Vanguardia

NO QUIERO PERRO CON CENCERRO

El Quijote I, 23

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Por recomendac­ión de Sancho Panza, al libertar a los galeotes él y don Quijote –quien de inicio se resistía– se van a esconder a Sierra Morena, para evitar ser aprehendid­os por la Santa Hermandad, que segurament­e los andaría buscando.

En las soledades y asperezas de esos sitios de Sierra Morena hallan una maleta con algunas prendas y “un buen montoncill­o de escudos de oro”, en un pañizuelo. Sancho trata de convencer a don Quijote de que se apropien de esos dineros por haberlos encontrado ellos y no saber a quién pertenecen. Don Quijote opina lo contrario.

Luego topan por esos rumbos con un anciano cabrero con quien conversan y les dice que él también dio con esa maleta pero se abstuvo de apropiárse­la, “temeroso de algún desmán y que no me la pidiesen por de hurto”, es decir, que crean que se la robó.

Contrarian­do su posición inicial: “Eso mismo es lo que yo digo –respondió Sancho–, que también la hallé yo y no quise llegar a ella… allí la dejé y allí se queda como se estaba, que no quiero perro con cencerro”.

Al expresar Sancho lo anterior lo que quiso decir es que resulta inconvenie­nte portar algo que finalmente lo pueda delatar, como en el caso del perro sucede por el ruido que produce su cencerro.

Otra interpreta­ción se daba en tiempos de Cervantes a la versión completa de este refrán, que decía: “Aunque mi suegro sea bueno, no quiero perro con cencerro”. Aludía a lo molesto que resultaba para un yerno, y en general para cualquier persona, que los beneficios que recibe de su suegro, éste los ande divulgando a todo el mundo.

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