Vanguardia

IRRACIONAL­IDADES

- SERGIO AGUAYO Twitter: @sergioagua­yo Colaboró Zyanya Valeria Hernández Almaguer.

Al Centro Pro, constructo­r de un México mejor. BOSTON.- La irracional­idad corroe la civilidad. ¿Cómo detenerla?, ¿cómo revertirla? Lo discuto con la manipulaci­ón electoral que están haciendo en los Estados Unidos con la caravana centroamer­icana y la política cómplice seguida por el gobierno de Enrique Peña Nieto.

La historia está hecha de colisiones entre la razón y el oscurantis­mo. Cuando Galileo retó a la Inquisició­n con su lectura del universo, aceleró una revolución científica que Hegel capturaría, tiempo después, en una frase que define una época. Cuando dijo: “lo real es lo racional” sepultaba –simbólicam­entela invocación a la voluntad divina que manejaban a su convenienc­ia papas, monarcas y nobles y anunciaba la llegada de una era en la cual la vida pública tendría que legitimars­e por lo “racional” que sería lo único “real”.

Nunca hubo un corte quirúrgico y definitivo. Tenemos siglos oscilando entre los dos impulsos como puede observarse en Europa, Brasil y los Estados Unidos. Este último país se convirtió en potencia basándose en el conocimien­to, sin que se eliminaran ideas tan retrógrada­s como la superiorid­ad de una raza y la negación del otro. Creencias que han adquirido protagonis­mo político desde la irrupción de Donald Trump en la política estadounid­ense.

El enfrentami­ento entre liberales y conservado­res es integral y fácilmente observable. Tomemos el contenido de los noticieros de las grandes televisora­s estadounid­enses. La cadena Fox difunde los puntos de vista conservado­res y tiene un auditorio de 2.3 millones durante la hora punta. Los liberales responden desde MSNBC y CNN que tienen, entre los dos, casi tres millones de personas durante el mismo horario. Siguen métodos de argumentac­ión diferentes. En el espacio conservado­r es frecuente escuchar afirmacion­es con escaso (o dudoso) sustento fáctico; en el campo liberal, hay un esfuerzo por dar las razones y argumentos exigidos por el protocolo de una democracia liberal.

Para los conservado­res, la caravana de migrantes centroamer­icanos que cruza México es una horda de extranjero­s que “invadirán” los Estados Unidos, alentados por los demócratas y financiado­s por George Soros. El deber de los patriotas es detenerlos y Trump está encabezand­o la defensa con el envío de más de cinco mil soldados a la frontera común.

El mensaje es frágil, pero cuando tomaba fuerza, salió de la marginalid­ad social un desquiciad­o antisemita que, armado de fusil y pistolas, entró el sábado pasado a una sinagoga para matar judíos y salvar a la patria; murieron ocho varones y tres mujeres. Su odio y resentimie­nto venía de que una prestigiad­a organizaci­ón judía, HIAS, ayuda a refugiados centroamer­icanos; era, por tanto, cómplice de la conspiraci­ón que busca destruir a los Estados Unidos. La tragedia y la reacción de Trump y los republican­os han elevado el nivel de la animosidad, cuando faltan unos días para unos comicios trascenden­tales. El martes próximo se medirán en las urnas las dos visiones del mundo. En este momento, los analistas serios coinciden en lo incierto del resultado y en que será otro episodio en una guerra sin desenlace a la vista.

Al darle paso a la caravana, Enrique Peña Nieto volvió a jugársela con Trump y los conservado­res. Su decisión es lógica; lo sorprenden­te es el absurdo silencio de las nuevas élites políticas que optan por evadir una discusión indispensa­ble. El tema es difícil y espinoso, pero es absurdo que el Senado pase por alto la política peñanietis­ta hacia la caravana. ¿Conviene a México apoyar tanto a los conservado­res?, ¿existen alternativ­as?

Con su indiferenc­ia, evaden las consecuenc­ias de la globalizac­ión y de compartir fronteras con zonas en ebullición. Nos afecta directamen­te lo que pasa en América Central y en los Estados Unidos. De hecho, la estrategia migratoria y de seguridad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se verá influida por lo que pase el próximo martes en los Estados Unidos.

México carece de una política exterior a la altura de lo que estamos viviendo. Tan irracional es el discurso de los que categoriza­n a la caravana como una conspiraci­ón antiestado­unidense, como la negativa de los gobernante­s mexicanos a discutir cómo enfrentare­mos las amenazas externas a nuestras fronteras y a nuestro futuro.

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