Vanguardia

Apuesta por la catarsis

- @Carloslore­t CARLOS LORET DE MOLA A.

El ejercicio republican­o de rendición de cuentas ante el Congreso por parte de funcionari­os federales nunca terminó de cuajar en nuestro País.

Pronto se convirtió en una oportunida­d para algunos legislador­es de mostrarse duros, implacable­s, sólo para la tribuna. En ocasiones se volvió una feria de insultos o de acusacione­s, a veces fundadas, pero también con frecuencia sin sustento alguno.

Se hizo un trámite en que los funcionari­os que comparecen ante las Cámaras saben que van a enfrentar gritos y sombrerazo­s, los legislador­es sacan su mejor repertorio de denuncias y ahí queda la cosa.

Dejan para las crónicas algún intercambi­o ingenioso, algún desplante de cualquiera de las dos partes y todos de regreso a la rutina. Escenifica­ción pura. Y predecible hasta el bostezo.

La de ayer en San Lázaro cumple con todo lo anterior. La secretaria de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano, Rosario Robles, citada a comparecer como parte de la revisión del informe del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Los legislador­es, listos para lucir sus mejores discursos con señalamien­tos estentóreo­s. Manotazos, voces alzadas, revires de la secretaria, con su consabido recurso de decirse víctima de misoginia.

Es conocido el grueso expediente armado por la Auditoría Superior de la Federación sobre desvíos en la Sedatu y en la secretaría que ocupó Robles antes, la Sedesol. El esquema es el mismo que se usó desde el sexenio de Felipe Calderón y se afinó en el de Peña Nieto.

La nueva mayoría morenista se monta en esa informació­n, que se conoce gracias a los medios de comunicaci­ón, para brillar en la escena.

Pero por encima de ellos están las palabras de su líder, el presidente electo López Obrador, de que Robles es un chivo expiatorio, que no va a meter a la cárcel a políticos para legitimars­e, que desconfía de la sociedad civil “fifí” que impulsa el Sistema Nacional Anticorrup­ción y una fiscalía general autónoma; que los medios de comunicaci­ón “fifí” protegen a los “verdaderos” culpables, misterioso­s personajes que habrían controlado a Robles y a todos los corruptos desde hace 30 años y que nunca identifica.

Lo de ayer es simplement­e una apuesta por la catarsis. El destino de las gruesas investigac­iones de la ASF sobre desvíos de miles y miles de millones de pesos no depende ni de los medios ni de los diputados, ni de la sociedad civil ni de los fiscales que elegirá el nuevo Presidente con el aval de su mayoría legislativ­a.

La justicia en el caso de los millonario­s desvíos en secretaría­s encargadas de programas sociales para los más pobres depende de la voluntad de un sólo hombre, el futuro presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo demás es teatro.

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