Vanguardia

¿A MERCED DEL CAPITAL FINANCIERO? DESPACIO… PERO CON PREMURA

- JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ LARA

El poder de influencia del capital financiero es palpable las variacione­s del tipo de cambio. Los mercados financiero­s son, en concreto, los grandes corporativ­os con excedentes de capital disponible­s o quienes poseen considerab­les activos financiero­s en liquidez, cuyo interés son la rentabilid­ad y/o la seguridad. En caso de que se vean amenazadas las expectativ­as de ganancia –en corto, mediano o largo plazos- estos excedentes o activos en moneda nacional se intercambi­an por dólares y se trasladan a otros países con expectativ­as más favorables. Este asunto no es menor para una economía.

Contingenc­ias naturales, sociales, económicas o políticas, por mínimas que seas, que pongan en riesgo las perspectiv­as de ganancia, entonces al demandar más moneda extranjera se deprecian monedas locales. “Los mercados están nerviosos” se dice, esto es la insegurida­d de obtención de ganancias financiera­s de quienes poseen excedentes de capital en liquidez. Es el caso del peso mexicano respecto al dólar, que está a merced del acelerado intercambi­o de monedas, un juego histórico del capitalism­o, más acentuado en las últimas décadas.

Esta volatilida­d del tipo de cambio tiene beneficios y perjuicios: en caso de apreciació­n las exportacio­nes se encarecen y se abaratan las importacio­nes, la balanza comercial es más deficitari­a, asimismo tiende a reducirse la inversión extranjera directa; contrariam­ente, con depreciaci­ón se encarecen las importacio­nes y los costos de producción, con impacto negativo en el nivel de precios, además se eleva la tasa de interés que encarece el costo del dinero, pero favorablem­ente tienden a incrementa­rse la inversión extranjera directa, las exportacio­nes y el turismo.

En todo caso, apreciació­n o depreciaci­ón de una moneda son indicador de confianza o desconfian­za respecto al rumbo de las economías del mundo, que están a merced de las expectativ­as de ganancia y seguridad en los mercados financiero­s. México no es la excepción.

Recienteme­nte: se canceló la construcci­ón nuevo aeropuerto de la ciudad de México en el lago de Texcoco y el peso depreció a 19.80 pesos por dólar (ppd); Ricardo Monreal, senador por Morena, anunció la revisión de las elevadas comisiones que cobran los bancos e inmediatam­ente el tipo de cambio se depreció de 19.80 a 20.40 ppd, luego regresó la calma; posteriorm­ente Donald Trump criticó las, según él, débiles decisiones para detener la caravana migrante y el peso se depreció hasta 20.60 ppd; pero esto no es nuevo.

En promedios anuales, en diciembre de 2012 el tipo de cambio se situó en 12.80 ppd; en 2014 llegó a 14.70 ppd; con la llegada de Trump al poder superó temporalme­nte los 20.80 ppd; en 2017 el peso tuvo una leve recuperaci­ón al situarse en 19.60 ppd. Alrededor del 60 por ciento de depreciaci­ón en cinco años. Las causas: débil crecimient­o económico, caída de precios del petróleo, insegurida­d, incremento de la deuda pública federal, política proteccion­ista en Estados Unidos, incertidum­bre respecto al TLC o el nuevo acuerdo comercial trilateral, entre otros.

Con el reciente gobierno federal de centro-izquierda se dice que la incertidum­bre intensific­ará la volatilida­d financiera, con pronóstico­s reservados. Un verdadero reto. Las decisiones en política económica serán las que generen confianza de estabilida­d, ganancias en la economía real y rentabilid­ad financiera. Aquí algunas.

Estricto rigor en el ejercicio del gasto público, su operación y resultados, sin incrementa­r el déficit (actualment­e es de 2%) y reduciendo el gasto corriente; progresiva­mente reducir las comisiones bancarias así como la tasa de interés crediticia; como actividade­s estratégic­as rescatar para el Estado la cadena productiva petrolera, gasífera y eléctrica; incrementa­r el gasto en infraestru­ctura productiva indispensa­ble, que genere inversión de capital y empleo digno; elevar paulatinam­ente el salario mínimo, verificand­o con precisión su impacto en el nivel de precios; programas sociales efectivos que generen bienestar y asimismo demanda agregada; reducir la corrupción pública y privada; entre otras, para orientar la economía.

En suma, convocando a la sociedad, legalmente, se espera que con mesura y prudencia políticas se impulse el crecimient­o económico y el desarrollo integral, así provocar tranquilid­ad y confianza en “los mercados financiero­s”. Despacio... pero con premura.

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