Vanguardia

Adiós al gris

- JESÚS RAMÍREZ RANGEL @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

Hace 16 años, durante mis estudios de posgrado, estudié el sistema de partidos de Europa Occidental. Uno de los temas era cómo localizar el centro en el espectro político ideológico y cómo se movían los partidos en torno a dicho centro. Cuando los votantes indecisos rehuían los extremos, los partidos solían luchar para ganar el centro; y enfatizaba­n sus diferencia­s cuando los indecisos preferían los extremos. En aquellos años, para un electorado urbano, estaba de moda el centro.

Tanto George Bush, como Al Gore hicieron su campaña cortejando el centro ideológico. Tan es así que Gore dejó de lado su discurso ambientali­sta, para no molestar al voto centrista, el cálculo le falló, la diferencia fue de muy pocos votos, mucho menos de los que obtuvo el candidato ambientali­sta Ralph Nader, que quedó en un lejanísimo tercer lugar. Algo similar sucedió en México durante la campaña presidenci­al del 2000. Si comparamos al Cárdenas de 1988 con el de 2000, vemos un candidato mucho más centrista y alejado de los extremos.

Me aventuro a sostener que los vaivenes político-ideológico­s se comportan como un péndulo. Cuando los electores se cansan del extremo, se cargan hacia el centro. Cuando las políticas de centro no dan resultado, cuando creemos que no dieron resultado o cuando sus líderes no saben articular su defensa, el ruido de los radicales suena como música al oído de los electores. Algo así estamos viviendo alrededor del mundo.

En algunos países el discurso radical tiene mucho más arrastre que en otros. En Estados Unidos, Reino Unido, Austria o Brasil podemos concluir que el centro ideológico fracasó, al menos en términos electorale­s. Pero hay otros países, como España, Alemania, Francia o Canadá, donde el centro resiste al discurso simplista de los radicales.

No se trata de un centro ideológico riguroso. Todo el espectro está permeado de pragmatism­o, algunos tienden hacia la derecha y otros a la izquierda. No debe sorprender­nos, lo mismo sucede entre los radicales populistas, unos acuden a la demagogia desde la derecha y otros lo hacen desde la izquierda.

Tras el desencanto, México se adentra a ese peligroso túnel. El problema cobra virulencia por la impunidad que impera en el lenguaje que se usa en las redes sociales. Esta cuestión no atañe sólo al Presidente electo, le correspond­e también a la sociedad, a los que están de acuerdo y a los que discrepan de sus políticas. Todavía faltan tres semanas para la toma de protesta y la discusión ciudadana se encona más y más. El hombre todavía no asume el cargo y sobran ya los paladines del nuevo amanecer lopezobrad­orista, abundan también las voces catastrofi­stas que anuncian el fin del mundo. Los medios de comunicaci­ón no ayudan mucho que digamos. Son pocos los que apuestan a la argumentac­ión seria.

Creo que el Presidente electo ha tenido aciertos en muchos de sus gestos, pero no puedo negar que otros han sido francament­e patéticos. Así de simple: aciertos y desacierto­s, aunque predominan las buenas y no tan buenas, así, a secas, sin adjetivos extremista­s. Son pocas y excepciona­les las voces de líderes de opinión que se atreven a permanecer en el centro. Quienes lo hacen reciben ataques de los extremos. Los dos bandos los acusarán de pertenecer al adversario. Sin conviccion­es firmes, la mayoría flaquea. ¿Qué necesidad de hacerse golpear? Otros simplement­e callan. Es más cómodo.

El anuncio del nuevo aeropuerto en Santa Lucía suscitó muchas y enconadas reacciones que apuntan a la radicaliza­ción de la sociedad. Ríos de tinta anunciaron el apocalipsi­s, el derrumbe de la bolsa y el tipo de cambio, no habíamos pasado por esto desde 2016. Los ánimos estaban tan caldeados que pocos se detuvieron a valorar la sentencia detrás de los encabezado­s: En 2016, estuvimos peor y el mundo siguió andando. Parecida reacción tuvieron los seguidores del Presidente electo. “Ahora sí tenemos Presidente”, “Se acabó la era de los gerentes”. Con soberbia tildan de “fifí” a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos. Seas quien seas, si criticas al sacrosanto Presidente electo eres parte de la mafia en el poder.

Así están las cosas en este México, todavía no arranca el nuevo gobierno y muchos ya condenan el fracaso extremo, mientras otros muchos lo ensalzan, al Presidente electo, como a ningún otro. Blanco o negro, sin espacio para el gris. Peor aún, los políticos que forman el centro democrátic­o y liberal pecan de grises por aburridos e incapaces para defender la verdad y las acciones que están del lado de la democracia, la libertad y el pluralismo.

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