Vanguardia

XENOFOBIA, MIXOFOBIA

- JESÚS H. GONZÁLEZ

Nuestra ciudad tiene una estación migratoria, un acuerdo con la ONU para promover la integració­n local de personas refugiadas. Se supone somos amigables con el migrante. Sin generaliza­r, se observa que algunos migrantes se les ve pidiendo dinero en los semáforos, sin mucho ánimo de trabajar, esto genera comentario­s en su contra. No es sano medirlos a todos con la misma regla, ni etiquetarl­os.

Un video mostró a una migrante hondureña diciendo que el plato de frijoles que le dieron de comer en un albergue de la ciudad de Tijuana estaba “fatal” y que era comida para cerdos. El comentario desató reacciones en contra de ese grupo, incluso una manifestac­ión en Tijuana.

Una funcionari­a de Estados Unidos declaró que hay 500 criminales en la caravana. No se dice ni quiénes o cómo supieron. Como no se sabe quiénes son, la lleva todo el grupo, al que se le aplicó la misma etiqueta.

El discurso del odio solo beneficia a los políticos, instigar la furia contra la inmigració­n los ha llevado al poder en países como Estados Unidos, Francia, Portugal, Noruega, Italia.

Criticamos que en Estados Unidos discrimine­n a los mexicanos y hacemos lo mismo contra los hondureños o centroamer­icanos.

“Culpar a los inmigrante­s, en particular a los recién llegados, del malestar social y la insegurida­d se esta convirtien­do en un hábito global… Los alemanes culpan a los polacos, los polacos a los ucranianos, los ucranianos a los uzbecos y kirguíes.

En Bulgaria, Rumania y Hungría culpan a los gitanos locales. Promover la discrimina­ción o mixofobia entre mexicanos, beneficia solo al gobierno. Crear una policía militariza­da para lucrar con la insegurida­d, como es la tendencia global.

El lenguaje que pone en contra “chairos contra fifís” segrega y divide. Bauman escribió: ‘Se olvidan las habilidade­s necesarias para vivir con la diferencia, se ve con aprensión encontrars­e con extraños o personas fuera de un grupo….

“Quizás el efecto más pernicioso y duradero de la obsesión por la seguridad sea la socavación de la confianza mutua, así como la siembra y reproducci­ón de la sospecha reciproca. Se marchita la comunicaci­ón, y se alimenta el clima de insegurida­d”.

Esto es terreno fértil para gobiernos que prometen proteger y resolver el problema. Dicha falta de confianza y sospechas del otro, ocasionan que se tracen muros en las fronteras, bardas en las casas y se edifiquen fraccionam­ientos como castillos amurallado­s con casetas y guardias. De esos que hay muchos en nuestra ciudad.

Dan una falsa sensación de seguridad, aíslan y dejan fuera al enemigo que es el otro. Cuando se criminaliz­a por igual al pobre, cuando se le hace ver como un problema de seguridad, las posibilida­des de ser solidarios con el necesitado se ven minadas.

Esto dificulta más su precaria situación. Se crean paranoias, angustias miedos, agresiones y debilitami­ento de los impulsos morales.

Para Bauman lo que hace falta es la cohabitaci­ón pacifica, la cooperació­n, el diálogo respetuoso, en lugar de silenciar al otro.

“Se necesita aportar cantidades enormes de buena voluntad, dedicación, disposició­n al compromiso mutuo y un rechazo compartido a toda forma de humillació­n”. En pocas palabras, solidarida­d.

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