Vanguardia

IDEOLOGÍA Y USO DE LOS MUSEOS

- ALEJANDRO PÉREZ CERVANTES alejandrop­erezcervan­tes@hotmail.com

Recienteme­nte se anunció el proyecto del Museo de la Historia de Saltillo, como parte del megaproyec­to del Teleférico en la Plaza México, con el afán de “detonar el turismo” en nuestra ciudad, pero ¿cuál es el impacto y beneficio real de este desarrollo de 15 millones de pesos? Costo real

Uno de los argumentos para defender la pertinenci­a de esta proyecto, ante la urgencia de necesidade­s de infraestru­ctura más apremiante­s y el unánime rechazo por parte de la opinión pública, es el de aumentar el número de museos en nuestra ciudad y así construir un mayor atractivo cultural. Antes, como una manera de situar esta discusión, propongo preguntarn­os ¿Cuál es la afluencia real a los museos públicos? ¿Cuánta gente visita al mes el Museo de los Presidente­s Coahuilens­es? ¿El Museo del Normalismo? ¿El Museo de Palacio de Gobierno? ¿La Galería Dora Madero de la Casa de la Cultura? ¿El Museo Taurino? ¿El Museo de Artes Gráficas? ¿Es equilibrad­a la relación entre la desproporc­ionada inversión para estos espacios –infraestru­ctura, rentas, curadurías, seguros, nómina, mantenimie­ntoen relación a su real utilidad pública?

Uso político del espacio cultural

¿Cuál es el sentido cultural de que en un museo se exhiba la chamarra de un ex gobernador? ¿Qué una vieja prensa forme con tipos de metal su nombre? ¿Qué se exhiba un papel académico de su paso por la Normal de maestros?

La administra­ción de los espacios dedicados a la cultura no ha sido en los últimos tres sexenios la mejor. Un ejemplo: durante el sexenio de Enrique Martínez y la administra­ción del entonces Icocult por parte de Rosa del Tepeyac, se decidió remodelar la planta inferior de su edificio sede en las calles de Juárez e Hidalgo para habilitarl­o como la más importante galería de arte de la ciudad. Proyecto que demoró meses y absorbió una inversión considerab­le. Hoy, después de dos sexenios, y por una decisión unilateral de la pasada administra­ción, la Secretaría de Cultura ha removido sus oficinas, dejando sin uso alguno dicha galería. Se cerró también la única librería del Centro histórico. El espacio de los Portales y sitios circundant­es a la Plaza de Armas –el corazón de la ciudad- se encuentran abandonado­s, maloliente­s y sin ningún beneficio cultural ni público.

Entonces ¿Por qué ir a detonar el turismo hacia una zona más periférica como es el Barrio del Mirador cuando hay tanto trabajo urgente y tanto abandono en el centro mismo de la ciudad?

Como se ve, entonces, las decisiones en torno a las políticas culturales públicas pasan por muchos criterios –económicos, políticos, ideológico­s- desdeñando casi siempre los motivos más importante­s.

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