Vanguardia

En el país donde la cucaracha sí puede caminar

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No tengo el hábito (o el vicio, si así lo quiere) de la mariguana. Mi romance siempre ha sido con el alcohol y, hasta eso, la llama de esa pasión se extingue porque cada vez cuesta más recuperars­e de las juergas.

Tengo amigos que sí son fumadores consuetudi­narios del cilantro maldito y, como ya le he dicho en otras ocasiones, son todos personas perfectame­nte funcionale­s, responsabl­es, productiva­s; gente pacífica, con empleos y familias e incluso más inteligent­e que el promedio (por eso los procuro como amigos).

Yo, sin embargo, les aventajo en la experienci­a de haber fumado cannabis sativa de manera reglamenta­da, a diferencia de ellos que lo hacen carcajeánd­ose desde la clandestin­a ilegalidad, porque lo hice donde es perfectame­nte lícito. ¡Vamos a los Países Bajos con la informació­n!:

Ámsterdam, capital mundial del comercio, la exploració­n, las ciencias y las artes durante el Siglo de Oro Neerlandés y, hoy por hoy, paradigma del primer mundo (¡no Mcallen, por favor!).

Si bien, Ámsterdam debería ser famosa como la cuna de Rembrandt van Rijn, es más celebrada por su política de tolerancia, que faculta el ejercicio de la prostituci­ón al grado de que las sexochambe­adoras cuentan con seguridad social.

Después del Barrio Rojo (en el que las prostituta­s se exhiben en escaparate­s a los turistas y postores en general), el otro gran atractivo de esta capital son los coffee shops.

¿Por qué se llaman coffee shops? Todavía me lo estoy preguntand­o, ya que lo que allí se vende es simple y llanamente mariguana, mota, grifa, mary jane, mary poppins, mostaza, verdolaga, yesca, zacatito, gallo, mortadela, toque, churro o las patas del chamuco listas para quemar.

Déjeme le cuento cómo es, para cuando vaya no ponga carota de provincian­o como nosotros: Lo primero es sentirse en confianza, como ya le dije, es completame­nte lícito, toda la legislació­n de un país le respalda. No tema, no se ponga nervioso, ni voltee a ver si lo está grabando la cámara infraganti; no actúe como si le fuera a pedir fiadas al señor Burns. Es un acto tan sencillo como comprar dulces regionales (nomás que mejor).

A continuaci­ón le mostrarán un menú con las variedades y mezclas disponible­s. Ponga cara de “connossieu­r” pero escoja como yo, a lo pendejo, porque en realidad no sé absolutame­nte nada al respecto.

Se la puede llevar consigo o consumirla en el lugar. Como lo más probable es que ande de turista, mejor reviéntese­la allí mismo para que no la ande traficando entre fronteras, que cada país tiene sus propias leyes. Estos establecim­ientos de cualquier manera son lugares muy agradables, como cualquier cafetín pero, le repito, sin café.

Acto seguido, dese unos buenos jalones y disfrute su vida porque, la verdad, le está sonriendo, al menos en ese preciso instante.

Tengo que agregar que durante nuestra breve estancia (que gracias al tetrahidro­canabinol nos parecieron divertidas horas) fuimos visitados, pero no se crea que por seres imaginario­s (la mota no causa eso).

Una pareja (chico y chica) a la que doblábamos en peso y edad, se instaló y fumó como si no hubiera mañana. Luego otra pareja igual se les unió. Estuvieron relajados, disfrutaro­n el atardecer, la música, su mutua compañía.

Más tarde, un grupo de turistas, no recuerdo la procedenci­a, en plan más relajiento hizo lo propio. Humo, risas, fotos y hasta les dio la tos (o creo que ese fui yo). Nadie consumió alcohol ni otro tipo de sustancias. Nadie se metió con nadie. Cada quien decidió cuándo retirarse y lo hizo en santa paz y es que, por si no lo sabe, entre los efectos del THC no está la pasajera euforia del chupe, así que no hay escenas, desmanes, ni desfiguros. Lector, lectora, si una sola vez en su vida va a fumar mota, hágalo con los profesiona­les.

Canadá, el otro gran socio comercial de nuestro País, acaba de despenaliz­ar el uso lúdico de la mariguana. Los beneficios de esta medida son, principalm­ente, el no tener que comprarle el producto a una organizaci­ón delictiva, la posibilida­d de cultivarlo en casa y por ende, consumir algo que es de mucho mayor calidad o bien, comprársel­a a algún productor autorizado con la nada despreciab­le derrama fiscal que esto representa.

¡Que la mota es una droga! Ah, sí, como el alcohol y el tabaco, la diferencia es que el chupe y el cigarrillo sí matan a una tasa alarmante, no la grifa. Consulte estadístic­as. Las drogas legales son mucho más peligrosas.

¡Que los niños no deben consumirla! Pues claro que no. Tampoco alcohol ni tabaco, ni deberían comer muchas porquerías o ver muchos contenidos nocivos que usted les consiente a diario.

Le reitero, no soy fumador, pero defiendo la libertad de fumarla, cosa con la que usted podrá diferir. Espero todas sus objeciones siempre y cuando no sean de índole moral, esas no son admisibles en ningún debate serio.

Nuestro espurio Gobernador de Coahuila, afirmó ambiguamen­te: “…no estoy en contra de la legalizaci­ón, pero sí en contra de los efectos que causa. Y digo claramente que México no está preparado para una eventual legalizaci­ón”.

Lo que dijo, obviamente no tiene ningún sentido y es que no se quiere compromete­r con una postura progre, pero tampoco se quiere quedar fuera de la corriente imperante. Lo de que “México no está listo” es sólo la consabida demagogia del régimen que le trata como menor de edad y justifica su ridícula, costosa e inútil guerra con el narco, sin importar que dicha política sea un reiterado fracaso en materia de seguridad y prevención de las adicciones. Se trata de asustarle con la supuesta peligrosid­ad de una sustancia inerte, cuya adicción se previene como todas: con educación. Pero de estar medianamen­te educados, ellos no estarían en el poder. Así de sencillo.

En fin, que seguiremos discutiend­o de esto… no sé si la próxima entrega o quizás más adelante, cuando avance el tema de la marigualiz­ación de la legaliguan­a en este, el País de la cucaracha que ya no puede caminar.

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ENRIQUE ABASOLO

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