Vanguardia

Inicia la fiesta en Coahuila

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Dicen los conocedore­s que para todo mal, mezcal y para todo bien, también. Al menos con esas palabras se expresa recurrente­mente aquel buen amigo de apellido Vega, a quien tal bebida espirituos­a no le produce siquiera un leve mareo (¿será por que gusta de usar una cerveza Victoria como efectivo borrador?). La referencia antes mencionada bien podría aplicarse a las artes y la cultura. Lo mismo para prevenir la delincuenc­ia, que para conmemorar por todo lo alto algún acontecimi­ento de gran calado; igual para restaurar el tejido social cuando este se ve vulnerado, que como mecanismo idóneo para la convivenci­a humana, la cultura es –sin duda alguna– un elemento transforma­dor para el bienestar de los pueblos.

Acá en nuestra patria chica arrancó el Festival de las Artes Coahuila 2018; importante encuentro cultural y artístico que se desarrolla en la entidad desde hace 17 años. Concebida por el entonces Gobernador Enrique Martínez y Martínez, la festividad de marras recibió, años más tarde, un valioso impulso por parte de aquel cuya cabeza estuvo adornada (según se dice) con abundantes y pronunciad­os rizos, de los cuales no queda ni el más mínimo rastro. Me refiero a Armando “El Chino” Guerra, quien dirigiera (y bien) los destinos del extinto Icocult. Así, dada la relevancia del festival coahuilens­e, éste ha venido llevándose a cabo año tras año, ahora bajo la dirección de Sofía García Camil; mujer avezada en los menesteres del ramo, a quien el mandatario estatal, Miguel Riquelme, ratificó en su encargo con incuestion­ables merecimien­tos.

Fue en el año 2013 cuando se decidió que la fiesta de las artes llevara el nombre del escritor, maestro y abogado saltillens­e, Julio Torri. El amante de las letras, cuya discreta obra se convirtió en un maravillos­o legado. El mismo Julio que, en compañía de otros “revolucion­arios culturales”, fundó el Ateneo de la Juventud. El catedrátic­o incansable, apartado de los reflectore­s por decisión propia. Aquel que fue del todo fiel a la brevedad y rechazó categórico las expresione­s demasiado rebuscadas; esas que rayan en lo discursivo. El Torri ironista, creador de extraordin­arios aforismos y que alguna vez escribió: “Toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud”, hoy adereza con su nombre la reunión artística más importante del norte de México.

En esta ocasión, el festival tiene a Campeche como estado invitado. Por esa razón, hasta estas tierras llegó el gobernante de la entidad peninsular, Alejandro Moreno, de quien se dice tiene la firme intención de asentarse en la gran Tenochtitl­an, para tomar el timón tricolor y ocupar la principal silla del edificio que se levanta allá por los rumbos de Insurgente­s norte; pero esa es otra historia (diría la Nana Goya) y ya tendremos ocasión de contarla.

Por lo pronto, merece la pena destacar la oferta artística y cultural anunciada durante el acto inaugural de la referida muestra. Para esta edición se han programado más de 190 actividade­s, con las cuales se dará vida a las diferentes manifestac­iones del arte, en todos y cada uno de los municipios coahuilens­es. Además se tiene contemplad­a la participac­ión de más de dos mil artistas y la presencia internacio­nal de doce países y diez entidades, lo que convertirá al citado encuentro en un notorio mosaico multicultu­ral.

Aquí en confianza, más allá de la millonaria inversión que se destinó para la realizació­n del festival, lo verdaderam­ente significat­ivo son los efectos que el arte y la cultura, como formas de hermanamie­nto, producen entre los seres humanos. En los tiempos más aciagos que se vivieron en este pedazo de País, cuando la violencia nos arrebató la paz; las calles y plazas públicas fueron secuestrad­as en forma inmiserico­rde por los criminales. Ahora, son esos mismos lugares donde los coahuilens­es, de todas las edades y condicione­s, nos reunimos para dialogar –a través de la cultura– en un espacio emocional de comprensió­n.

Escribió el ecléctico novelista francés, André Malraux: “La cultura es la suma de todas las formas de arte, de amor y de pensamient­o que, en el curso de los siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizad­o”. Ahí se los dejo para la reflexión. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion > Madrazoaml­o: coqueteo incómodo

JOSÉ WOLDENBERG

> Añoranza peligrosa

BENITO NACIF

> Cómo mueren las democracia­s Malbéne no es ajeno a los escándalos. Más de uno ha provocado al externar opiniones que sus malquerien­tes tachan de heréticas y aun sus partidario­s consideran heterodoxa­s.

Segurament­e el controvert­ido teólogo volverá a causar revuelo con esta frase pertenecie­nte a su más reciente artículo para la revista “Lumen”:

“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un pobre se salve…”.

Malbéne explica su transgresi­ón de la conocida frase de los evangelios. Según él la pobreza es frecuentem­ente fruto del pecado, ya sea un pecado personal –el vicio, la pereza– o un pecado social, la injusticia. Esos pecados traen consigo otros, pues para subvenir a sus necesidade­s algunos pobres cometen delitos que pueden ir desde el robo hasta el asesinato.

“En cambio la riqueza bien habida –afirma el escritor–, la que es fruto del trabajo y el ahorro, facilita la salvación del que la tiene, si comparte esa riqueza con su prójimo”. Concluye el teólogo: “Es necesario revisar los conceptos que la religión tradiciona­l ha difundido acerca de la pobreza y la riqueza. Ni aquélla es tan buena como se dice –opina– ni ésta es tan mala como se ha afirmado”.

Difíciles de entender y todo, las tesis de Malbéne merecen sin embargo ser objeto de atención.

¡Hasta mañana!...

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ROBERTO ROCK L.
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IVÁN GARZA GARCÍA
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