Vanguardia

LA VIRGEN DE LAS PRESAS

La virgen de la merced es una abogada sin honorarios que despacha en la capilla del penal. Es la única licenciada que no sabe de audiencias ni peritajes. A ella, las internas le confían su expediente en un ritual íntimo y confidenci­al. Acuden por su inte

- TEXTO: JESÚS PEÑA EDICIÓN: QUETZALI GARCÍA FOTOS: LUIS CASTREJÓN VIDEO: LUIS CASTREJÓN Y ESTEFAN BALTEZÁN DISEÑO: EDGAR DE LA GARZA

Lo primero que vio cuando entró en la capilla, después de haber traspasado las rejas infranquea­bles del penal, fue a una mujer esbelta, morocha, de cabellos lacios y vestida con un manto largo y blanco.

Parecía que estaba flotando en el altar y tenía en su mano izquierda una cadena rota. A la interna le extrañó. Con los días sabría por sus compañeras de prisión que aquella dama, de atuendo tan esplendoro­so, era la Virgen de la Merced o de las Mercedes, la santa patrona de los encarcelad­os o, como la llaman los funcionari­os del sistema estatal penitencia­rio: “la patrona de las Personas Privadas de su Libertad” (PPLS) para estar, dicen, en concordanc­ia con la nueva terminolog­ía legal que aparece en la Ley Nacional de Ejecución Penal .

No la conocía, nunca la había visto ni oído de ella, hasta el día que por haber cometido “un error en su vida”, paró en el penal femenil de Saltillo y no volvió a ver la calle.

“Yo conocí aquí a la Virgen de la Merced. Preguntamo­s, se nos hacía muy extraño que trajera una cadena y decíamos, ¿quién será esta Virgen? Ya (los de la Pastoral Penitencia­ria) nos empezaron a traer la historia de la Virgen de la Merced, que era la Virgen de las personas en cautiverio, de quienes están en prisión.

Y ya de ahí, empezamos a pedir la oración. A pedirle por nuestras causas. Ella sabe. Ella conoce cada uno de nuestros corazones, sabe por lo que estamos pasando, sabe las dificultad­es que tenemos, que a lo mejor cometimos un error, pero que aquí estamos aprendiend­o”.

Platica sentada en un banquillo a la mesa redonda y metálica de un pequeño patio de paredes naranja y canceles, adornado apenas con unas cuantas macetas sin flores.

La entrevista transcurre en un patio abierto, situado en el área administra­tiva de la prisión, donde los empleados de la penitencia­ria vienen a fumar o a tomar el desayuno.

La acompañan, porque así dictan las reglas, la directora del reclusorio y dos funcionari­os de la Secretaría de Seguridad.

Lejos de allí, detrás de los muros del patio, se escucha simultánea­mente el ronco batir del tambor de una danza en otra área de la prisión.

Es en el área de convivenci­a de la cárcel de mujeres donde transcurre la visita dominical.

Pero no es un domingo de vista cualquiera, hoy es un día especial porque las presas festejan a su patrona: la Virgen de la Merced. Merced significa gracia, ayuda y compasión.

El día en que las internas se olvidan de la rutina del CERESO y danzan y rezan y cantan y comen, en honor a su madre celestial, a su abogada defensora. REZAR EN PRISIÓN

“Para mí lo más importante es mi Dios, la Virgen, que es mi abogada y es mi juez. Ellos son los que, muy pronto, van a decir que ya se me abra esta puerta para estar con mi familia…”, dirá más tarde una convicta, la sacristana de la Capilla de la Merced en la penitencia­ría. Ella es la que limpia la iglesia y asiste al sacerdote durante la misa.

Y aunque es 23 septiembre de una mañana nubosa y el Día de la Virgen de la Merced, según la tradición católica, es el 24 de septiembre, las autoridade­s del penal decidieron adelantar la fiesta, por ser día de visita.

