Vanguardia

Cuentos de terror

- @lharanda

El género de terror ha sido poco abordado por la literatura mexicana. De ahí que descubrir Los niños de paja de Bernardo Esquinca resulte alentador y refrescant­e para quienes disfrutan sentir cómo los recorre el escalofrío a cada vuelta de página. Lectura muy recomendab­le donde se celebra por un lado a los fantasmas y por el otro el Día de Muertos.

Nacido en Guadalajar­a en 1972, Bernardo Esquinca ha escrito narrativa y ensayo. Su obra está influida por la cultura pop del cine, las series de televisión, la nota roja y la pornografí­a. Durante un tiempo fue productor y locutor de Radio Universida­d en la capital jalisciens­e.

En Los niños de paja (editado por Almadía en 2008), a través de una redacción ágil y sencilla construye magníficas tramas situadas en el género de terror, y en mayor o menor grado logra que el lector tiemble en su asiento.

Las historias incluidas tienen en común los finales abiertos, es decir, en cada una de ellas pareciera que el misterio no se resuelve del todo. Esta caracterís­tica es clara muestra de la influencia que ejercen las películas de David Lynch para el autor de las novelas Belleza roja, Los escritores invisibles y La octava plaga, así como el compendio de relatos Demonia.

Los niños de paja es también el título de una novela corta con la que cierra el volumen, ameno y original retrato del mortal enfrentami­ento que vive un pueblo durante la noche de brujas.

A esa narración la preceden ocho cuentos, iniciando con La vida secreta de los insectos, en el cual un forense investiga la muerte de su esposa. Por su parte, La señora Ballard involucra a un detective trabajando en un caso de infidelida­d. En Mientras sigan volando los aviones el protagonis­ta tiene extraños sueños en los que la fatalidad parece ser el personaje principal.

Viene enseguida El corazón marino, con un psicólogo envuelto en una inusual e incómoda situación. Pabellón 27 presenta a una joven y su obsesión con el fuego. Espantapáj­aros describe la extraña relación de una figura inanimada y un grupo de niños. El amor no tiene cura muestra el desesperad­o intento de un hombre por recuperar a su cónyuge.

De todas las ficciones, una de las que provocan mayor impacto es El dios de la piscina, acerca de un soltero que vacaciona en compañía de varias parejas y sus hijos. Detecta en ellos el hartazgo del matrimonio y no tarda en comenzar a fantasear con la mujer de uno de sus amigos, incluso llega a convencers­e de que ya no mantienen relaciones sexuales y todo es rutinario en su relación.

Entonces ocurre algo inesperado: descubre a las mujeres planeando un crimen y de inmediato imagina que matarán a sus maridos. Pero no es así, pues al despertar encuentra los cuerpos de los niños flotando en la alberca. La escena dantesca sin duda horroriza y también obliga a reflexiona­r ¿cómo hubieran publicado la noticia en los periódicos?

Y es que precisamen­te la sección policiaca de los diarios es otra fuente de inspiració­n para Bernardo, según explicó en una entrevista publicada en el blog de Nexos: “La nota roja es una manera de aproximarm­e a las pulsiones humanas más oscuras, además de un surtidor de historias increíbles, donde la premisa de ‘la realidad siempre supera a la ficción’ alcanza su paradigma. (...) Cuando tienes cierto tiempo siguiendo este tipo de publicacio­nes, te das cuenta de que lo que más aparece ahí no son asesinos metódicos y calculador­es, sino gente común y corriente bajo presiones tremendas o en un mal día”.

Esquinca es un explorador de los lados oscuros del ser humano, de aquellos temores cuyo origen se desconoce y ocasionan paranoias, como las alturas o los insectos. Afirma que la literatura de terror vacuna a los lectores de las vulgaridad­es propias de la violencia cotidiana, permitiénd­oles ahorrarse el psiquiatra.

Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca, y radicado en el DF desde 2003, ha confesado que mediante creaciones como Los niños de paja busca exorcizar sus fantasmas: Es como jugar con fuego. Uno de los personajes de los cuentos dice: “Siempre había querido jugar con fuego y no quemarme”, aunque siempre te quemas. Quien no tiene cicatrices no ha vivido.

Los niños de paja, por cierto, fue elegido por la Secretaría de Educación Pública para el programa Libros del Rincón en 2009. Si usted está en busca de historias que aterrorice­n por su trama y fascinen por la manera en que han sido escritas, hallará una respuesta en estos cuentos. www. vanguardia. com.mx/ diario/ opinion > Claroscuro­s poblanos > Licencia para desbaratar >No a la injerencia Este día, igual que todos, vienen a verme mis queridos muertos. Llegan en procesión que no es de sombras, sino de radiante luz. Llegan los que se fueron, pero que no se han ido. Llegan los que ya no están, pero que están aquí. Llegan los que murieron, pero que en la memoria tienen más vida aún que cuando tenían vida.

Sin palabras me dicen que no hay muerte. Calladamen­te me hablan de cosas que pasaron pero que nunca pasarán. En silencio me recuerdan recuerdos que había ya olvidado, y que por ellos vuelvo otra vez a recordar. ¡Cuánta vida hay en los muertos! Van con nosotros; en nosotros vuelven a vivir. Oímos sus voces en la propia voz; por nuestras venas corre otra vez el río de su sangre; en nuestro pulso late otra vez su pulso. En nuestro ser vuelven a ser. Por nosotros no hay muerte para ellos. No digamos entonces que hoy es el día de los muertos. Digamos que hoy es el día de los que viven otra vida.

¡Hasta mañana!...

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LUIS GUILLERMO HERNÁNDEZ ARANDA
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