Vanguardia

LA PALANCA

En Estados Unidos, la diáspora mexicana puede ser la palanca o el muro donde florezcan o mueran algunas de las políticas prioritari­as del nuevo gobierno

- SERGIO AGUAYO Twitter: @sergioagua­yo Colaboró: Mónica Gabriela Maldonado Díaz

Washington, D.C. Las acciones que emprenda el nuevo secretario de Relaciones Exteriores serán determinan­tes para el éxito o fracaso de algunas prioridade­s de la Cuarta Transforma­ción. Y con ese supuesto, nos guste o no, el cambio pasa por los Estados Unidos.

La semana pasada se presentó ante el Senado el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray. En la Cámara Alta le insistiero­n en el encuentro entre el candidato Donald Trump y el presidente Enrique Peña Nieto en agosto de 2016 y el descuido mostrado hacia los mexicanos en los Estados Unidos. Los abordaron por separado cuando tienen vasos comunicant­es.

El senador independie­nte Emilio Álvarez Icaza fue el primero en intervenir. Hizo una crítica directa: “La visita de Donald Trump –dijo– fue un agravio a la conciencia nacional”, de la cual responsabi­lizó a Videgaray diciéndole que “pasará a la historia […] como la persona que expuso a su Presidente y a su país a una gran vergüenza”.

Videgaray asumió la “responsabi­lidad”; fue una visita “apresurada [que] tuvo consecuenc­ias dolorosas y graves” y que provocó su “renuncia como secretario de Hacienda y Crédito Público”. Sin embargo, fue un error con final feliz porque “haber establecid­o una relación” con Trump y “su equipo de trabajo” (y eso incluye, por supuesto, al primer yerno de la Casa Blanca) “generó condicione­s de interlocuc­ión que solo México tenía” lo que desembocó en el nuevo acuerdo comercial.

Videgaray optó por compartir los laureles al elogiar la participac­ión “creativa y propositiv­a del doctor Jesús Seade representa­nte del Presidente electo”. Andrés Manuel López Obrador, por cierto, presume del papel que jugó: “todavía no hemos tomado posesión de la Presidenci­a, y se contribuyó a lograr este acuerdo, que permite certidumbr­e para la economía nacional”.

Es notable que la Cámara Alta aceptara tácitament­e una lectura incompleta. Me encuentro en Washington desde hace días y he conversado con personajes cerca- nos al proceso. Reconocen la labor de México, pero añaden otras dos explicacio­nes tras las concesione­s de Trump: el cabildeo de poderosos grupos económicos –estadounid­enses y mexicanos– a favor del acuerdo y el respaldo que éste recibió del establishm­ent de seguridad.

Independie­ntemente del peso específico que se quiera dar a los factores, hay una conclusión inevitable: en los grandes cambios históricos pesa el apoyo o rechazo que se genere en los Estados Unidos. El ejemplo más obvio es la guerra contra el crimen organizado. Para contenerlo y disminuirl­o, el nuevo gobierno deberá reducir el suministro de armas y eso dependerá de que México lo incluya en un debate que acá rehúyen. Esto conduce al segundo tema tratado por los senadores.

Gina Andrea Cruz Blackledge (PAN) le reclamó a Videgaray la “baja en la atención a nuestros connaciona­les” y Clemente Castañeda (MC) subrayó que los “migrantes mexicanos sienten que su gobierno ha estado prácticame­nte ausente”. Videgaray se defendió elogiando el esfuerzo de los 50 consulados y la embajada. Es indudable la abnegación de algunos funcionari­os, pero la norma en este tema ha sido el interés episódico de funcionari­os, políticos o dependenci­as; nunca una política de Estado.

¿Podrá, sabrá, querrá, el nuevo gobierno incorporar esta variable para apuntalar las reformas de fondo que intentarán en el interior? En sí, se trata de reconocer el protagonis­mo potencial que tiene la diáspora mexicana dispersa por el mundo y que, su mayor densidad, se encuentra en los Estados Unidos.

El nuevo gobierno heredará el trabajo realizado hasta ahora con el Instituto de los Mexicanos en el Exterior y la Red de Talentos. Si añadimos las organizaci­ones creadas por nuestros connaciona­les, están sentadas las bases para un diálogo que permita al nuevo gobierno hacer una cartografí­a sobre las capacidade­s reales y potenciale­s. Si le dan tiempo y recursos a una política de Estado, están puestas las condicione­s para que empiece a expresarse en los Estados Unidos un lobby mexicano. Ello modificarí­a los términos de una relación que debe ponerse al día.

En síntesis, en Estados Unidos la diáspora mexicana puede ser la palanca o el muro donde florezcan o mueran algunas de las políticas prioritari­as del nuevo gobierno. En unas cuantas semanas sabremos si renacerá la política exterior.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico