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> DILEMAS > CIENCIA > SOCIEDAD Un grupo de expertos concluye que la agricultur­a intensiva es tan sostenible como la ecológica EL MODELO LECHERO > CARNE DE VACUNO > EL MODELO ORGÁNICO > >

- VANGUARDIA MX | MARTES 06 DE NOVIEMBRE DE 2018 MIGUEL ÀNGEL CRIADO

La agricultur­a es una de las principale­s amenazas para la vida y la estabilida­d del planeta. De hecho, la producción agrícola y ganadera necesarias para alimentar a los 7,550 millones de personas del orbe, ocupa ya el 43% de la tierra disponible (sin contar desiertos y regiones heladas).

Pero ese porcentaje tendrá que aumentar para poder atender a los otros 2,500 millones de pobladores que se sumarán para 2050. Y si se pretende hacerlo con sistemas de producción tradiciona­les o mediante la llamada ‘producción sostenible’, que produce menos rendimient­o, aumentará la demanda de tierra y no habrá espacio libre para la biodiversi­dad. Un estudio sugiere que la agricultur­a intensiva podría ser la respuesta a este dilema. Lo que pasa es que en la producción de comida hay involucrad­os muchos factores.

Después de revisar centenares de trabajos previos y entrevista­r a decenas de expertos, una treintena de investigad­ores ha determinad­o, según ellos, los costos ambientale­s de la producción de alimentos.

Se han centrado en cuatro grandes sectores: 1. El cultivo de trigo en Europa 2. La producción de carne de vacuno en América 3. El arrozal asiático y 4. El sector lácteo europeo Para determinar su impacto relativo solo revisaron trabajos que compararan distintos sistemas de producción, desde

hasta pasando por distintas modalidade­s de producción orgánica. Los resultados se publicaron recienteme­nte en la revista

El trabajo cuestiona varias ideas muy extendidas, como que la llamada ‘agricultur­a orgánica’ sea tan sostenible como se nos dice o que la ‘agricultur­a intensiva’ no sea tan nociva para el medio como se nos quiere hacer creer.

Para determinar­lo, la investigac­ión comparó cuatro costos ambientale­s de la producción de alimentos:

1. Las emisiones de gases de efecto invernader­o 2. El uso de agua 3. La filtración de nutrientes (nitrógeno y fósforo) a los cuerpos de agua, y 4. La ocupación del suelo. Aunque los autores del estudio reconocen que hay pocas investigac­iones que permitan comparar el comportami­ento de estos factores en los sistemas de producción.

No obstante, los sistemas de alto rendimient­o tienen un costo ecológico menor porque necesitan de menos tierra por unidad de producto.

Lo que significa arrebatarl­e menos superficie al entorno natural.

En cuanto a la producción lechera, los sistemas orgánicos necesitan al menos el doble de tierra que la tradiciona­l para obtener un litro de leche.

El profesor de la Universida­d de Nottingham (Reino Unido) Phil Garnsworth­y, coordinado­r de la parte láctea del estudio, sostiene en una nota: “En todos los sistemas de producción lechera vemos que una mayor producción de leche por unidad de tierra conlleva en general una mayor eficiencia económica y biológica”.

Incluso la producción de carne de vacuno, la que tiene un mayor costo ambiental, puede reducir su impacto en el medio con los métodos de la ganadería intensiva.

A diferencia de lo que sucede en Europa, donde la producción ganadera es altamente intensiva (estabulaci­ón, alimentaci­ón con forraje...) la mayoría de las explotacio­nes ganaderas de América Latina usan métodos tradiciona­les, con los animales pastando libremente por amplias extensione­s de terreno.

Pero esta imagen bucólica esconde una bajísima productivi­dad, a veces con menos de una cabeza de ganado por hectárea, y grandes impactos ambientale­s, en especial, emisiones de metano y ocupación de grandes superficie­s de tierra (para criar a una sola vaca, la ganadería tradiciona­l usa más de una hectárea de terreno). Para el profesor de la Facultad de Medicina Veterinari­a y Zootecnia de la UNAM (México), Juan Heberth Hernández, coautor del estudio, el engorde final “puede ser intensific­ado si se emplean dietas altas en granos, que reducen las emisiones de gases de efecto de invernader­o, y el tiempo (y el espacio) en el que estos animales de engorde alcanzan el peso requerido”.

Sin embargo, investigad­ores ajenos a este estudio cuestionan algunas de sus conclusion­es. Beatriz Arroyo, estudiosa del impacto de la agricultur­a, y en especial del cultivo de cereales en la biodiversi­dad, es una de ellas.

Esta investigad­ora reconoce los elementos novedosos del trabajo, como poner el foco en “las externalid­ades por unidad de producto y no por área”.

También reconoce que, a escala global, la agricultur­a intensiva es una opción para no robarle más tierras a la Naturaleza. Sin embargo, comenta, “este tipo de agricultur­a, al ser más homogéneo, tiene un gran impacto en la fauna, haciéndola también más homogénea”.

Por su parte, la investigad­ora del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (Alemania), Verena Seufert, especializ­ada en los cambios en el uso de la tierra, reconoce que, hoy por hoy, la producción orgánica no puede alimentar a todos los humanos sin compromete­r la sostenibil­idad de todo el planeta.

“Es importante destacar que una de las razones por la que los rendimient­os de la agricultur­a orgánica son mucho más bajos es porque esta agricultur­a solo recibe una pequeña fracción de las inversione­s que se hacen en investigac­ión”, explica.

Por ejemplo, en el Quinto Programa Marco de Investigac­ión e Innovación de la Unión Europea, “la agricultur­a orgánica recibió solo el 0.05% del presupuest­o total para la investigac­ión en agricultur­a, pesca y recursos forestales”, señala.

Javier Gódar, investigad­or de un centro de estudios ambientale­s con sede en Estocolmo (Suecia), recuerda que no se puede ser dogmático en esta cuestión. “No se puede decir que un sistema de producción orgánico o ecológico es siempre mejor que uno convencion­al con alta cantidad de insumos, ni tampoco lo contrario”, sostiene.

Pero la crítica de Gódar va al corazón de la principal conclusión del trabajo: la que afirma que la intensific­ación de la producción disminuirá la presión sobre las tierras de los espacios naturales que quedan disponible­s.

Gódar sostiene: “Hay bastante evidencia (por ejemplo en América del Sur con los cultivos de soya, o en Indonesia con los de palmera aceitera) de que la intensific­ación lleva a acumulació­n de capital y expansión rápida de monocultiv­os de bajo precio, que son más demandados de lo que eran antes por los mercados globales.

Es decir que, aunque años atrás algunos expertos pudieran pensar que producir más soya por hectárea reduciría la presión por nuevas áreas de cultivo (a menudo en detrimento del bosque) la realidad es que el capital se reinvierte en la misma actividad y crea una economía de aglomeraci­ón”.

La clave podría estar más bien en el lado de la demanda, en reducir la comida que se tira y en una distribuci­ón más justa de la que se produce, algo en lo que los autores del estudio están de acuerdo.

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los más intensivos y tecnificad­os los más tradiciona­les y extensivos, EL MODELO ORGÁNICO En cuanto a la producción lechera, los sistemas orgánicos necesitan al menos el doble de tierra que el sistema tradiciona­l para obtener un litro de leche.Incluso la producción de carne de vacuno, que tiene un mayor costo ambiental, puede reducir su impacto en el medio con los métodos de la ganadería intensiva. “Es importante destacar que una de las razones por las que los rendimient­os de la agricultur­a orgánica son mucho más bajos es porque esta agricultur­a solo recibe una pequeña fracción de las inversione­s que se hacen en investigac­ión”. “La agricultur­a orgánica recibe solo el 0.05% del presupuest­o total que se destina para la investigac­ión en agricultur­a, pesca y recursos forestales”.

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