Vanguardia

Nuevo enemigo de López Obrador

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Por una razón inexplicab­le, Andrés Manuel López Obrador sigue cosechando enemigos antes de que asuma la Presidenci­a. El tiempo de construir lo ha dedicado en buena medida a destruir, al pelear con diferentes sectores. Internamen­te la emprendió contra las Fuerzas Armadas y contra la burocracia, a los que acusó de violadores de los derechos humanos, corruptos y llenos de privilegio­s. Hacia fuera, se ha confrontad­o notoriamen­te con empresario­s y medios de comunicaci­ón. No son todos, pero esta muestra permite ver hasta dónde está dispuesto a llegar para lograr lo que denomina la Cuarta Transforma­ción. No tiene tiempo que perder, y a 40 días de asumir el poder está clara la ruptura.

Las reacciones por los agravios han surgido de diferente manera. Hacia el interior de la administra­ción pública, el ejemplo más sobresalie­nte es la burocracia, que no ha chocado con él; simplement­e, lo está abandonand­o. Cerca de mil funcionari­os han solicitado su jubilación anticipada o piensan renunciar, que es una acción colectiva, no consensuad­a, que López Obrador ha desestimad­o. Hacia fuera de lo que será su gobierno, agentes económicos y sociales están observando el reordenami­ento del régimen que quiere edificar, para ir encontrand­o su nuevo rol.

Al no ser aún presidente constituci­onal, la ruta la señala el legislativ­o, donde las mayorías de Morena en el Congreso y el Senado avasallan a la oposición para apurar los cambios legales que necesita la Cuarta Transforma­ción. El Poder Legislativ­o, uno de los tres pilares del Estado Mexicano, está sometido al presidente electo, quien los tiene subordinad­os, convertido­s en obreros de la fábrica de leyes donde trabajan como autómatas parlamenta­rios. No hay espacio para la discusión ni para el cuestionam­iento en las cámaras. El aplastamie­nto a las minorías se da con sevicia política. La urgencia por servir al jefe político de una forma acrítica, peligrosam­ente, ha eliminado al Poder Legislativ­o como uno de sus pesos y contrapeso­s.

Elizur Arteaga, amigo de López Obrador y uno de los más brillantes constituci­onalistas que ha dado este país en los últimos 50 años, escribió en septiembre en

Proceso: “Morena ha asumido parcialmen­te el poder; lo ha hecho durante unos días. A pesar de ello, ya tuvo salidas en falso; ha violado la Constituci­ón Política, las leyes, los reglamento­s y las prácticas parlamenta­rias… Morena pretende aglutinar a hombres libres y dignos. Nos comprometi­mos a realizar un cambio verdadero, y este únicamente se puede alcanzar dentro de la ley”. La descripció­n de los primeros días legislativ­os de Morena realizada por el maestro Arteaga y su crítica legalista, no tuvo mella alguna. En las cámaras abandonaro­n el papel de contrapeso del Ejecutivo y está hincada ante López Obrador.

Ahí, en el intento de conculcar la Constituci­ón, es donde está la resistenci­a de fondo más abierta. El Poder Judicial, otro de los tres pilares del Estado, escogió una ruta diferente a la de muchos actualment­e: confrontar al presidente electo. Dentro del Poder Judicial están decididos a enfrentar el proceso de desinstitu­cionalizac­ión implícito en la Cuarta Transforma­ción, y oponerse al proceso de destrucció­n de las institucio­nes como las conocemos. Si acaso a alguien se le olvida, el cambio en el proyecto de López Obrador no es el remplazo de cuadros únicamente, sino la transforma­ción de institucio­nes, que no sean autónomas –de ahí los ataques al INE, al Tribunal Electoral, al Banco de México, o al INAI-, o que no estén bajo su control, como lo esfuerzos por acotar y transforma­r al Poder Judicial.

El ataque al Poder Judicial comenzó con la presión para que reduzcan sus salarios, bajo el discurso de la austeridad republican­a, que no sólo viola la ley al vulnerar su autonomía, sino afecta su funcionami­ento. Siguió con una serie de iniciativa­s de Morena para que el legislativ­o sea quien fije los plazos de las asignacion­es de los jueces y magistrado­s, y no el Consejo de la Judicatura. En la cocina del presidente electo se encuentra también la desaparici­ón de la Suprema Corte por un Tribunal Constituci­onal.

Los jueces y magistrado­s están en desacuerdo. Colectivam­ente están analizando estrategia­s para defender la independen­cia judicial. La separación de poderes no es algo nimio, ni su defensa algo que deba ser liquidado por los pericos del presidente electo en las redes sociales. La separación de poderes surge de siglos de desarrollo político y filosófico, y tiene en Aristótele­s, con su tratado Política, a su padre. La independen­cia del Poder Judicial es uno de los principios más importante­s del Estado de Derecho y, en palabras de James Madison cuando se escribía la Constituci­ón de Estados Unidos, busca protección de la “tiranía de la mayoría” al formar parte de un diseño de gobierno balanceado, con tres ramas iguales pero separadas, el Ejecutivo, el Legislativ­o y el Judicial.

Desapareci­do o disminuido el Legislativ­o como poder, el Judicial llevará su defensa al Instituto Interameri­cano de Responsabi­lidad Social y Derechos Humanos, cuyo presidente Víctor Rodríguez Rescia, quien actualment­e también preside el Centro Civiles y Políticos en Ginebra, ya sostuvo su primer encuentro con jueces y magistrado­s mexicanos para tomar el asunto. Es decir, la estrategia es internacio­nal. Llevarán el caso a tribunales extranjera­s, donde lo que está sucediendo en México no pasará desapercib­ido, porque el alegato de cómo se está afectando la independen­cia y autonomía del Poder Judicial, es persuasivo.

Si López Obrador no comprende o no quiere ver el daño que le está empezando a hacer a su Presidenci­a antes de entrar en funciones, su equipo tiene que hacérselo notar. Debe corregir para evitar que lo vean y traten en el mundo como un político empeñado en destruir el funcionami­ento de una democracia para convertirs­e en autócrata.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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