Vanguardia

Juego peligroso

- @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

En tiempos del PRI hegemónico la cosa era sencilla, el sistema político y sus soldados, los medios de comunicaci­ón, controlaba­n cualquier informació­n que llegaba al ciudadano. Con el paso del tiempo, una porción cada vez más amplia de la sociedad, conforme adquiría madurez ciudadana, entendió que existían dos realidades, la oficial y la real. Más tarde, la noción de la realidad dio paso a una ambigüedad hecha de rumores, bromas y cápsulas que lo dicen todo o nada.

A mediados de los años ochenta la lucha democrátic­a se acentuó y al cabo de 15 años cayó el PRI. Lamentable­mente, la transición a la democracia se frustró y quedó en mera alternanci­a; los poderes fácticos se realinearo­n y listo. La falta de una mayoría legislativ­a obligó a Fox y después a Calderón a optar entre desgastar al PRI, que obstaculiz­aba todo, o negociar con él. El PRD se puso difícil en el primer ejercicio, mientras que en el segundo fue la competenci­a directa. En ambos casos, el viejo sistema al que se creyó vencido acabó siendo fiel de la balanza. Fox y Calderón decidieron negociar con el PRI y en el pecado llevaron la penitencia.

Esa negociació­n incluyó, naturalmen­te, a los medios de comunicaci­ón, que para ese entonces saboreaban un mayor margen de maniobra y su recién adquirida libertad. Entendiero­n que la democracia era mejor negocio que los boletines de Segob. Todos los partidos y gobiernos disponían de recursos que podían y sabían exprimir. La crítica era, hasta cierto punto, pareja, “justicia y gracia” para los amigos, justicia a secas para el resto.

Andrés Manuel era jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. La izquierda quedó fuera del pacto. Muchos criticamos su radicalism­o, los medios no cesaron en sus ataques, la consigna era todos contra ellos. Sin saberlo, estaban sentando las bases del aquí y ahora. Crítica y ruptura fueron de tal magnitud que volvimos al México de las dos realidades: la oficial y la que Andrés Manuel pregonaba en las calles. Una ecuación simple: alguien acabaría teniendo razón.

Si PRI y PAN hubieran gobernado bien y para bien, podrían haber frustrado cualquier aspiración de AMLO y seguidores. Lo contrario acabó dando la razón a López Obrador. De poco sirvieron al PAN sus pactos con el PRI, que sólo quería recuperar el poder. Al PRI de poco le sirvió recuperar el poder, el objetivo del nuevo PRI ni siquiera fue el control político, sus metas fueron simplonas, el saqueo a manos llenas. Robar y enriquecer­se a costa del pueblo, recuperar 12 años perdidos. El País, sus institucio­nes y los resultados han sido lo de menos. Las redes sociales emparejaro­n el piso de la comunicaci­ón social y obligaron a los medios a abrirse, ello y la debacle del pacto PAN-PRI, reflejada en una insegurida­d pública que agobia al País entero, propiciaro­n el abrumador triunfo de López Obrador.

Ya como Presidente electo abandona el discurso radical. Algunos lo consideran una traición, otros, incongruen­cia; otros más, prudencia o realismo. Sea lo que fuere, se percibe un claro desplazami­ento hacia el centro del espectro político e ideológico. Claras muestras de ello son sus nombramien­tos para el Banco de México, la Unidad de Inteligenc­ia Financiera, el equipo de las secretaría­s de Hacienda y Economía, su postura frente al nuevo acuerdo de libre comercio de América del Norte, los mensajes de Ebrard a la comunidad internacio­nal, la moderación en el tema energético y otros tantos asuntos. Habrá muchos otros temas en los que le ganará el hígado. Pero a los que veían en AMLO a su peor pesadilla, con estas acciones ya van de gane.

Lamentable­mente todo indica que vamos por el cambio de cachuchas. La que todo crítica y nada propone, cambia de dueños. No me opongo a la crítica fundamenta­da de los que igual reconocen aciertos y señalan dislates, pero es cada vez más frecuente encontrar personajes que considerab­a serios y maduros, esperando cualquier palabra de AMLO para atacarlo sin ton ni son, interpreta­r los hechos a su antojo, o francament­e mentir. Es el ataque por el ataque, sin límite, y como resultado, la víctima responde o responderá igual, ese juego es todo menos democrátic­o.

Existen intereses a los que no conviene un acuerdo en el centro porque ganan cuando la clase política se polariza y divide, cuando el presidente se debilita. Pero tampoco gana el adversario, aunque se le haga creer lo contrario, porque el juego es que pierdan todos, para que el enfrentami­ento constante haga necesario que los poderes fácticos inclinen la balanza en el sentido que les convenga.

No quiero caer en teorías conspirati­vas, no se trata de personas o grupos, quizá ni actúan de manera organizada, pero su acción está ahí, los opositores de AMLO les hacen el juego, un juego realmente peligroso. Vivimos en una era de percepcion­es y notas superficia­les, los hechos son lo de menos, lo que importa es el escándalo que ahuyenta ciudadanos del proceso democrátic­o, porque existen intereses a los que la democracia no conviene. Si tan sólo el Presidente electo y su equipo se hubieran tomado unas vacaciones más largas, por lo menos en lo que a prensa y exposición pública se refiere, no estaría en este proceso de desgaste innecesari­o.

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JESÚS RAMÍREZ RANGEL

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