Vanguardia

COMEMOS EL PAN CON EL SUDOR DE NUESTROS ROSTROS

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

En el interesant­e coloquio sostenido por los escuderos Sancho Panza, que lo es de don Quijote, y el que hace las veces de tal para el Caballero del Bosque, a quien Cervantes no menciona por su nombre, tocan entre otros temas el relativo a la dureza de su propio oficio de escuderos. Dice el del Bosque a Sancho:

“–Trabajosa vida es la que pasamos y vivimos, señor mío, estos que somos escuderos de caballeros andantes: en verdad que COMEMOS EL PAN CON EL SUDOR DE NUESTROS ROSTROS, que es una de las maldicione­s que echó Dios a nuestros primeros padres”.

En el Génesis, primer libro de la Biblia, se lee en efecto que después de la caída de Adán y Eva, Dios se dirigió al hombre y le dijo que por haber escuchado a la mujer y comido del fruto del árbol que tenía prohibido, en lo sucesivo “con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido formado” (Gn 3, 19).

Cervantes en El Quijote hace referencia al sudor del rostro y no al sudor de la frente, que es la expresión con la estamos familiariz­ados en nuestro País. ¿Por qué empleó el autor de El Quijote la palabra “rostro” en lugar de “frente”?

En consulta hecha a seis traduccion­es de la Biblia al castellano, las seis católicas, en cuatro de ellas (las de Nácar-colunga, Petisco-torres Amat, la del padre Magaña y la de Jerusalén) se emplea la palabra “rostro”, que fue la utilizada por Cervantes en el pasaje citado.

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