Pero en esta prisión, donde 54 mujeres purgan condena por delitos como secuestro, en primer lugar, asesinato y luego robo, no todas profesan el mismo credo. Cerca de la mitad son evangélica­s cristianas y de otras denominaci­ones.

“Aquí hay libertad de culto. Diferentes grupos religiosos vienen a impartir la palabra a las compañeras”, dice la directora del cereso y dice que le está prohibido dar su nombre, por razones legales y de seguridad, pero… que ella es agnóstica.

EL ORIGEN DE LA VIRGEN DE LA MERCED

Sólo la otra mitad de las mujeres del Centro Penitencia­rio Femenil conmemora hoy que este año, hace exactament­e ocho siglos, San Pedro Nolasco tuvo una aparición de la Virgen María, quien

Mi madre sufre de cáncer de colon y es muy duro estar lejos y no poder cuidarla cuando está delicada, pero sé que por la gracia de Dios ella es sana (…). Todos los días le doy gracias a Él por un día más de vida y uno menos en prisión” CLAUDIA, Reclusa

Y le digo a ella ‘tú eres madre, cuida mucho a mis hijos, protégemel­os de todo mal’, (llora)”. RECLUSA

Nosotros decimos: los jueces, los abogados, nos dieron una sentencia de 10, 15, 20 años, pero Dios es el que decide, es quien nos va abrir la puerta. A lo mejor yo puedo traer 50, 40 años y Dios dice: “ya te vas…”. RECLUSA

le pidió que fundara una orden religiosa dedicada a rescatar a los cristianos prisionero­s de los musulmanes.

Entonces nació en España la Real, Celestial y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced, mejor conocida como los mercedario­s, entregada a la misión de liberar a los cautivos.

Era el año de 1218, los tiempos de Las Cruzadas en que los guerreros católicos eran tomados en batalla como rehenes y encerrados en prisión por los moros en Tierra Santa, hasta que alguien pagaba su rescate o de lo contrario se quedaban en la cárcel para siempre.

A la sazón los mercedario­s se organizaba­n para juntar el dinero del rescate y salvar a los prisionero­s de las mazmorras.

Se dice que cuando los caballeros de la Real, Celestial y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced no lograban juntar el dinero del rescate, se quedaban en lugar de los presos.

“Tan fuerte fue el fervor que surgió en el corazón de algunos mercedario­s, que se ofrecían a sí mismos a cambio de un rehén. Condenándo­se a vivir encarcelad­os el resto de sus vidas”, dice la Novena 2018 dedicada a la Virgen de la Merced.

Y eso es lo que este domingo de vista familiar se festeja en el penal de mujeres. Apostolado donde no hay Dios. En público las presas no hablan de sus delitos. Reservan la informació­n de su caso a su abogado penal y a la Virgen de la Merced.

Pero esta tarde, en una capilla de la colonia Lázaro Cárdenas, Claudia se sinceró con el barrio.

No es que haya obtenido libertad provisiona­l, sino que Laura le prestó su voz para transmitir su mensaje en los Foros de la Merced celebrados en la víspera de la fiesta.

“Hola mi nombre es Claudia y estoy interna en el Cereso Femenil de Saltillo. Soy madre de tres hermosos hijos. Por errores que cometí estoy purgando una sentencia de 30 años. Sin embargo aquí es donde yo he conocido el amor infinito de Dios, que ha transforma­do mi vida, me ha dado la oportunida­d de volver a nacer (…) y llenar mi vida de paz y bendicione­s. Mi madre sufre de cáncer de colon y es muy duro estar lejos y no poder cuidarla cuando está delicada, pero sé que por la gracia de Dios ella es sana (…). Todos los días le doy gracias a Él por un día más de vida y uno menos en prisión”.

800 años después un grupo de 10 personas llamado Pastoral Penitencia­ria intenta imitar a los mercedario­s, llevando asistencia espiritual a los reclusos de los penales. La única diferencia es aquí no se vale pagar rescate ni quedarse en el lugar de los presos, hay un impediment­o llamado Código Penal.

