PREDICAR EN EL DESIERTO
El Quijote II, 67 Al ser derrotado don Quijote por el Caballero de la Blanca Luna,
que no es otro que el bachiller Sansón Carrasco disfrazado de tal, el manchego caballero andante se ve obligado a abandonar durante un año la profesión de las armas y obviamente abstenerse de buscar aventuras. Se propone entonces don Quijote dedicarse al oficio de pastor y lo mismo decide su escudero Sancho Panza.
Conversan animadamente ambos personajes sobre cómo será su nueva vida pastoril. Hablan sobre los nombres que adoptarán, más de acuerdo con su nuevo, aunque temporal, oficio. Resuelven que serán el pastor Quijotiz y el pastor Pancino. Se proponen invitar a hacerse también pastores a sus amigos el bachiller Sansón Carrasco, al barbero maese Nicolás y hasta al cura, a quien propondrán que adopte como nombre el de pastor Curiambrio.
Varios otros tópicos relativos al tema platican con desenfado escudero y amo. Muy a su estilo, Sancho salpica su charla con numerosos refranes, como suele hacerlo. Hasta que le colma la paciencia a su señor.
“–No más refranes, Sancho –dijo don Quijote–, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento; y muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo de refranes, y que te vayas a la mano en decirlos, pero paréceme que es PREDICAR EN EL DESIERTO”.
Al reconvenirlo como lo hace, por enésima ocasión, por cierto, sin que Sancho se corrija, lo que don Quijote le quiere decir es que por resultar infructuosas sus palabras, pues ningún caso le hace, parece predicar en el desierto.
Esta expresión, de origen bíblico, con algunos variantes aparece otras tres veces en El Quijote, todas en su segunda parte. Dos citadas por el narrador, en los capítulos 6 y 55, y la otra también por don Quijote en el capítulo 29.
En la Biblia, la frase “predicar en el desierto” la citan los tres evangelistas sinópticos: San Mateo, San Marcos y San Lucas. No San Juan.