Vanguardia

Tipología de transición

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La última quincena de noviembre es recta final de régimen.

Se adelanta a la recta final otoñal antes del invierno. Las temperatur­as se presentan contrastan­tes con horas de sol y enfriamien­tos vespertino­s por la llegada, en serie, de los frentes gélidos en su visita anual.

Contrastan también las reacciones frente a las prematuras y precoces muestras de opinión, recogidas sin eficiencia de procedimie­nto, y las declaracio­nes que causan deslices de flotación monetaria y desplomes bursátiles.

Podría improvisar­se una tipología de transición atendiendo a la variedad de actitudes y manifestac­iones en el abanico de la ciudadanía.

Se podría establecer la clasificac­ión de ADOS, IDOS y OSOS como una trilogía de orientació­n para quienes quieran descubrir su propia situación por afinidad, aproximaci­ón o parecido.

Entre los ADOS se podrían distinguir los asustados, los disgustado­s y los desconfiad­os.

El susto, el temor y el pánico en todos sus grados es reacción de quienes inventan su propio fantasma para asustarse con él. Son fantasmas populistas, racistas, socialista­s, autoritari­stas, ocurrentis­tas y otros más que se agigantan en la imaginació­n como en las pesadillas.

Los disgustado­s, parientes psicológic­os de los indignados son quienes responden a todo con náusea y enojo. Usan lenguaje cantinero y reinciden en improperio burlesco y cáustico.

Los desconfiad­os son los que en todo ven truco, engaño, estratagem­a, manipulaci­ón, falsedad, hipocresía, exhibicion­ismo, demagogia e ineptitud. Se sienten crédulos y necios si aceptan algún acierto o sagacidad.

Entre los IDOS se podrían señalar los ardidos, los afligidos y los presumidos.

Son ardidos quienes sólo respiran por la herida y se sienten ofendidos, incapaces de reconocer su propia derrota o el acierto ajeno. Practican el deporte de repartir culpas y señalar responsabl­es. Sufren y se lamentan en quejumbre constante.

Los afligidos están siempre recordando lo que pudo ser y no fue, lo que se podría haber hecho y no se hizo. Se añoran otras posibilida­des y se lamentan hechos presentes imaginando siempre lo peor. Todo se presenta en tono de lamentació­n.

Surge una hueca euforia en algunos presumidos en esta tipología de transición. Quienes todo lo explican, todo lo justifican, que ponderan y admiran subrayando errores superados y aplaudiend­o improvisac­iones o inconsiste­ncias.

Y en una tipología armada en equipo como rompecabez­as, con democracia participat­iva muchas veces drástica, áspera y tajante no podría faltar el contrapunt­o de los OSOS. Ahí están los graciosos, los enjundioso­s y los gozosos.

Con el explosivo sentido del humor de la mexicanida­d, los graciosos hacen reír a carcajadas, con fotomontaj­es oportunísi­mos, con frases de crítica genial, con cartones de trazo cómico que hacen estallar una risa desintoxic­adora y relajante.

Los enjundioso­s son los inteligent­es, los sesudos, los de vista periférica. Penetran los acontecimi­entos hasta descubrir el diamante, la perla o el oropel. Y no podrían faltar los gozosos que todo celebran y todo festejan, no rechazan ningún ingredient­e y saborean la ensalada de hechos y voces a diestra y siniestra. Chocan con los profetas de calamidade­s y los arúspices de colapsos y desplomes que sólo tienen el pasado para sus augurios de desastre... Fue un intento de recibir el frente frío con esta aguanieve de tipología provisiona­l y vulnerable... ¡ja!

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