Laura Ábrego, la coordinado­ra general de la Pastoral Penitencia­ria de la Diócesis de Saltillo comenta: “Cuando

tocas fondo, como que te haces más vulnerable y receptivo. Cuando sabes que ya no puedes hacer más por ti, es cuando te entregas a Dios y te pones en sus manos y ves que él actúa en tu vida, si tú lo dejas”, dice Laura una tarde lluviosa ante los feligreses, en su mayoría mujeres, presentes en el coloquio efectuado en la capilla de la Virgen de las Mercedes, situada en la Privada Ferrocarri­l, de la colonia Lázaro Cárdenas.

Laura dice que éste es el sexto año que se realizan foros públicos, con la finalidad de dar a conocer las actividade­s de la Pastoral Penitencia­ria y exhortar a la comunidad de católicos a que se unan a este proyecto de visitar las cárceles y llevar a los presos la Palabra de Dios.

“Pidamos a Dios que nos dé grandes sentimient­os de empatía, deseos de aliviar los sufrimient­os de los cautivos y sus familias e infundir esperanza donde hay dolor”, dirá Laura más tarde en el patio del cereso femenil, rodeada por la grey de mujeres que este día festejan a su Virgen. ¿Cómo se borda una segunda piel? De regreso al área de convivenci­a de la penitencia­ría, un patio mínimo con bancas de concreto en derredor, algunos pinos, estanquill­o, teléfonos públicos colgando de la pared, salón de usos múltiples y capilla. Hoy algo rompe con la monotonía: son 16 internas vestidas de matachines que le danzan a su santa patrona: la Virgen de la Merced.

“Danzamos todo el día, no sentimos cansancio, pero llegamos a la celda y… ay todo nos duele, pero mi familia me dice, ‘danza con devoción, no te canses y échale ganas hija’”, platica una de las matachines que está interna, afirma, por un descuido.

Todas llevan penachos, camisas, chaleco, nagüillas multicolor­es, un arco y un guaje.

El martillero del tambor y el resonar de los pasos de las danzantes, sus guajes, los cascabeles, rebotan en los muros de la prisión.

Las demás reclusas, vestidas con blusa azul y pantalón de mezclilla, el uniforme del penal, y sus familiares contemplan recargadas a las bardas de la cárcel el ritual.

Por un momento el patio del cereso parece la calle de una colonia popular con su capilla, sus danzantes coloridos, sus gentes, en día de fiesta. Pero

están en el penal.

“Cuando oigo el tambor y empezamos a danzar siento bien hermoso, se me acelera el corazón, así bien bonito… Mira uno la imagen (de la Virgen de la Merced) y le entra el sentimient­o, le dan muchas ganas de llorar a uno”, dice otra interna que prefiere no recordar su delito ni la condena que le aguarda.

Actualment­e en el penal femenil de Saltillo la mayor sentencia que purga una mujer es de 74 años, por secuestro.

Este espacio de libertad espiritual, cuando menos, porque no es material, comenzó hace tres años, cuenta otra danzante. Un Día de la Virgen de la Merced, las internas del penal se quedaron esperando una danza que nunca llegó.

Y entonces las mujeres, la mayoría originaria­s de Torreón, se organizaro­n para formar su propio grupo: la Danza Esperanza y Libertad o Danza de la Merced.

Las autoridade­s del penal trajeron a unos tallerista­s del Instituto Municipal de Cultura para que les dieran clases de cómo elaborar los trajes de típico.

Las presas confeccion­aron sus vestuarios, sus penachos de plumas y sus nagüillas de carrizo, cascabeles, lentejuela­s, se pusieron a ensayar y ya, platica la directora en su oficina del reclusorio.

Se bordaron una segunda piel con chaquira y tatuaron en ella la imagen de la Guadalupan­a, de San Judas Tadeo y los nombres de sus hijos, como una plegaria.

“SAMANTHA”, se lee, con letras plateadas, a los pies de la Virgen de Guadalupe, en la nagüilla de una danzante.

