Diario de un nihilista
Samsara Una superstición, es un sofisma el bar Victoria, sólo es un samsara, una mirada que la luz ampara cuando la luz se absorbe en ella misma.
La mesera me encara, su carisma es caridad; en su belleza avara se auto contiene, picotea cual rara avis, y en su silencio cruel se abisma.
Mera apariencia el tiempo suspendido en imágenes, sólo superficie, el movimiento mata al movimiento.
Con un trago he de hacer que esto reinicie; en la tabula rasa del olvido traza y borra carácteres el viento.
Todo animal Un animal continuo, es un sinuoso animal, modelado en la costumbre, por la congoja y por la pesadumbre, un silencio habitable y penumbroso.
El ser es todo superficie, hermoso su no ser, apagada priedralumbre, su cosmos y cosmética en la cumbre, trofeo de un precipicio voluptuoso.
Es su cuerpo su mismidad, volumen que cae hacia atrás, sustancia que no piensa, que sólo cree y crea, laberinto,
caracol, salsipuedes, un resumen de la totalidad, que no comienza ni termina, es este animal que pinto.
Esbirro de la lluvia Caduca el viejo en su calamitoso rincón de la cantina y de la plaza; la ciudad es su desolada casa, mendigo sin vigor y sin reposo.
Cáscara y celofán bajo el acoso del aire, vagamente se desplaza; ya es ceniza y rescoldo más que brasa, esbirro de la lluvia y arduo esbozo
de un cadáver. El tiempo y la experiencia lo volvieron superficial. No aprende más en cabeza propia ni en la ajena.
Un cigarrillo de hojarasca prende. Es una cuarteadura su conciencia; un monstruo pugna por salir a escena.