Vanguardia

De vacas y bueyes…

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En mis viajes me topo siempre con el rico refranero mexicano. He aquí algunas nuevas adquisicio­nes.

- El pendejo ni a Dios goza. Significa que los tontos ni siquiera son capaces de disfrutar las bendicione­s que nos envía el Señor.

- Enfermedad es la mía; lo de mi vecino es maña. Sólo nos duelen los males propios; los ajenos nos parecen inventados.

- Con ese pecho yo canto hasta el Alabado viejo. Este es un piropo picaresco para decirlo a una mujer de generoso busto. El Alabado es un canto religioso que entonaban los campesinos al comienzo y final de sus trabajos. Se conocen dos Alabados; el antiguo era más difícil de cantar que el nuevo.

- ¿Cómo he de adorarlo Cristo, si lo conocí guayabo? Es difícil que alguien nos deslumbre si lo conocimos cuando aún no deslumbrab­a. Del mismo modo nos costará trabajo venerar a una imagen que vimos tallar de un madero de árbol. La paremiolog­ía, ya lo sabemos, es ciencia y arte que recogen proverbios, sentencias, refranes, dicharacho­s y los estudia a la luz de disciplina­s varias. En ese campo el refranero mexicano es particular­mente rico.

Recordaré un dicho que causó gracia cuando lo puse aquí por la primera vez. Se usa ese decir cuando alguien es objeto de abuso; cuando se le da más trabajo del prudente o se le explota para obtener al máximo lo que puede dar. Es el caso de aquel pobre individuo que fue contratado como operario en una fábrica. El capataz le dijo que con la mano derecha debía mover una palanca; con la izquierda otra; con el pie derecho impulsar un pedal y con el pie izquierdo mover otro, al tiempo que con los dientes estiraba una polea. Sugirió el obrero:

-¿Por qué no me pone también un mango de escoba en el fundillo? Podría aprovechar para barrer el piso.

Pues bien: a ese individuo le es aplicable el dicho que digo. Cuando se habla de alguien sometido por otro a trabajos fatigosos y continuos se dice de él: -Es como las vacas de Paredón. -¿Cómo? -pregunta alguno. Y responde el que aludió a las vacas de Paredón: -Que en la mañana las ordeñan, en la tarde las pegan al arado, y en la noche les echan el toro.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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