El muro de López
El periodista argentino Claudio Fantini ha escrito un libro, “La Tenue Virtud”, en el mismo refiere por qué un país como Uruguay ha podido mantenerse a salvo de males que abaten a dos de sus vecinos, Argentina y Brasil. ¿Qué males? La degradación institucional y democrática que ha dañado gravemente a estos dos países sudamericanos. Uruguay ha podido no sucumbir a sus estragos porque ha tomado conciencia de sus cualidades democráticas y ha puesto voluntad y determinación para preservarlas contra viento y marea, destaca Fantini.
Paréntesis, pero se vincula. Tengo un amigo uruguayo con el que de vez en cuando platico sobre la vida política de su país, sobre todo en el tema de la alta participación ciudadana cuando tienen elecciones, 90.51 por ciento… nomás. Le pregunto a qué se debe este fenómeno que en México ni de broma hemos vivido y la respuesta es simple: “Ya tuvimos una dictadura, no queremos otra, fue muy amarga la experiencia, de modo que preferimos elegir nosotros”. El voto es obligatorio en Uruguay, pero los altos índices de votación no obedecen a las sanciones que se imponen por no ir a sufragar, sino a la “concientización de que se trata de un derecho inapreciable y de un deber patrio”, me comparte mi amigo Elio.
Uruguay y Chile han sido la excepción a la regla en el cono sur. La memoria de lo sufrido en otros tiempos, ni por asomo quieren repetirlo. El listado de horrores los vacunó: inestabilidad, lucha encarnizada por el poder, corrupción a toda vela, colapsos económicos, estallidos sociales con represión, magnicidios. No más. El precio que se paga es muy alto. Escribe Fantini: “En el pueblo uruguayo, en sus deportistas, en sus artistas y en su clase dirigente (el resto de los sudamericanos) encuentran, en términos generales, un nivel de decencia, humildad y sentido común que no hallan en sus respectivos países”. Las estadísticas hablan, he aquí los datos: Uruguay tiene la mayor clase media y las menores diferencias sociales de Sudamérica. Han tenido durante 12 años crecimiento económico ininterrumpido. Este paraíso de estabilidad lo han construido con moderación, con decisiones que jamás se toman al vapor, con capacidad política para generar consensos y con respeto irrestricto a sus instituciones.
Lo que estamos viviendo hoy día en nuestro País, descorazona la esperanza. No me resulta alentador ni el actuar del Presidente electo ni el de sus colaboradores, al margen de que yo no tenga identificación ideológica con su partido, pero hay aspectos del sentido común que están muy por encima de posiciones partidistas. Advierto en sus actitudes desdén por cuanto no esté acorde con su visión y puntos de vista, nadie trae la razón inmersa en su persona, pero al parecer esto no entra en el esquema mental de quien ya de facto gobierna. Escuchar –que es bien distinto de oír– a otros, a los otros con los que a querer o no tendrá que vincularse por el quehacer que conlleva ser titular del Ejecutivo, es elemental en un gobernante, pero ni a él ni a sus subalternos del primer círculo se les da. Tiene además la piel muy delgada para las críticas, se irrita y contesta a veces con sorna o agresividad, o con ambas… o besa sin pedir permiso… ¿se acuerda del incidente con la reportera? ¿Cómo va a darse una transformación en el ejercicio del poder público, si algo básico, como es la división de poderes… sigue igual? La sumisión de la bancada mayoritaria al Presidente electo es supina, han dado exhibición puntual de ello. Asimismo ¿cómo vamos a confiar en que su actuación de servidor público estará ceñida al marco jurídico, si acaba de demostrarnos todo lo contrario en la consulta para la construcción del aeropuerto en Texcoco? La realizó pasando por encima de lo establecido en ley y sin el menor rubor. ¿Y cómo puede hablar de austeridad en nómina si está rodeado de gente que le produce escoriación la sola palabra? A los que sí va a fastidiar gravemente es a los burócratas de a pie, a los chiquitos… muchos de ellos reciben una miseria como paga.
La elección de autócratas no es nada nuevo, y aunque su arribo es por la vía de elecciones democráticas, el patrón conductual es el mismo: insultar al adversario que considera siempre corrupto, verlo como blanco a eliminar, dividir al País en buenos y malos, quienes están con él por supuesto son los buenos, y todos los demás son descendientes de Caín. La historiadora estadounidense Barbara W. Tuchman escribió que: “La testarudez, fuente del autoengaño, es factor que desempeña un papel notable en el gobierno. Consiste en evaluar una situación de acuerdo con ideas fijas preconcebidas, mientras se pasan por alto o se rechazan todas las señales contrarias. Consiste en actuar de acuerdo con el deseo, sin permitir que nos desvíen los hechos”. Esto es muy peligroso, porque cuando alguien se empeña en ver lo que quiere –no lo que es– se eclipsa la objetividad y con ella el discernimiento. Y entonces de nada sirve que la realidad esté gritando lo contrario. La cerrazón es señera y destructiva. No hay dictador que no la padezca… y “por las vísperas se sacan los santos”, reza el viejo adagio.
Los estadistas tienden puentes, no levantan muros, Sr. López. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion
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