Vanguardia

¿Quién y para qué quería entrar a casa del arzobispo?

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Que este año ha estado marcado por los altos índices delincuenc­iales que se encaminan a marcar un récord en el País no resulta una novedad, sin embargo, que en este marco un importante personaje de la Iglesia Católica haya sido una víctima, resulta alarmante.

El comentario viene a cuento tras el episodio violento que se suscitó ayer dentro de la casa de Norberto Rivera Carrera, arzobispo emérito de México, en donde tres pistoleros ingresaron y fueron repelidos por escoltas a cargo de la seguridad de quien fuera el más alto jerarca de la Iglesia Católica en México.

Aunque las versiones iniciales de las autoridade­s presentan una contundenc­ia en torno a que este hecho no sería un atentado en contra de Rivera, sí despierta las dudas sobre ¿quién y para qué buscaba entrar con violencia a la vivienda del otrora jerarca católico?

Este no es el primer hecho de violencia en donde se ve involucrad­o un integrante de la Arquidióce­sis de México. En mayo del año pasado, el sacerdote José Miguel Machorro fue apuñalado al interior de la Catedral Metropolit­ana, luego de un par de meses de atención médica, falleció.

En aquel entonces, el “fantasma” de una agresión terrorista recorrió las investigac­iones iniciales, sin embargo, las autoridade­s lo descartaro­n al conocer que el agresor padecía un trastorno psicótico.

En el caso de Rivera, la preocupaci­ón se centra en dos temas: por un lado, el alto perfil que tuvo Rivera Carrera por la que políticos, empresario­s y hombres de poder compartían el mismo círculo, lo cual lo colocó en una posición de relieve dentro de la sociedad mexicana.

Por otro lado, también no se puede desdeñar que Rivera Carrera ha sido involucrad­o en investigac­iones por presuntame­nte haber encubierto durante su estancia al frente de la Arquidióce­sis de México a sacerdotes acusados de pederastia.

Es por ello, que la autoridad debería agotar todo indicio presente en las investigac­iones para que se descarte por completo que este hecho pueda representa­r un episodio de intoleranc­ia religiosa o cualquier otra lamentable circunstan­cia de esta índole.

El sobre amarillo que dejaron previament­e en casa de Rivera puede resultar clave para entender qué sucedió ayer, máxime que ocho años atrás, el mismo Rivera recibió en la curia del Arzobispad­o de México otro paquete sospechoso, el cual contenía material explosivo que fue desactivad­o en ese entonces por las autoridade­s.

El mismo sacerdote en retiro lo dijo ayer durante una entrevista televisiva con el canal de noticias Foro TV.

“Ellos venían con deseos de agredir, no tengo idea quiénes sean, ni por qué hayan venido”, sostuvo Rivera.

Con todos estos antecedent­es, las autoridade­s deberán dejar en claro, para la tranquilid­ad de todos y en especial de la Iglesia Católica: ¿Quién y para qué buscó entrar a punta de disparos a la casa del arzobispo emérito de México?

Es lo menos que se puede esperar.

Aunque las versiones iniciales de las autoridade­s presentan una contundenc­ia en torno a que la agresión en casa de Rivera no sería un atentado en contra del arzobispo emérito, sí despierta dudas

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