EL EJIDO QUE QUEDÓ RODEADO DE FÁBRICAS
Habitantes dejan pastoreo de chivas para ensamblar puertas de camionetas.
La precarización del campo en Coahuila generó que el ejido La Joya poco a poco se quedara sin campesinos para trabajar la tierra y cuidar de los animales. Tanto así, que el pueblo es objeto de investigadores que tratan de describir el fenómeno la “descampenización” en el campo latinoamericano.
Los terrenos de La Joya, con apenas 145 habitantes, fueron de los pocos que no se lograron vender con el boom industrial que invadió a Derramadero, hace 25 años aproximadamente.
No se pudieron vender, ya que a diferencia de otras tierras, éstas no quedan cerca de la carretera a Zacatecas que conecta con Derramadero.
Ahora, las nuevas generaciones se mudan a Saltillo para trabajar en las fábricas, o si deciden quedarse, algunos deben de caminar una hora un camino sin pavimentar para alcanzar el trasporte de personal, si no tienen camioneta.
Seis kilómetros de distancia entre el pueblo y la nueva zona industrial bastaron para que los agostaderos de este ejido no representaran algún beneficio para las empresas extranjeras, lo que no generó aumento de valor de la tierra. Pero lo que sí consiguieron las empresas, fue mano de obra barata y de calidad.
Este es el ejemplo de Juan Jesús Vázquez Abedrop, quien prefirió trabajar en una maquila cercana a seguir como chivero, oficio que heredó de su padre. Dice que la vida en el campo es casi imposible.
Él tiene 37 años, 2 hijas y abandonó el campo y sus oficios para buscar una vida mejor. Actualmente gana mil 500 pesos por semana.
Cambió el pastoreo de las chivas para ensamblar puertas de camio- netas. Cuando llegó Chrysler a la zona, él tenía 8 años. Ahora gana mil 500 pesos por semana y se mudó a Satillo, a la colonia Parajes de Santa Elena, colonia en donde viven varias personas con la misma historia que Juan Jesús.
“Cuidar las chivas y vacas no me gusta, de dónde va sacar uno. No más sacando un chivo para matar cuesta entre 600 y 800 pesos. Una chiva es lo más caro pero no siempre se vende”, dijo al preguntarle por qué dejó el oficio.
Su padre es Gumersindo Urrea, de 72 años de edad y siempre se dedicó a las chivas; él no es ejidatario sino un avecindado que llegó durante la fundación de La Joya, a pedir permiso de vivir cerca para no carecer de los servicios fundamentales.
“Ahora, en estos tiempos, hay mucho trabajo para los jóvenes en la maquila, pero pa’ nosotros, ya no hay. Nosotros ya somos de la segunda mesa, como se dice (risas). Yo me la pasé tallando lechuguilla como mi papá. Se sufría mucho”, comentó el hombre.
Para nosotros los viejos ya no hay trabajo en la maquila. Gumersindo Urrea, habitante de La