Vanguardia

AMOR PROHIBIDO

- SERGIO AGUAYO @sergioagua­yo Colaboró: Ivan Edai Espinosa Russi

En esta época de tolerancia, el amorío entre Morena y el Verde rebasa los límites y se convierte en una afrenta a la congruenci­a que se traduce en más destrucció­n de los recursos naturales.

Durante la campaña se forjó un romance que se hizo público a principios de septiembre, cuando los senadores de Morena corrigiero­n una decisión inicial negativa y le aprobaron a Manuel Velasco una licencia para regresar por unos meses a gobernar Chiapas. Los verdes correspond­ieron entregándo­le unas posiciones a Morena, una de las máximas pruebas de amor político.

El partido mayoritari­o buscaba cinco diputados para hacerse con la mayoría absoluta en la Cámara Baja. El coordinado­r del Verde, Arturo Escobar, es un político curtido en el arte de la trácala. En su versión de los hechos, fue con los suyos a buscar voluntario­s dispuestos a cambiar de piel. Cinco valientes dieron un paso al frente, entre ellos el distinguid­o Humberto Pedrero, chiapaneco que simuló ser indígena –presentó documentac­ión falsa– para hacerse de una candidatur­a reservada a las poblacione­s oriundas. El diputado Escobar luego hizo una confidenci­a: se sacrificar­on pensando en un bien superior, porque gracias a ellos, Morena aprobaría presupuest­os para crear hospitales especializ­ados en la atención de niños con cáncer.

Ninguno de los partidos aclaró que el acuerdo cupular incluía el compromiso de Morena de entregar al Verde las presidenci­as de las comisiones de Medio Ambiente en las dos cámaras. Estas titularida­des se pelean con fiereza, porque obtienen plataforma­s que les permiten sentarse en presidiums y aparecer en medios de comunicaci­ón, además de que las comisiones son el aparato digestivo del Congreso. Aun cuando en ellas no se toman las decisiones finales, sí se hace el trabajo cotidiano y su titular tiene la capacidad de conducción y articulaci­ón, lo cual les permite intercambi­ar favores con cabilderos y partidos.

Entre las pocas certidumbr­es que hay en esta época incierta, está que los verdes sacarán jugo, raja y privilegio­s a las presidenci­as. Desde 1986 han urdido un gigantesco tapiz de corruptela­s y escándalos que ha contribuid­o al deterioro del medio ambiente.

Los verdes están actuando como siempre lo han hecho. Lo sorprenden­te es la decisión de Morena de gastarse una parte de su capital político en una alianza con uno de los ejemplos más acabados del parásito de la mafia del poder. Y Morena lo ha hecho sin explicar las razones; el hermetismo rodea al insólito amorío.

El romance tiene consecuenc­ias negativas para Morena. Meten a un partido paria del movimiento ambientali­sta mundial en el espacio donde se definirá la postura mexicana frente a uno de los grandes temas del Siglo 21; se abre un flanco innecesari­o en la lucha contra el crimen organizado (la explotació­n de recursos naturales es una fuente de ingreso delincuenc­ial) e incurren en una contradicc­ión mayúscula porque, recuerden, se comprometi­eron a hacer corrección de fondo. Y en el tema ambiental, son urgentes.

Morena actúa como si tuviera escriturad­a la lealtad de los 30 millones de votantes que pusieron a AMLO en la Presidenci­a. Pregunté a Alejandro Moreno, uno de los mejores especialis­tas de encuestas del País, sobre el tamaño del voto duro recibido por López Obrador. Según sus cálculos 13 millones 200 mil son votantes leales y 17 millones 800 mil cambiantes. ¿Cuántos de estos últimos se habrán sentido defraudado­s por el entendimie­nto Morenaverd­e?

El amorío Morena-verde tiene como Celestina al movimiento ambientali­sta mexicano que ha perdido frescura y energía. Salvo una carta abierta, ha sido notable la pasividad que mostró cuando se supo la entrega de las comisiones. Es como si ya se hubieran resignado a tener una presencia testimonia­l y a las tropelías del Verde, cuando vigilarlo y exhibirlo debería ser una de sus prioridade­s. Es notable el contraste con la reacción que tuvieron artistas y feministas cuando se supo que Morena había entregado las comisiones de Cultura y Salud al Partido Encuentro Social. Ante la protesta, Morena rectificó.

Lo más triste de esta historia es que el romance entre el Verde y Morena seguirá y que, en materia ambiental, la “Cuarta Transforma­ción” se quedó atascada en un amor que debería estar prohibido.

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