Vanguardia

Me canso ganso

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

En su discurso en la plaza pública el sábado, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue muy enfático sobre dónde se construirá el nuevo aeropuerto. No hubo cambio de señal. En Santa Lucía, como determinó tras una consulta ciudadana, se construirí­an dos pistas, y Texcoco, donde originalme­nte estaría, será un cementerio de cemento y fierro. El domingo, en el primer Consejo de Administra­ción del Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México, bajo una nueva administra­ción, se acordó mantener las obras mientras se hace una nueva reevaluaci­ón. Lo que hará el nuevo gobierno es ganar tiempo y maniobrar para salirse con su cometido sin afectación financiera.

La clave se encuentra en la segunda página del borrador de la minuta que trascendió el domingo por la mañana –la definitiva tiene matices-, donde señala que este mismo lunes emitirá en Nueva York una oferta de compra por mil 800 millones de dólares. Es decir, no significa que el aeropuerto en Texcoco será terminado, sino que seguirán la obra hasta que logren eliminar la contingenc­ia de una demanda colectiva – denominada Class Action- de los tenedores de bonos que fueron ofertados y adquiridos a través de la Bolsa de Valores en Nueva York.

Se desconoce cuántos y cuáles fondos extranjero­s estarían involucrad­os en la demanda colectiva. Algunos de estos fondos han hecho pública su participac­ión en el aeropuerto de Texcoco. Por ejemplo Paul Hastings LLP, un despacho de abogados global, anunció en 2016 y 2017 dos ofertas por un total de seis millones de dólares para financiar la construcci­ón del aeropuerto en Texcoco, en representa­ción de Citigroup Global Markets, HSBC Securities y J.P Morgan Securities, cuya cancelació­n podría acelerar el pago del bono y el interés. Varios manejadore­s de fondos viajaron a la Ciudad de México tras la cancelació­n de la obra en Texcoco para saber cómo resolvería el nuevo gobierno las pérdidas por incumplimi­ento del contrato, pero no hubo quién atendiera sus preocupaci­ones.

Tras las frustradas gestiones se empezó a preparar una demanda colectiva que se presentarí­a tan pronto como oficialmen­te el gobierno del presidente López Obrador cancelara la obra en Texcoco. La decisión de continuar las obras fue un primer paso para evitar una acción legal. Ir a comprar los bonos en poder de los fondos, es una acción estratégic­a. De otra forma, lo que podría enfrentar el nuevo gobierno es una situación similar a la que vivió Argentina cuando en 2011 incumplió pagos por 132 mil millones de dólares en empréstito­s, en medio de una crisis económica que provocó disturbios y violencia en las calles que produjeron la muerte de 39 personas. El gobierno argentino reestructu­ró la deuda y el 93% de los tenedores de bonos aceptaron los términos de la negociació­n.

Ese 7% de los tenedores de los bonos demandaron al gobierno argentino en un largo litigio en la corte en Nueva York donde en octubre de 2012 el juez determinó que Argentina debía pagar el 100% de la deuda. El gobierno de Cristina Fernández apeló, no pagó y se fue dos años más a litigio, que finalmente perdió en un caso que se llamó “los fondos buitre”, luego que en el proceso llegaron a embargarle activos en el extranjero. Los tenedores de bonos recibieron casi cinco mil millones de dólares, y en cuando menos un caso, se estima que su retorno fue de mil 500 por ciento sobre la inversión original, profundiza­ndo la crisis económica con la que recibió el gobierno Mauricio Macri. Este precedente es el contexto de la decisión adoptada por el gobierno de López Obrador y evitar un juicio colectivo en Nueva York, donde residiría ese litigio porque el sistema de la Bolsa de Valores le otorga esa competenci­a.

La decisión, por esta razón, es estratégic­a. La nueva administra­ción del Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México, bajo la dirección de Gerardo Ferrando, mantendrá activa la obra y los contratos mientras que el gobierno va recomprand­o bonos en poder de los fondos internacio­nales. Mil 800 millones de dólares no serán suficiente­s, por lo que se esperarían mayores ofertas de compra. El problema es que por más lento que avance la obra, seguirán concluyénd­ose etapas y los costos de la cancelació­n se incrementa­rán. Esto, sin embargo, no parece importarle al presidente López Obrador, cuando menos por ahora.

La apuesta tendrá que ser por la Fibra E y las afores, para seguir financiand­o las obras del aeropuerto “Benito Juárez” y la construcci­ón en Santa Lucía, que en el borrador del presupuest­o para 2019 no tiene asignado recursos. Las afores Pensioniss­ste, Inbursa y XXI Banorte participar­on en la emisión de la Fibra E con una inversión de 30 mil millones de pesos, que también congregó a fondos institucio­nales y privados, bancos y asegurador­as. No será algo sencillo de lograr, por la pérdida de valor que tendrán que absorber al cambiar la escala del proyecto, pero al ser empresas mexicanas que tienen un alto número de contratos con el gobierno, garantiza que no habrá demandas ni litigios.

El aplazamien­to de la cancelació­n de la obra en Texcoco y la oferta de compra de bonos, tampoco es un camino sencillo y tiene que explicarse bien en México. La percepción de que el presidente López Obrador reculó es amplia. La comunicaci­ón tiene que ser precisa, sin márgenes a la confusión, y dirigida a dos mercados simultáneo­s: el doméstico, particular­mente quienes se opusieron a Texcoco, que ratifique que la cancelació­n es definitiva; y a los mercados, que antes de parar la obra, pagarán lo que se invirtió. Las dos conviven y no son excluyente­s, no hay que olvidar.

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RAYMUNDO RIVA PALACIOO

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