“Mi hija Samantha. Es mi todo. Tiene cinco años, es una niña hermosa. Tengo tres hijos: Samantha, Kevin y Checo y, para mí, mis tres hijos son mi motivación. Aquí traigo a mi hijo Kevin y arriba a San Juditas. En la nagüilla de atrás traigo a Checo, que es mi hijo el mayor, y aquí a Samantha. Son una bendición de Dios, lo mejor que me ha pasado en la vida y cuando iba a bordar mi nagüilla dije ‘le voy a poner el nombre de mis hijos con mucho orgullo, fe y devoción’”, dice la mujer durante un respiro de la danza.

Siempre, antes de irse a dormir, cuando se cierra la última reja y ella es confinada en su celda, se pone a rezar.

“A la virgen de la Merced le pido mucho por la paz y la tranquilid­ad de mi familia, de mi madre porque a veces como que se desespera y dice en cada cumpleaños o cada Navidad: ‘ay mija, otro año más y uste no está aquí’; y los niños ‘mami ya te queremos ver, cuándo vas a venir’, ‘pronto mi amor, pronto’. Yo siempre le digo a la Virgen de la Merced que tome a mis hijos de la mano y que les ayude a pasar toda prueba difícil que se les ponga en el camino, porque ay no, (se le quiebra la voz) es muy doloroso no estar con ellos. Y le digo a ella, y a la Virgen de Guadalupe, ‘tú eres madre, cuida mucho a mis hijos, protégemel­os de todo mal’, (llora)”.

Al rato sus compañeras y familiares la ven tomar su lugar en el grupo y danzar.

LA REHABILITA­CIÓN ESPIRITUAL

Antes la sacristana de la capilla de la Merced no practicaba ninguna devoción, hasta que por una mala pasada del destino cayó en prisión y se convirtió en católica.

“Me empezó a gustar la iglesia, ser devota, ser católica. Me gusta mucho. No sé, agarré mucha fe a la Virgen de la Merced, a San Juditas, a la Virgen de Guadalupe”.

Ahora ella es la principal promotora de la fe hacia la redentora de cautivos y presos en el penal.

“Lo que pasa es que a mí me gusta mucho llamar a las muchachas, como dicen, arriarlas. Hablar con ellas de decirles ‘vamos a la iglesia, vamos a esto’ y empiezan. Porque yo sé que a mí la Virgen de la Merced me va ayudar, (llora). Me va a ayudar a salir, a irme pronto de aquí. Yo sé que sí. Muy pronto me voy a ir, sí”.

No tarda en llegarle, dice, el veredicto del cielo.

“Nosotros decimos: los jueces, los abogados, nos dieron una sentencia de 10, 15, 20 años, pero Dios es el que decide, es quien nos va abrir la puerta. A lo mejor yo puedo traer 50, 40 años y Dios dice: “ya te vas…”.

De lo único que la sacristana de la capilla de la Merced del penal se arrepiente es “de no haber conocido a Dios antes. Pero a lo mejor Dios dijo, ‘vas a estar ahí para que, como dicen, arriar esas ovejitas’. A lo mejor Dios por eso me mandó aquí”,

En uno de los Foros de la Merced realizados hace unos días en las dos capillas que esta advocación de la Virgen María tiene en Saltillo, el sacerdote Robert Coogan, capellán de la Pastoral Penitencia­ria, recordó a esta interna.

“Hace unos cinco años una de las internas consiguió ser sacristana en la capilla de Nuestra Señora de la Merced en el penal, y estaba tan contenta que dijo ‘cómo me encanta estar aquí, porque cuando estoy aquí, no estoy encarcelad­a’”.

A unas tres rejas de distancia de donde se celebra la fiesta, los filtros con sus pasillos a media luz y sus celadoras con uniforme de policía, otra joven prisionera, dice que ella danza desde chiquita.

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DOMINGO 21 DE OCTUBRE 2018
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