LINCHAMIENTOS: LA OTRA CARA DE LA (IN) JUSTICIA
Cada vez son más los casos que sacuden las noticias: tan sólo en dos meses, destacan la riña previa al Clásico Regio, los ‘robachicos’ (que no lo eran) de Puebla, el veterinario que hicieron pasar por ‘mataperros’ en Torreón y un ladrón en Saltillo. ¿Cuál
“Las conductas de una sociedad no tienen justificación cuando se falta al acatamiento de la ley y se recurre a vías indebidas para aplicar justicia”. “Mientras la justicia del Estado continúe siendo excluyente y omisa, los linchamientos no van a cesar”. COMISIÓN NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS, comunicado.
“No hay linchamiento sin espectadores. (…) es para eso, para que lo vean todos. O mejor dicho para que participemos todos”. E l todo poderoso algoritmo de Facebook avisó que había una transmisión en vivo. Al dar click, la señora Charo reconoció que la camioneta y los cuerpos –lo que quedaba de ellos– eran de su hijo y uno de sus familiares. Una turba de Acatlán, Puebla, juzgaba a ambos hombres como robachicos, la sentencia colectiva e irreversible: ejecución pública en tiempo real. También doy click.
Horas antes Ricardo y Alberto fueron acusados de robarse un niño. Las autoridades intervinieron y los dejaron en los separos del Centro de Readaptación Social (Cereso) de la localidad. Pero la noticia de que serían liberados por falta de pruebas se regó como pólvora en las redes sociales. Entonces se activaron los engranes de la barbarie y un pueblo furioso irrumpió en las celdas para hacer justicia por mano propia, para quemarlos vivos.
Detengo el video y quiero pensar que es un ejemplo burdo, actuado quizá, de la definición de Fernando Molina del verbo “linchar”: “Se trata de un estallido incontrolable de ira y odio, siempre espontáneo, de un grupo amorfo de personas que se enfervorizan ante una amenaza. Las víctimas casi siempre son forasteros a los que se cree delincuentes: uno de sus detonantes, entonces, es el miedo a los extraños”. El video resulta ser real.
Lo dejoen pausa mientras se me revuelve el estómago, los datos, el dolor de Charo al coincidir online con estas escenas. Una cosa es leerlos, intentar hacer un diagnóstico con las estadísticas y otra ver desde una computadora este
espectáculo de horror sin censura.
Recuerdo la entrevista que Mabel Lozano le concedió al diario El País: “No sabes el dolor que sentían esos padres, el dolor profundo de haber visto cómo queman vivos a tus hijos y que no puedes hacer nada. Me afectó mucho estando ahí y durante el montaje”. Entiendo a la directora del documental “Tribus de la Inquisición” que sitúa cómo la justicia por mano propia se ejecuta en Bolivia. Una realidad cada vez menos alejada de México, cuando trato de comunicarme con los padres de las víctimas que estos textos. Algunos no fueron localizados, los demás tienen perfiles virtuales públicos con mensajes desgarradores. “24 días sin escucharte”, dice Charo a casi un mes de su pérdida. Concéntrate. La estructura de la violencia y sus alcances
nos obligan a dejar de ver esto como caso aislados, y entenderlos como consecuencias del desgaste del tejido social. Con distintos matices, pero conservando la naturaleza del linchamiento, esta semana un hombre ingresó a una vinatería en la colonia Guayulera y, con arma en mano, intentó perpetuar un asalto. No contó con que cuatro empleados en el local se defenderían. Y no sólo eso, lo mataran a golpes.
El Código Penal Federal considera que, de excederse el uso de la fuerza en casos de defensa legítima, se impondrá al acusado la pena de delito culposo. Pero en estos casos, ¿cuáles son los límites?, ¿es posible frenar el instinto de supervivencia? Se entiende que lo legal era detenerlo y llevarlo ante la autoridad competente. Pero, ¿hay en estas escenas una pausa para pensar en las consecuencias?