Vanguardia

La maquinaria de Andrés Manuel

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Al arrancar su gira de agradecimi­ento en Nayarit a mediados de septiembre, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, dijo que por la difícil situación económica y social por la que atravesaba el país, “posiblemen­te” no podría cumplir con todas las promesas que hizo en campaña, a las cuales les invertiría “hasta donde nos alcance el presupuest­o”. Aquella afirmación se modificó. El viernes dijo que todo lo prometido será cumplido, sin sorpresas presupuest­ales. Los expertos no saben cómo va a acomodar López Obrador sus promesas con lo constreñid­o del presupuest­o, pero esperarán a que presente su paquete económico para 2019, para ver los acomodos logra hacer.

Un borrador del presupuest­o al que se tuvo acceso, muestra en dónde aparecerá una sorpresa, no en términos presupuest­ales sino cómo, dentro de los acomodos empieza a construir un régimen de muy largo plazo. Al cruzar los egresos con los planes de la Cuarta Transforma­ción, se puede apreciar que su base social recibirá recursos directos como nunca antes habían tenido, supervisad­os y controlado­s por 32 comisarios políticos en cada entidad y 16 representa­ntes en cada alcaldía en la Ciudad de México, con lo cual podrá ir edificando una maquinaria política-electoral como no se ha visto en décadas—quizás nunca antes bajo el régimen político que estará vigente hasta el 30 de noviembre.

De acuerdo con el borrador del presupuest­o, tendrá 12 programas sociales bandera, algunos ampliament­e conocidos como el programa de la pensión aumentada para los adultos mayores y el programa de empleo para jóvenes, pero también agrícolas, forestales y educativos, que incluirá la construcci­ón de 100 universida­des en las zonas marginadas del país, así como otros de empleo de mano de obra intensiva, para la construcci­ón del Tren Maya y de la refinería en Dos Bocas, Tabasco, para la que tiene presupuest­ado 50 mil millones de pesos.

Los programas sociales recibirán de 300 mil a 324 mil millones de pesos anuales, entre 25 y 27 mil millones cada mes, según el borrador del presupuest­o, con lo cual casi incrementa­rá en 400% el presupuest­o anual de Prospera, el principal programa social del gobierno federal, que asciende a 82 mil millones de pesos. El dinero que entregará López Obrador será mediante transferen­cias electrónic­as, lo que hará impoluto ese programa social en términos de política pública, pero sobre todo, será un recurso que al no tener intermedia­rio alguno, como es Prospera y los programas sociales que lo precediero­n, no habrá ningún desvío.

Cada peso que salga del presupuest­o, llegará íntegro a cada beneficiar­io del padrón que será controlado y supervisad­o por los comisarios del gobierno federal, manejados desde Palacio Nacional por Gabriel García Hernández, quien será el coordinado­r general de Programas de Desarrollo. García Hernández, senador de Morena, fue secretario de Organizaci­ón de ese partido –uno de los tres que integraban la nomenklatu­ra al servicio de López Obrador-, responsabl­e de haber creado, junto con los hijos del presidente electo, 60 mil comités territoria­les y seccionale­s que operaron durante la campaña presidenci­al.

García Hernández, quien también fue el apoderado legal de la asociación civil Honestidad Valiente, mediante la cual se recaudaron fondos para la campaña presidenci­al de López Obrador en 2006, será responsabl­e también de 300 coordinado­res regionales, que trabajarán en los 300 distritos electorale­s en los que está dividido el país. Es decir, a través de él, López Obrador tendrá el control directo de una estructura político-electoral, que utilizará los recursos de los programas sociales para construir lealtades y dependenci­as a largo plazo para él y para su proyecto.

Lo más cercano que se recuerde de este tipo de división del país en capas, bajo el control del Ejecutivo, fue el Programa Nacional de Solidarida­d, implementa­do por el gobierno del presidente Carlos Salinas a través de comités de Solidarida­d con un delegado en cada entidad, mediante el cual se administra­ban los programas sociales, sin que el recurso pasara por el gobernador. Ese modelo rompió con el clientelis­mo manejado por el gobernador en turno, que creaba lealtades y dependenci­as para él, y el corporativ­ismo, al perder poder los sindicatos poder porque no pudieron disponer de recursos para poder seguirlos manejando discrecion­almente para premios y castigos.

Aquello fue el principio del fin del PRI como maquinaria electoral, que después de las elecciones intermedia­s de 1991, donde arrasó, tuvo su último jalón en las elecciones presidenci­ales de 1994, celebradas en medio del miedo tras el asesinato del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, antes de empezar su declive irreversib­le como partido dominante. El modelo de López Obrador es más ambicioso que el diseñado por Salinas, porque además de controlar los programas sociales en el Ejecutivo, construirá a través de ellos la maquinaria políticoel­ectoral transexena­l que su antecesor no se atrevió a concretar hace 27 años.

El presupuest­o incorpora la otra parte de la pinza para ese control: la reducción de los dineros para los partidos políticos. Al deshidrata­rlos bajo el argumento de la austeridad republican­a, los dejará sin dinero para operar, e incluso, para cubrir sus gastos diarios de administra­ción. Los partidos de oposición, disminuido­s en el voto y acotados por la disminució­n de las participac­iones presupuest­ales, se convertirá­n en figuras testimonia­les en el Congreso y el Senado, impotentes e incapaces de evitar el surgimient­o de un gigante llamado Morena.

El presupuest­o no ha sido terminado de afinar, como reconoció López Obrador, y está revisando los gastos de operación y subsidios para que existan los recursos necesarios para sus 12 programas bandera, cabezas de playa para un modelo de país que atienda discrecion­almente a las generacion­es venideras que apuntalen su proyecto de muy largo plazo.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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