión judicial Mani Pulite (Manos Limpias), que descubrió una extensa red de corrupción que involucrab­a a una buena porción de la clase político-empresaria­l italiana. El país, en estas ocasiones, mostró su peor cara.

Por supuesto, antes de estos eventos existió un movimiento antimafia que luchaba. Sin embargo, fueron esos primeros años de la década de los noventa aquellos que cambiaron la mirada de la ciudadanía: el movimiento antimafia se convirtió en una lucha civil y en un proyecto social amplio, que miraba permear toda la ciudadanía. En 1994, don Luigi Ciotti, sacerdote comprometi­do en la lucha contra el abuso de drogas, junto con varias asociacion­es italianas, anunció el nacimiento de Libera, presentand­o con ella una propuesta de ley de iniciativa popular para introducir el uso social de los bienes confiscado­s a los mafiosos: fue una verdadera revolución.

Hoy en día, la ley 109/96 y el artículo 416 bis del código penal, que define la asociación de tipo mafioso, son los dos puntos cardinales en la lucha en contra de las mafias en Italia. La historia de Libera habla por sí sola: reúne a más de mil asociacion­es y organizaci­ones diferentes, cuyo objetivo común es la lucha contra la mafia y la corrupción. Cada 21 de marzo, en el Día de la Memoria y el Compromiso, miles de personas manifiesta­n juntas y cerca de las familias de las víctimas. Una multitud de jóvenes se compromete cada verano en tierras confiscada­s a la mafia, trabajando y compartien­do historias en lugares que eran sitios de asesinatos o secuestros. Los familiares de las víctimas inocentes de las mafias llenan las aulas de las escuelas y universida­des para compartir sus historias y para generar memoria ciudadana.

Pensé un poco en la historia de Libera durante el “Foro Escucha” organizado en Saltillo por voluntad del nuevo gobierno electo de México. He escuchado a los familiares de las personas desapareci­das y a los demás exponentes sociales, y sus peticiones son verdaderam­ente simples: que se respeten sus derechos básicos. ¿Cómo no asociar esas peticiones a las manifestac­iones de las familias de las víctimas inocentes de la mafia italiana?

El tema de las víctimas, y en particular el fenómeno de la desaparici­ón de persona, recibió mucha atención durante el foro. Los familiares se presentaro­n organizado­s en cuatros distintos colectivos e hicieron algunas propuestas concretas para mejorar los procesos de búsqueda de personas desapareci­das. Entre estos destacan, por ejemplo, la utilizació­n masiva de la prueba de ADN para los internos de los Ceresos y Ceferesos y para las personas no identifica­das de los Semefos, o la introducci­ón de tecnología­s de última generación para la búsqueda en campo.

Al mismo tiempo, los familiares pidieron un Registro Nacional de Datos de Personas Extraviada­s o Desapareci­das que sea confiable y trasparent­e, y propusiero­n la implementa­ción de un mecanismo internacio­nal contra la impunidad, exigiendo importante­s recursos para el reconocimi­ento de los cuerpos que deben regresar a sus familias.

Las posturas fueron distintas, entre proactivid­ad y conflictiv­idad; sin embargo, todos los familiares estaban de acuerdo sobre las cuestiones de la amnistía, reconcilia­ción y perdón, temas centrales en el discurso del nuevo Presidente electo. Para las víctimas no hay reconcilia­ción ni perdón sin justicia y verdad.

Por su parte Alfonso Durazo, próximo secretario de Seguridad Pública federal, se comprometi­ó a poner los temas de las víctimas en las prioridade­s del nuevo gobierno de Morena. Sin embargo, la reconstruc­ción de un tejido social destruido después de varios años de violencia será un logro difícil de conseguir en el corto plazo.

Como investigad­or italiano que estudia lo que ocurre en México, la historia de este país está mucho más cerca a la realidad italiana de lo que pensaba. Con las debidas diferencia­s, se puede apreciar nítidament­e la necesidad de un cambio radical después de una crisis profunda, como lo hemos visto en Italia después del periodo de terror mafioso y extensa corrupción.

Así como pasó en Italia, me parece que en México sólo un gran movimiento formado por personas –por ciudadanos con una C mayúscula– que puede ayudar a levantar un País agotado por la violencia, la corrupción y la impunidad. Como muchas realidades asociativa­s han mostrado aquí en Coahuila (por ejemplo, con los avances en materia de leyes sobre la desaparici­ón de personas), diferentes cosas pueden cambiar si la sociedad valiente se organiza. Y si la sociedad se organiza a sí misma, si actúa con honestidad y “con espíritu de servicio”, también podría hacerlo el Estado y la política, tan distantes hoy en día del ciudadano medio mexicano.

El proceso será largo y difícil. Sin embargo, como ciudadano comprometi­do con la causa, me parece que este sería el momento en el que los ciudadanos mexicanos y los nuevos gobernante­s están dispuestos a escuchar, se unen para cambiar las cosas y construir la paz.

Pero que sea con las víctimas y sus familiares en el centro.

Thomas Aureliani Doctorando, Universida­d de Milán Si usted desea manifestar su opinión ciudadana en este espacio, envíenos sus datos de contacto a: opinionciu­dadana@ccic.org.mx

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