Vanguardia

A PECADO NUEVO, PENITENCIA NUEVA

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El Quijote I, 30

En plan de franca burla, Dorotea (la supuesta princesa Micomicona, “legítima heredera del gran reino Micomicón”), hace creer a don Quijote que su padre, Tinacrio el Sabidor, profetizó que un caballero con las caracterís­ticas de él (“alto de cuerpo, seco de rostro, y que en el lado derecho, debajo del hombro izquierdo, o por allí junto había de tener un lunar pardo con ciertos cabellos a manera de cerdas”), habría de ser quien la liberase del gigante llamado Pandafilan­do de la Fosca Vista, al que degollaría el caballero y podría así casarse con ella, si quisiere, con la que entraría en posesión de su reino.

Oído lo anterior, el escudero se llena de contento porque piensa que en tal caso él cuando menos alcanzará el título de conde, o quizá de marqués o adelantado.

Pero grande es la decepción de Sancho cuando oye decir a su amo don Quijote que “mientras tuviera ocupada la memoria y cautiva la voluntad, perdido el entendimie­nto, a aquella… y no digo más, no es posible que yo arrostre, ni por pienso el casarme”, por obvia fidelidad a Dulcinea del Toboso, la señora de sus pensamient­os.

Sancho entonces monta en cólera y entre otras cosas vocifera: “¿Es, por dicha, más hermosa mi señora Dulcinea? No, por cierto, ni aun con la mitad, y aun estoy por decir que no llega a su zapato de la que está delante”, es decir, de Dorotea, a quien se hace pasar para efectos de la burla por la princesa Micomicona.

Escribe Cervantes: “Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir, y, alzando el lanzón, sin hablalle palabra a Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dio tales dos palos, que dio con él en tierra; y si no fuera porque Dorotea le dio voces que no le diera más, sin duda le quitara allí la vida”.

Gracias a la intervenci­ón de la propia Dorotea, el escudero pide perdón a don Quijote “y fue Sancho cabizbajo y pidió la mano de su señor, y él se la dio con reposado continente, y, después que se la hubo besado, le echó la bendición”. Otorgado su perdón a Sancho, le dice: “Ya te perdoné entonces, y bien sabes tú que suele decirse: ‘A PECADO NUEVO, PENITENCIA NUEVA’”.

Es decir, que cada falta tiene su correspond­iente pena. O también, desde otra perspectiv­a, enseña que el perdón concedido respecto de faltas anteriores en modo alguno se extiende a perdonar futuras faltas si en ellas se reincide, pues de hecho en tiempos de Cervantes este refrán se enunciaba:

“A pecados viejos, penitencia nueva”.

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