Un atisbo de esperanza
en cuando este pestilente asunto, así como que no quiere la cosa, sólo cuando hace una “reestructuración” de ese monstruo de débito a cuya merced está nuestro destino y el de varias generaciones venideras.
Dicho sea de paso, las reestructuraciones sólo significan apretar más el nudo a la soga financiera que nos ahorca. ¿Usted cree que un banco va negociar para perderle y que su deudor salga beneficiado? Creer que sí no sería ya optimismo, sino pendejez de la peligrosa.
El asunto es de dinero, sí, y una suma sin precedentes cuyo cálculo definitivo nadie conoce. Empero, se le siguen cargando nuevas facturas y mientras esté endosada a las piadosas instituciones bancarias, será un pozo sin fondo. Básicamente le vendieron nuestra alma a Satanás.
Pero también es un asunto de elemental justicia. ¡Carajo! Si un desfalco de esta envergadura, si la organización delictiva a esta escala, si una red de tráfico de influencias de estos alcances queda impune, el Estado de Derecho sencillamente no existe, por lo que no podemos hablar de que haya Gobierno legal, en ninguna de sus tres instancias, ergo, el estado de Coahuila de Zaragoza estaría fincado sobre una farsa y por consiguiente no existe, sólo creemos que existe y jalamos por pura inercia.
Y como ya me canso de señalarlo, también es una catástrofe de índole moral. Si bien, la política y el servicio público jamás gozaron de buena reputación, quienes actualmente y durante los últimos 13 años han acaparado todas las posiciones de poder o influencia, no son como antaño, corruptillos de pacota, de caricatura, sino temibles hampones, auténticos maleantes dignos de militar, no en un partido sino en un cártel.
Hoy que Humberto “el profe que nos bailó” Moreira, es objeto de nuevas imputaciones de quien fuera su cercanísimo colaborador, ni más ni menos que el extitular de Finanzas, Javier Villarreal, esa tímida y diminuta pepita de optimismo que envuelven mis numerosas capas de “pesi-nismo” vuelve a albergar la esperanza de germinar.
El posible enjuiciamiento del exgobernador y la comprobación de los cargos de desvíos, falsificación de documentos, asociación delictuosa y demás que le resulten, así tenga que ser la Ley de otra nación la que se encargue de esta penosa tarea, desacreditaría, quiero pensar, esa inmoral e impagable deuda que nos embarga.
En mi lógica, y seguramente en la de usted también, si una deuda se adquiere con documentos apócrifos, sin apego a lo que dispone la ley y dentro de una intrincada red de lavado de dinero, y dicha deuda afecta a terceros, el adeudo, es a todas luces ilegal.
Tampoco nos engañemos gratuitamente, he discutido con gente mejor preparada en el ámbito legal y en su opinión, una vez ratificada por el Congreso, la deuda se paga porque se paga, aunque tengamos que ir a la sucursal bancaria más cercana a dejarles en ventanilla nuestra sangre o algún órgano de nuestros hijos.
Pero quizás, si se finca responsabilidad sobre Moreira I “El Bailador” y, entre tanto desaseo, se demuestra que los recursos se desviaron para financiar campañas políticas y queda en entredicho la legitimidad de la legislatura que ratificó la “Megadeuda”, quizás y sólo quizás, alguna corte internacional pudiera o quisiera ampararnos contra los bancos y ese monto obsceno que, por culpa de una compacta manga de malparidos, nos quieren cargar a todos los demás.
Por supuesto, sé que de un pleito con los bancos es menos probable salir victorioso que de un duelo de guitarras con el Señor de las Tinieblas. Vea nomás cómo nos fue luego de que don AMLO y la 4.T anunciaron la posibilidad de eliminar las comisiones bancarias. Los cabrones banqueros casi provocan un sismo como el del año pasado nomás para hacernos sentir su descontento.
Aun así… tal vez por ignorancia, o porque está protegido bajo incontables capas de “pesi-nismo”, mi corazón aún se mantiene positivo y si no, con que veamos al bailador calentar cemento tras las rejas, ya con eso me conformo.
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