DE AMIGO A AMIGO, LA CHINCHE (EN EL OJO)
El Quijote II, 12
Luego de larga conversación
nocturna en el campo, “debajo de unos altos y sombrosos árboles”, que sobre diversos tópicos sostuvieron don Quijote y Sancho Panza, hasta que el sueño venció al escudero y su amo quedó dormitando, el narrador de la novela aprovecha para escribir sobre algo que reconoce descuidó al componer “esta verdadera historia”, como hacer amplia referencia a la gran amistad que se profesan el caballo de don Quijote, llamado Rocinante, y el asno de Sancho, conocido como “el rucio”, por su color pardo.
Sostiene el autor que a Rocinante y al rucio se les “había comparado con la amistad que tuvieron Niso y Euríalo (personajes de la Eneida, paradigma de amigos), y Pílades y Orestes (de la mitología griega, amigos ejemplares); y si esto es así, se podía echar de ver, para universal admiración, cuán firme debió ser la amistad de estos dos pacíficos animales (Rocinante y el rucio), y para confusión de los hombres, que tan mal suelen guardarse amistad los unos a los otros. Por eso se dijo: No hay amigo para amigo: las cañas se vuelven lanzas. Y el otro que cantó: De amigo a amigo, la chinche…etc.”.
En tiempos de Cervantes, según explicó Hernán Núñez hacia 1555, el refrán decía: “De amigo a amigo, chispa en el ojo”, pero también Núñez dio cuenta de que otros decían: “la chinche en el ojo” (versión que fue la citada por Cervantes, aunque de manera incompleta), y otros más: “chinela en el ojo”.
El dicho hace notar que cuando los amigos se en-ojan son capaces de lastimarse en algo que mucho se valora como es la vista, es decir, en los ojos. Hoy se dice que un amigo “le picó los ojos”.