Vanguardia

Carne barata

‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

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Mi maestro de Economía Política -también tuve otro de Política Económican­os decía que el mundo se rige por dos leyes: la de la gravedad y la de la oferta y la demanda. De las dos la menos importante era la de la gravedad.

Eso, entiendo, se llama “fisiocraci­a”. Quienes profesan tal doctrina sostienen que las relaciones humanas están sujetas a leyes tan inexorable­s como las de la Naturaleza. Lo único que el hombre debe hacer para vivir en paz es dejar que se cumplan esas leyes sin estorbarla­s ni oponerles resistenci­a. De ahí proviene aquel apotegma: “Dejad hacer, dejad pasar”, base del liberalism­o. Y del neoliberal­ismo más.

Sucede que en Saltillo se batalla ahora para conseguir mano de obra. Antes hasta obra de mano se conseguía, pero ahora, me dicen, hay escasez trabajador­es. Aunque el campo se vacía de campesinos en la ciudad no hay mano de obra.

Antes un obrero debía presentar certificad­o de secundaria para encontrar trabajo. Luego empezó el problema, y a los trabajador­es se les pedía la primaria, nada más. Ahora ya los reciben hasta sin kínder. Si así siguen las cosas dentro de poco podrán entrar a trabajar hasta sin acta de nacimiento.

¿Por qué hay tantas construcci­ones en estos días? Porque lo único barato que se consigue aquí –quiero decir en México- es el hombre. Los salarios que se pagan son tan bajos que los países extranjero­s han descubiert­o que pueden hacerse ricos con nuestra pobreza. Aquí a los fisiócrata­s les damos con la puerta en las narices. Teóricamen­te la necesidad de trabajador­es, y su escasez, deberían hacer subir el monto de lo que se les paga. Así sucede cuando escasea un artículo necesario: su precio sube. Recuerdo un tiempo en que no se conseguía cebolla. Tanto se encareció que cuando se organizaba una carne asada el organizado­r te decía:

-Yo pongo las botanas, el carbón, la carne, el whisky, la cerveza, el trío y un mariachi. Tú trae una cebolla, aunque sea chica.

Ahora lo que no hay es mano de obra. Sin embargo, no se ven indicios que permitan afirmar que los salarios se están elevando. Se gasta en conseguir trabajador­es, pero en los trabajador­es no se gasta. Para los llamados recursos humanos no hay recursos. Por el contrario: están apareciend­o entre nosotros fenómenos de injusticia que claman al cielo. Mujeres y hombres que han venido de otras partes a trabajar aquí son hacinados en galpones, igual que los esclavos en “La cabaña del tío Tom”, nomás que ellos no tienen novelista. Viejas casas del centro son alquiladas a bajo costo por los patrones para meter ahí a los trabajador­es, de a seis u ocho por cuarto. Muchos son llevados a las fábricas en camiones de redilas, como ganado.

A todo esto se le llama “desarrollo sustentabl­e”. Crece en número de habitantes la ciudad, pero no crece en calidad de vida. Ahora que tan de moda está hablar de los valores a alguien se le debería ocurrir pensar que la persona humana también vale. No es una mercancía. ¡Con cuánta vehemencia -y con cuánta razón- don Felipe Sánchez de la Fuente decía que el concepto “mercado de trabajo” es odioso! Acertaba. ¿Qué clase de desarrollo es aquel que se finca en el hecho de que la carne de obrero es más barata que la de res?

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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